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Machirulos deconstruidos Machirulos deconstruidos

Machirulos deconstruidos

José Baldó

Los guionistas Laura y Alberto Caballero llevan la friolera de veinte años dedicados al sano cometido de hacer reír a millones de telespectadores. Cuando en septiembre de 2003, Aquí no hay quien viva aterrizó en las pantallas españolas logró conquistar el prime time con una eficaz comedia de humor costumbrista que versionaba sin disimulo el clásico de la viñeta 13 Rue del Percebe y se mofaba de los marujeos de las comunidades de vecinos. Tras seis temporadas de éxito continuado, el edificio situado en la calle Desengaño 21 cerró sus puertas dejando huérfanos a miles de fans del programa. El disgusto duró poco y tan solo un año después, con cambio de canal incluido (de Antena 3 a Telecinco), sus creadores regresaban con un spin-off de la serie original ambientado esta vez en una urbanización de alto standing.

La que se avecina lleva trece temporadas demostrando que el humor de trazo grueso, el esperpento (con permiso de Valle Inclán) y el surrealismo de andar por casa son las mejores armas para congregar a las audiencias alrededor de esa hoguera de vanidades que es la televisión. Que nadie se lleve a engaño, la serie es un producto redondo. El talento de sus creadores y su elenco actoral está fuera de toda duda, al igual que su capacidad para convertir cada frase de guión en una muletilla o meme transformado instantáneamente en parte de nuestro acervo cultural.

Por ello, no resulta extraño que Netflix haya dado luz verde al nuevo proyecto de los hermanos Caballero, Machos alfa, una comedia ácida que gira en torno a la masculinidad tóxica y el fin del patriarcado.

Cuatro amigos

Cuatro amigos (Gorka Otxoa, Fernando Gil, Fele Martínez y Raúl Tejón), inmersos en la crisis de los 40, se dan cuenta de que los tiempos han cambiado y que sus privilegios de identidad son cosa del pasado. La serie se ríe de las dificultades de estos hombres para aceptar la realidad igualitaria y saca a la luz su visión caduca y simplista de la vida.

Para nuestra vergüenza, el machirulo, el cuñado o, directamente, el gilipollas que cada uno de nosotros llevamos dentro se verá tristemente identificado con alguno de los comentarios o salidas de tono de sus protagonistas. Con un argumento así, Machos alfa corría el riesgo de ser condescendiente respecto a los personajes femeninos, pero sus responsables han logrado el equilibrio perfecto en esta batalla de sexos. Las actrices Kira Miró, María Hervas, Raquel Guerrero y Paula Gallego brillan con luz propia a lo largo de los diez episodios que componen la primera temporada.

Afortunadamente, la serie no olvida su vocación inicial como producto de entretenimiento desinhibido. Evita los discursos profundos acerca de las dinámicas de pareja y busca el chiste en la actualidad más candente: la superficialidad de las redes sociales, la infidelidad, la relación abierta, el desempleo o los peligros de las aplicaciones para ligar.

Machos alfa tiene mejor acabado y resulta menos estrafalaria que otras ficciones de la factoría Caballero. Aun así, el sello de sus creadores permanece intacto: un reparto coral en estado de gracia, unos diálogos rápidos e ingeniosos y alguna que otra concesión al humor casposo. Y es que, por momentos, la serie funciona como una versión depurada de Escenas de matrimonio, la popular sitcom producida por José Luis Moreno.

Aviso para navegantes: el conocido presentador y ventrílocuo es tío de los hermanos Caballero. Ya saben, la sangre manda y la familia no se elige. A pesar de ello, Machos alfa es un éxito y sus responsables pueden decirle al creador de Noche de fiesta aquello de… “¡Toma, Moreno!”.