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May Serrano
Estamos a finales de octubre y todavía no he sacado la ropa de invierno. El viernes pasado busqué corriendo alguna cazadora pero llevo toda la semana procrastinando el momento de abrir cajas, vaciar el armario, seleccionar lo que quiero llevar esta temporada, y lo que puedo, por qué negarlo.

El orden requiere caos.

¿Pero quién quiere enfrentarse al lio de poner todo patas arriba cuando puede hacer como que todo va bien?

Da pereza.

En la vida, como en el armario, la galbana se apodera de nuestro día a día y seguimos con la ropa de verano aunque haga frío (ni confirmo ni desmiento que llevo sandalias con calcetines) con ese trabajo que odiamos, con esa pareja que nos aburre soberanamente pero que ya tiene el hueco hecho en el colchón de nuestra cama.

Seguimos la inercia como si estuviéramos en el tambor de una lavadora centrifugando. Parar se vuelve complicado. Sacar la ropa, limpiar el armario, bajar las cajas, tirar lo viejo,hacer hueco a lo nuevo. Despedirse de lo que no nos hace felices, como decía Marikondo.

¿Es pereza o es miedo? #pregunto.

Yo creo que es miedo. Miedo a cambiar, a decir que me he equivocado, a aprender algo nuevo.
Miedo al fracaso.

En esta dictadura de “lo perfecto” tener la oportunidad de equivocarse es un milagro.

No hay lugar para el fallo. Todo tiene que salir a la primera.

Hoy quiero romper una lanza por los descalabros, por los intentos, por las segundas oportunidades, las terceras, las décimas...

Una oportunidad al FRACASO ABSOLUTO.

Mientras usted lee estás lineas es muy probable que yo esté metiendo la pata en algo.

¡Me voy a dar ese capricho! sin juzgarme, con alegría, me voy a echar unas risas a mi costa.

Puede que a estas horas esté aprendiendo a dar el giro en la piscina, ya lo intenté la semana pasada, siguiendo las instrucciones de Luis, el entrenador del Club de natación Los Piratas y acompañada paciiiiiiiiiientemente por Rafa:

-Mira May, pon los brazos aquí, date el impulso allá, la cadera, la cabeza, no te ha salido, prueba otra vez...

Desde fuera de la piscina, Elisa, la socorrista: -Prueba a ir más rápido!

Con más cloro que oxígeno en el cerebro llegué a decir en voz alta “Estoy muy frustrada”.

Y por un segundo sentí calma.

Aprender requiere tiempo, fallar una y otra vez y no viene nada mal el sentirte acompañada.

Las equivocaciones no tienen sitio en el siglo XXI. No hay espacio para las pruebas, los prototipos, las infinitas posibilidades. En estos tiempo de inmediatez si no es AHORA ya no es.

“Hay que hacer más de 2000 giros para que te salga bien” dice Luis y se abre de par en par la puerta de la esperanza: ¡dos mil oportunidades para cagarla!

¿No nota más espacio alrededor? ¿no siente una ligereza en el cuerpo? ¿No le entran ganas de probar eso que siempre ha querido, decir en voz alta lo que piensa, bailar un minuet, cocinar un suffle?

Creo que si practicamos más el fallo comprenderemos mejor el desacierto de otras. Imagina que dices: “perdona, me he equivocado” y al otro lado del teléfono alguien responde: ¡mujer, todas nos equivocamos alguna vez! Vamos a volver a intentarlo!

¡Ah! ¡¡Qué maravilla!!

Me han entrado ganas de abrir cajas y todo...