

El miércoles 7 de marzo, fue uno de esos días donde uno casi es capaz de estar en dos (incluso tres) sitios a la vez, todo un recorrido cual peregrino, por Teruel, Zaragoza y finalmente Valencia, todos motivos muy interesantes y el de Valencia además para sacar pecho. En El IVAM (Instituto Valenciano de Arte Moderno) se presentaba el libro de Vicente Aupí Crónicas de fuego y nieve, un recorrido por la guerra civil española y los corresponsales internacionales en un punto de gran importancia en la contienda, la Batalla de Teruel.
Al igual que en el libro, una excelente introducción de Carlos García Santa Cecilia, maestro del periodismo, nos permitió situarnos en un periodo sin duda triste para la sociedad española -la guerra lo es para todas sin distinción- pero sin duda apasionante para los amantes de la historia. En los tiempos actuales se hace necesario conocer el mayor número de información gráfica y documental de una guerra hasta ahora contada por el bando ganador, llorada por el perdedor y cuya verdad y consecuencias son revindicadas en honor a la verdad por una inmensa mayoría de ciudadanos. Quién mejor que un periodista de la talla de García Santa Cecilia para explicar la magnitud del papel jugado por los corresponsales internacionales, la épica a la que se entregaron y ese periodismo de tenacidad hoy perdido en laberintos mediáticos de lo comercial y lo políticamente correcto.
Escuchar a Ramón Bukley es escuchar a un hijo de la historia, porque cuando habla de su padre Henry Buckley, el corresponsal del Daily Telegraph, lo hace del periodista y del hombre y lo hace sin apasionamientos, recorriendo y relatando esas crónicas imprescindibles para entender ese Teruel de la malaventura a partir del año 36. Buckley fue un periodista fascinado por Teruel, un incansable en el oficio de informar, un inglés católico practicante, firme defensor de la libertad y de la República española, que hizo suya esa catarsis de lucha entre dos bandos en una ciudad pequeña, alejada de los grandes centros de poder en España, donde vida, pensamiento y arte jugaban una dantesca partida entre bombardeos, bayonetas y desesperanza.
Quiero significar la atención del público que llenaba la sala a rebosar, el interés que un trabajo de impecable perfil histórico despierta entre los apasionados de esta imprescindible parte de la historia de nuestro territorio, y es que el trabajo de Vicente Aupí contribuye de manera decidida a conocer esa mirada veraz e independiente que los corresponsales internacionales en la guerra civil aportan. Impresiona el rastreo documental, el conocimiento de lo publicado por los protagonistas directos y la esmerada consulta de las fuentes, así como la aportación gráfica y fotográfica que permite un sólido acercamiento a esa parte tan cruenta de nuestra historia. Vicente Aupí nos desgrana con una didáctica muy de agradecer, el papel de Teruel en esos decisivos días, la visión real que daban los corresponsales y sobre todo cómo nuestra ciudad quedaba posicionada en una diabólica partida de ajedrez que se jugaba en la escena internacional.
Han pasado 80 años de aquella batalla de dolor y frío, de ese “Teruel Polo Norte” como denominaban los brigadistas a la ciudad y al territorio, años que otorgan perspectiva de lo ocurrido y que arrojan luz a la crueldad y también a la sensibilidad que algunos combatientes tuvieron para con el otro. Años de acontecimientos que aún duelen en el campo de la Historia, como la pérdida de vidas humanas, de un arte irrepetible sobre el que solo la investigación permite conocer una parte. Es difícil todavía acostumbrarse a hechos como los que se relatan a través de lo escrito por estos periodistas con la magnífica plasmación de Vicente Aupí en el libro, es difícil pensar sin emocionarse en los rostros y caras de las batalla de Teruel, del bombardeo de Alcañiz o del sufrimiento de tanto anónimo que deberíamos recordar como sociedad, y por ello hay que apostar por proyectos que impidan caer en un olvido interesado a la sociedad.
Crónicas de fuego y nieve, emocionó en la noche valenciana que ya huele a fallas, una apuesta editorial de Dobleuve Comunicación que es de esas empresas turolenses que se mueven entre Merlín y Harry Potter, haciendo magia pero de la que consta y se lee, creo que si la iniciativa audaz tuviera un premio en nuestra geografía, ellos ya habrían ganado varias ediciones. Somos un territorio donde el yermo de la despoblación se come la vida, por eso gente audaz como los hermanos Perruca merece mi admiración; en una tierra donde a veces la ignorancia cree hacer favores produce una enorme satisfacción ver como la tradición aventurera parisiana sigue de generación en generación. Un libro memorable digno de agradecer como sociedad.