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Elemental, querido Poe Elemental, querido Poe

Elemental, querido Poe

José Baldó

En 1841, con la publicación de su célebre cuento Los crímenes de la calle Morgue, Edgar Allan Poe establece los cánones de un nuevo género literario, el relato detectivesco. Un ejercicio de ingenio y destreza intelectual que supuso el primer acercamiento a la figura del detective aficionado. Poe se sacó de la manga dos personajes prototípicos para la narrativa criminal moderna: el sagaz Chevalier Auguste Dupin y el narrador de la historia, asistente del protagonista y claro antecedente del Watson que acompañará a Holmes en las obras de Arthur Conan Doyle.

Desde sus inicios, el cine siempre ha tenido en Poe una inagotable fuente de inspiración. D. W. Griffith, uno de los padres del lenguaje cinematográfico, ya se interesó en los textos del autor de El gato negro y los tomó como inspiración para algunos de sus films. Entre ellos, destaca un curioso cortometraje titulado precisamente Edgar Allan Poe (1909), un “protobiopic” que aborda dos momentos decisivos en la vida del escritor: la muerte de su mujer y la escritura del poema El cuervo. A lo largo de los años, sus relatos han nutrido las pantallas con imágenes terribles y argumentos poderosos capaces de helar la sangre del espectador más curtido. Destacan las colaboraciones de Bela Lugosi y Boris Karloff en Satanás (1934) y El cuervo (1935), el magnífico ciclo de películas de Roger Corman de los años 60 o el film Historias extraordinarias (1968) que reunió para la ocasión los talentos de Louis Malle, Roger Vadim y Federico Fellini. En televisión no podemos olvidar las adaptaciones que llevó a cabo Narciso Ibáñez Serrador en sus populares Historias para no dormir; en una de ellas, Chicho llegó a tomar el relevo de Griffith y dedicó un capítulo, libre de carga terrorífica, a retratar los últimos años de vida del escritor.

Estreno

En esta línea se inscribe uno de los últimos estrenos de la plataforma Netflix, Los crímenes de la academia. En una mañana de otoño de 1830, la academia de West Point amanece con el cadáver de un cadete ahorcado con el corazón arrancado de su pecho. Ante este macabro asesinato, los altos mandos recurren a un inspector retirado, famoso por sus éxitos del pasado (Christian Bale), para que resuelva el caso con discreción y rapidez. En medio de sus pesquisas, el investigador tomará como asistente a un cadete con grandes dotes deductivas, un joven aspirante a poeta, atormentado por su pasado, que responde al nombre de Edgar Allan Poe (Harry Melling).

Scott Cooper, director de la cinta y responsable del mejor western rodado en los últimos veinte años, Hostiles (2017), toma la horma del thriller prototípico de la década de los 90 (plagado de crímenes esotéricos y tramas truculentas) y lo traslada a la atmósfera brumosa y terrorífica donde tiene lugar la mejor literatura gótica.

Sin duda, Poe quedaría satisfecho con la magnífica interpretación que Harry Melling hace de él. Un actor destinado a desempeñar nuevos e importantes papeles que ayuden a borrar de nuestro recuerdo al odioso y malcriado primo Dudley que interpretaba en la saga de Harry Potter.

Los crímenes de la academia adapta una novela de Louise Bayard, cuyo título original, The Pale Blue Eye (el ojo azul pálido o celeste, según la sagrada traducción de Julio Cortázar) se relaciona íntimamente con el relato El corazón delator. En él, el narrador, que está a punto de convertirse también en asesino, mira el rostro de su futura víctima y se da cuenta de que tiene “un ojo semejante al de un buitre… Un ojo celeste y velado por una tela”.

En la película es la mirada del espectador la que asiste a un espectáculo que pone a prueba su capacidad de sorpresa y saca a la luz la enorme deuda que los amantes de lo siniestro tenemos con Poe.