

En la pasada ceremonia de los premios Goya, La infiltrada se alzaba con el galardón a mejor película del año —ex aequo con El 47—. El film cuenta la historia real de la agente de policía que logró adentrarse en las entrañas de ETA y salir viva de su odisea. En manos de la directora Arantxa Echevarría, La infiltrada se convierte en un thriller de suspense y acción capaz de dejar sin aliento al espectador más curtido. Por supuesto, no es el primer caso en el que nuestro cine aborda la violencia, los atentados y la crisis social y política que supuso el conflicto vasco. Junto a clásicos como Operación Ogro o La fuga de Segovia, tenemos ejemplos recientes como Yoyes, El lobo, Fe de etarras o Maixabel que se han acercado a uno de los episodios más terribles de la historia de nuestro país a través del drama, el thriller o, incluso, la comedia. A su vez, la pequeña pantalla ha recreado los años duros de ETA en series como El padre de Caín, La línea invisible y, desde luego, Patria, la adaptación de la exitosa novela escrita por Fernando Aramburu.
Ahora llega a Prime La frontera, la miniserie creada por David Zurdo y Luis Marías que mezcla la tragedia real de la lucha antiterrorista con una historia de amor imposible protagonizada por un Guardia Civil y la hija de un dirigente de ETA. Estamos a finales de la década de los 80, el sur de Francia se ha convertido en el santuario de la banda criminal, el refugio donde los etarras huyen y se esconden de las fuerzas de seguridad españolas. La trama se complica cuando un comando radicalizado decide desobedecer las directrices de la cúpula y se lanza a la misión de colocar una bomba que haga saltar por los aires el corazón de París. La noticia llega a oídos de Mario Sanz (Javier Rey), un obstinado capitán de la benemérita que no dudará en ponerse en contacto con la policía francesa para advertirles del peligro inminente. En paralelo, asistimos al romance improbable entre un Romeo con tricornio y una Julieta con ikurriña; la típica historia del cazador cazado —el propio Mario— que se ve obligado a formar equipo con la mujer que le ha engañado, en un intento desesperado por impedir el atentado.
La frontera a la que alude el título no sólo es un límite geográfico. Es, a su vez, la fina línea que separa el bien del mal, el amor del odio, el sentido del deber de la verdadera justicia. Ante todo, la serie es un thriller sobrio y eficaz, de guion fibroso y factura impecable, que huye del maniqueísmo a la hora de mostrar la verdadera humanidad de los personajes. En este ejercicio de memoria histórica se agradece que sus responsables no pierdan de vista quiénes son las verdaderas víctimas del conflicto. Están los asesinos que disparan por la espalda, los cobardes que hacen saltar por los aires las casas cuartel, pero también los responsables políticos que consideran la posibilidad de un atentado en suelo francés como un mal necesario para salvaguardar sus intereses.
Sin embargo, el cineasta siempre guardó un as en la manga, su cinta más desconocida y para muchos, la mejor de su filmografía, La hora incógnita (1963). Un atípico drama con tintes de ciencia ficción donde el director abordó el pánico nuclear y el miedo al fin del mundo. Durante toda su carrera, la intelligentsia tildó a Ozores de realizador mediocre y casposo. Su enorme éxito les impidió ver que no era más que un tipo entregado a la pasión de hacer películas.
Sean buenos, vean mucho cine —Ozores, incluido— y disfruten del verano.
Ahora llega a Prime La frontera, la miniserie creada por David Zurdo y Luis Marías que mezcla la tragedia real de la lucha antiterrorista con una historia de amor imposible protagonizada por un Guardia Civil y la hija de un dirigente de ETA. Estamos a finales de la década de los 80, el sur de Francia se ha convertido en el santuario de la banda criminal, el refugio donde los etarras huyen y se esconden de las fuerzas de seguridad españolas. La trama se complica cuando un comando radicalizado decide desobedecer las directrices de la cúpula y se lanza a la misión de colocar una bomba que haga saltar por los aires el corazón de París. La noticia llega a oídos de Mario Sanz (Javier Rey), un obstinado capitán de la benemérita que no dudará en ponerse en contacto con la policía francesa para advertirles del peligro inminente. En paralelo, asistimos al romance improbable entre un Romeo con tricornio y una Julieta con ikurriña; la típica historia del cazador cazado —el propio Mario— que se ve obligado a formar equipo con la mujer que le ha engañado, en un intento desesperado por impedir el atentado.
La frontera a la que alude el título no sólo es un límite geográfico. Es, a su vez, la fina línea que separa el bien del mal, el amor del odio, el sentido del deber de la verdadera justicia. Ante todo, la serie es un thriller sobrio y eficaz, de guion fibroso y factura impecable, que huye del maniqueísmo a la hora de mostrar la verdadera humanidad de los personajes. En este ejercicio de memoria histórica se agradece que sus responsables no pierdan de vista quiénes son las verdaderas víctimas del conflicto. Están los asesinos que disparan por la espalda, los cobardes que hacen saltar por los aires las casas cuartel, pero también los responsables políticos que consideran la posibilidad de un atentado en suelo francés como un mal necesario para salvaguardar sus intereses.
Fin de temporada
Con la llegada del mes de julio bajamos la persiana de la sección hasta el próximo septiembre. No obstante, en el esprint final me gustaría dejar la actualidad a un lado y aprovechar este espacio para reivindicar a un maestro del cine español fallecido hace unas semanas. Mariano Ozores dedicó su vida al noble arte del entretenimiento; lo logró con taquillazos como Los bingueros o Yo hice a Roque III.Sin embargo, el cineasta siempre guardó un as en la manga, su cinta más desconocida y para muchos, la mejor de su filmografía, La hora incógnita (1963). Un atípico drama con tintes de ciencia ficción donde el director abordó el pánico nuclear y el miedo al fin del mundo. Durante toda su carrera, la intelligentsia tildó a Ozores de realizador mediocre y casposo. Su enorme éxito les impidió ver que no era más que un tipo entregado a la pasión de hacer películas.
Sean buenos, vean mucho cine —Ozores, incluido— y disfruten del verano.