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May Serrano
Debo de estar enferma porque se me han quitado las ganas de comer jamón. ¡Con lo que yo he sido! (leáse con tono dramático)

¡Yo! que he llegado a tener en el botiquin sobres de jamón envasado al vacio para los momentos bajos.

¡Yo! Que he deseado mil veces que alguien sacara el “Eau de Jamón” para rociarmelo en las muecas antes de salir de casa!

¡Yo! Que he pasado mi adolescencia ofreciendo jamón a media España “¿un taquico?”

¡Yo! ¡Que he conseguido hacer los 10.000 pasos solo pasando por la cocina cada vez que hay un jamón empezado en casa.

¡Yo! ¡¡¡Que me llamo Serrano de apellido!!!

Ahora mismo, yo, me como antes una manzana Marlen que una tostada con el pan untadico en tomate y un buen chorretón de aceite de oliva.

¡Lloro con profunda tristeza!

Mi postura corporal lo certifica: hombros caidos, mirada al suelo, boca cerrada, incluso arrastro los pies al andar. Si me oyen hablar les parecerá que casi no tengo vida, que me cuesta dejar salir las palabras...

Noto en mí una falta de vitalidad y alegría de vivir que me recuerdo mucho a Emilio, el tio soso que dice que le gusta el jamón de plástico de Teruel.

Sí, no me duelen prendas en reconocer que me ha atrapado el tono depresivo del anuncio, ha conseguido que vea el vaso medio vacio y que se borre de mi mente la mítica escena de Javier Bardem y Penélope:

Eres un cerdo!
Y tú ¡una jamona!

¡Como no voy a estar desganada!

Como quiero sacarle tajada a esta tragedia griega que me he montado en mi cabeza me he quedado un rato dándole vueltas a ver si encuentro alguna sutileza de esas que te hacen despertar a la vida.

Me he dado cuenta de que el anuncio del Jamón de Teruel DOP narra una historia que no es nada ajena a la tierra, da justo en la raiz de nuestro problema: pudiende resaltar las mil cualidades positivas del jamón vamos a quedarnos con algo que le falta.

Llevamos no sé cuantos cientos de años sin poner en valor nuestro territorio, nos hemos quedado con el apelativo de “la hermana pobre” y no levantamos cabeza. Nos hemos repetido mil y una veces que lo que tenemos “no es para tanto”, que los demás “siempre tienen más que nosotras”, que a Teruel “nunca le toca nada” y, claro, poco a poco nos lo hemos creído y somos incapaces de ver nuestra propia GRANDEZA.

Propongo mirarnos el ombligo un rato pero no para agachar la cabeza, ni para quejarnos si no para hacer una lista con todo lo que SÍ somos.

Poner en el haber la infinita belleza de nuestra provincia, el cielo repleto de estrellas, la capacidad de sacar de donde no hay y el sabor intenso de una buena loncha de jamón recién cortado.

A veces, pienso que tendría que existir la profesión de “Coach de Provincias” para que nos ayuden desde fuera a sacar la cabeza, a ponernos en nuestro sitio y dejarnos SER sin vergüenza.

Mira, ¡tiene gracia!, que yo soy la primera abanderada de quererse a una misma y siempre digo que todas merecemos poner en valor nuestros propios dones, nuestras habilidades y mostrarnos al mundo tal y como somos.

Y justo eso es lo que puede que necesite nuestra provincia: ¡Casarse con ella misma!