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Tambores y bombos Tambores y bombos

Tambores y bombos

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Elena Gómez

No lo puedo evitar. Yo, que huyo de cualquier tipo de liturgia o parafernalia religiosa, estoy enganchada a nuestra Semana Santa. Sobre todo, a los tambores y bombos, que consiguen elevar mi espíritu y conectarme con algo cósmico. Disculpen si no le llamo Dios, pero es que me cuesta mucho aceptar su existencia.

El regreso de nuestras tradiciones en estas fechas es una prueba más de que por fin estamos saliendo de un pozo oscuro y profundo. Nunca he estado tan informada sobre el programa de procesiones, a lo sumo iba de vez en cuando a la Exaltación del tambor y el bombo, y a la procesión del viernes, por ser la más completa. Y todo esto, cada cuatro o cinco años… Este año estoy pendiente de todas, sobre todo a través de las retransmisiones en directo de los medios de comunicación online, y disfruto sobremanera de ver las túnicas, los capirotes, las velas, los pasos y las manolas. Tengo la sensación de que todo está por fin en su sitio.

Mucho ha cambiado la Semana Santa desde los tiempos de nuestros padres, ahora las alternativas son múltiples y el respeto se muestra de formas diferentes. Hay quien critica el folklore que se ha montado alrededor de algo tan importante para la cristiandad, sin embargo yo creo que una tradición que se adapta a los tiempos es una tradición que perdurará para siempre. Porque no se trata solo de rendir culto a una creencia religiosa, sino que también es una seña de identidad muy arraigada en nuestra memoria.

Por eso existe esa rivalidad entre las diferentes zonas de nuestro mapa. Lo he comprobado recientemente con mis compañeros malagueños de “El club de los curiosos”. Todos pensamos que nuestra semana Santa es la más especial y la más bonita, y a mí me parece que la riqueza cultural, festiva y tradicional de España nos hace muy especiales. Todas las procesiones, ya sean con tambores, cornetas, pasos o tronos, tienen algo que atrae a cualquiera, sea creyente, lleve en la sangre esta tradición, o no.

Desde aquí, mi enhorabuena a todos los cofrades que hacen posible que esto no se pierda. Han aguantado con estoicidad dos años de penitencia, nos pusieron la piel de gallina desde sus balcones y ahora es un momento. Espero que lo disfruten.

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