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Masía Masía
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Javier Lizaga

¿Qué pensará Masía? ¿Qué dirá cuando empiecen a llegar camiones y más camiones con todo el material a Majalinos, cuando lleguen las máquinas a roturar monte, cuando las grúas levanten un gigante de 150 metros frente a su casa? Supongo que se acostumbrará. A todo se hace uno, hasta a las obras. Igual que los currelas acabarán asumiendo que les sobrevuelen los buitres.

Unos y otros se comportarán como urbanitas en el ascensor, distantes y ajenos a las victorias y las derrotas del prójimo. Pero un día las aspas empezarán a girar. Masía podría pensar que para qué. ¿Para qué la han traído lejos de donde nació, en los Pirineos? Igual que seguirá pensando cómo ese simple cable negro dejó frito, muerto, a su compañero de juegos, Sabino, ¿por qué? ¿Qué sentido han tenido -se martirizará- los meses aprendiendo a volar, a pelear con los buitres, a vivir… para tener que marcharse ahora? ¿Para qué la trajeron los hombres y le ayudaron a sobrevivir, para qué tanto dinero, esfuerzo y proyectos europeos? Quizá un día ensimismada en sus pensamientos, no se dé ni cuenta.

Arrancará el vuelo como siempre, del mismo punto, del mismo monte. Un golpe de viento de esos que le llevó a elegir, por instinto, ese punto privilegiado (un golpe de esos que buscan también los que ponen molinos) le llevará, por su poca maniobrabilidad, a esas aspas y allí morirá, sin respuesta y sola, como ya está. Ni será la primera ni la última. En morir allí, desde luego, no.

Aunque sí contaremos ese día que ha muerto la última quebrantahuesos que quedaba en el Maestrazgo. La esperanza de que volviera la especie, la del proyecto LIFE.  La Fundación para la Conservación del Quebrantahuesos firma una de las cientos de alegaciones contra el Clúster del Maestrazgo, 125 molinos aprobados, del total de los 1234 en trámite para Teruel.

En este caso, porque los molinos más altos de Europa invadirán uno de los tres únicos lugares de España donde puede vivir, todavía, el quebrantahuesos, y en ello llevan dos años y miles de fondos europeos. Masía es el último ejemplar y comparte futuro negro con los buitres leonados, miles, que habitan Aragón. Tiene mejor porvenir la reintroducción de otros buitres, políticos y económicos, con la cobertura de las empresas de renovables.