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Kubrick y los anuncios de Kubrick y los anuncios de

Kubrick y los anuncios de "Nescafé"

José Baldó

En los mentideros de Hollywood se decía que Stanley Kubrick sentía fascinación por los anuncios televisivos de “Nescafé”. Admiraba la capacidad de los publicistas para condensar una historia completa en poco más de 25 segundos. Sin duda, una sencillez y una ligereza que contrastaban con los rodajes interminables y la larga duración de muchas de las películas del responsable de “Barry Lyndon”.

Los grandes maestros se reconocen entre sí. Y es que detrás de alguno de aquellos spots de café instantáneo se encontraba el pulso firme de Víctor Erice, uno de los realizadores españoles más importantes de todos los tiempos. Ambos cineastas compartían una personalidad enigmática y una mirada única para trasladar las historias a la gran pantalla. Tal vez por eso no resulta extraño que el director norteamericano considerase “El espíritu de la colmena”, la ópera prima de Erice, uno de sus films favoritos. El pasado 7 de marzo se cumplían 25 años de la muerte de Kubrick. Megalómano, maniático, solitario, excéntrico, loco… la crítica se ha servido de un sinfín de calificativos para definir el carácter complejo de este creador. Versátil como pocos, tocó casi todos los géneros y fue capaz de crear obras maestras en cada uno de ellos.  Revolucionó la ciencia ficción con “2001: una odisea en el espacio”, para muchos la mejor película de la historia del cine. Una cinta visionaria que todavía hoy sigue generando debate alrededor de su significado y posibles lecturas. Una fusión del cine de Arte y Ensayo con el empaque (y el presupuesto) de los grandes espectáculos hollywoodienses; una lectura cosmológica de la evolución del hombre y el desarrollo de la tecnología. Más de medio siglo después, seguimos fascinados con el poder hipnótico de sus imágenes y, aunque intentemos disimularlo, no tenemos ni idea de qué demonios significa el dichoso monolito.

La naranja mecánica” convirtió a Kubrick en un autor perseguido. Ya había conocido la polémica con su versión de “Lolita”, pero la adaptación de la novela de Anthony Burgess trajo consigo una oleada de violencia en el Reino Unido que ayudó a alimentar el culto en torno al director. Sátira social disfrazada de distopía que buscaba sacudir al espectador con un cóctel trufado de nihilismo, drogas, sexo y la visión de un grupo de jóvenes dando rienda suelta a su pasión por la ultra-violencia. Algunos tuvimos la fortuna de descubrir la película en el instituto, en clase de ética, aquello nos voló la cabeza y jamás volvimos a escuchar a Beethoven del mismo modo.

En su primera etapa, Kubrick había destacado en el ‘noir’ con la sobresaliente “Atraco perfecto”, una de las grandes influencias del Tarantino de “Reservoir Dogs”. Había brillado junto a Kirk Douglas con “Senderos de Gloria” y “Espartaco”, el mejor alegato antibelicista jamás filmado y la madre de todos los péplums, respectivamente. En los 80 rodaría la obra definitiva del cine de terror (con permiso de “El exorcista”) a partir de un texto de Stephen King, “El resplandor”. Un film capaz de helar la sangre del espectador más curtido, no solo por su atroz doblaje al castellano, sino por su retrato de la locura que elevó la sobreactuación de Jack Nicholson a la categoría de arte con mayúsculas. En 1999, Kubrick fallecía cuatro meses antes de que su última película llegara a las salas. “Eyes Wide Shut” es un relato obsesivo acerca del matrimonio, el sexo y los celos ambientado en Nueva York a las puertas del nuevo milenio. Esoterismo, orgias y escenas subidas de tono que pusieron a prueba la fortaleza conyugal de su pareja protagonista. A estas alturas, es justo decir que el film ha superado con nota la prueba del tiempo, lástima que no podamos decir lo mismo del binomio Kidman-Cruise.