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José Baldó

Allá por el año 1996, los siempre geniales Joel y Ethan Coen estrenaban Fargo, uno de los mejores títulos de su carrera y un film fundamental para entender el cine negro moderno. Con una mezcla inaudita de drama rural, violencia y un humor negrísimo, los Coen reinventan el género y se sacan de la chistera una película que lleva casi 30 años creando escuela. Su huella se presume en buena parte del thriller posterior; sin ella no se entiende la existencia de obras maestras de la gran pantalla como Tres anuncios a las afueras o la televisiva Breaking Bad.

Incluso en España hemos intentado recrear nuestro particular Fargo cañí con la serie Matadero. Una producción de Antena 3 que convertía a Pepe Viyuela y la meseta castellana en herederos de la negritud de los Coen, sin paisajes nevados pero con mucha mala baba castiza.

Dada la grandeza de la película, muchos nos echamos las manos a la cabeza cuando supimos del estreno de una serie de televisión con el mismo título. En 2014, el escritor y guionista Noah Hawley se ocupaba de adaptar Fargo a la pequeña pantalla. A priori, una idea descabellada que, sin embargo, da como resultado una de las mejores miniseries de los últimos tiempos. Hawley logra capturar el alma del film original y expandir su universo más allá del simple homenaje a las situaciones y personajes creados por los hermanos Coen.

El gran éxito de la primera temporada, que incluso logró alzarse con un premio Emmy, obligó a su responsable a crear nuevas entregas, cada una de ellas un relato independiente, con tramas alambicadas, llenas de giros de guion inesperados y los personajes más excéntricos vistos en televisión. Una combinación ganadora a la que se suma un plantel de actores inmejorable que cambia por completo en cada una de las cinco temporadas: Martin Freeman, Billy Bob Thornton, Kirsten Dunst, Ewan McGregor, Chris Rock o Jon Hamm, entre otros.

 

No hay quinta mala

A finales del pasado año, Movistar+ estrenaba la quinta y, por el momento, última temporada de Fargo. En ella, la actriz Juno Temple interpreta a Dot, un ama de casa de apariencia inocente que durante una reunión de la junta escolar se ve arrastrada a una pelea por la que acaba en la cárcel. Sus huellas dactilares pasan a una base de datos federal y despiertan los terribles demonios de un pasado que creía enterrado. Un secreto que la pone bajo la pista del sheriff Roy Tillman (Jon Hamm), un redneck de ideas fascistas que afirma ser el marido de Dot.

A partir de aquí el caos se adueña del relato, los cadáveres se acumulan, el humor se vuelve surrealista e, incluso, se permite un arriesgado (y muy lejano) flashback que flirtea con el horror y el elemento sobrenatural.

La galería de referencias traspasa el Fargo original para hacerse extensivas a otras obras del corpus de los Coen. Hay mucho de El gran Lebowski en ese intento frustrado de secuestro que vemos en el primer capítulo (una curiosa perversión de Solo en casa), al igual que el estrafalario asesino que interpreta Sam Spruell, de presencia imponente y corte de pelo ridículo, recuerda a Javier Bardem en la oscarizada No es país para viejos.

Tras una cuarta temporada descafeinada, alejada del espíritu y del escenario natural de la serie, esta quinta entrega vuelve a dejar el listón en lo más alto. No se me ocurre una excusa mejor para que los no iniciados se zambullan de cabeza en el universo Fargo y los seguidores de la serie se reconcilien con el incuestionable talento de Hawley, sin duda, un digno sucesor de los hermanos Coen.