La Historia (XXIII)
El Espartero era todo valor. Dicen que fue uno de los más valientes diestros que ha dado la tauromaquia. Manuel García Cuesta, Maoliyo (como le llamaban de pequeño), era un asiduo a las capeas y saltando las tapias de las ganaderías, (cosas de la vida, cuentan que la primera que saltó fue la de Miura, mismo hierro que portaba el toro que le quitó la vida), hasta que debutó como banderillero en 1882, con Cineo como jefe de filas. Aun entonces hacía la luna algunas noches. Una de esas, fue detenido y, posteriormente, liberado gracias a la mediación del ganadero Antonio Miura. Tres años más tarde, debutaría en Sevilla y ese mismo año, ante el gran ambiente generado en la sevillanía taurina, tomó la alternativa a manos de Gordito. Fue torero más de valor que técnico, pero la afición sevillana quiso confrontarlo con Guerrita, segundo califa del toreo, con el que tuvo una gran relación. Quizá, esa falta de técnica es la que hizo que no cuajase en Madrid, donde confirmó en 1885, y donde nunca contó con el favor de su público.
Se casó el Espartero con la zaragozana Celsa Fonfrede, nacida en Ateca y viuda de Fernando Concha y Sierra, fundador de la ganadería a la que nombró con sus apellidos.
En 1894, el sevillano, que había adquirido su apodo taurino del oficio de su padre, se presentó en Madrid un total de cinco veces. Sin triunfar en ninguna de ellas, decidió repetir el 27 de mayo, en esta ocasión, con un encierro de Miura. El abreplaza se llamaba Perdigón. Fue un toro que, tras recibir cinco puyazos que costaron otros tantos caballos, se afligió, pasando a defenderse. Pinchó en alto El Espartero, que recibió una voltereta. Volvió a entrar a matar y, esta vez sí, dejó una estocada contraria que dejó herido de muerte al toro miureño. Pero en el encuentro, el animal tiró un derrote que hizo carne en el vientre del torero. Cuentan las crónicas que cayeron ambos a la vez. Muerto el toro. De rodillas, agarrándose el vientre, el diestro. Perdió el conocimiento en el callejón, y murió en la enfermería unos minutos después. Cuentan, también, que la parca no borró la sonrisa de su cara.
A su cuerpo, en Sevilla, lo esperaba seis mil personas. Y se calcula que unas veinte mil vieron pasar el cortejo fúnebre, un carruaje tirado por ocho caballos negros. Dejó para la posteridad un pase, citar en largo con la muleta recogida en la mano para desplegarla justo antes del embroque, que resurgiría después Pepe Luis Vázquez, inspirado por su abuelo, que iba en la cuadrilla de El Espartero. También una frase: Más cornadas da el hambre. Y la inspiración de diversas obras como la célebre Sangre y Arena, de Vicente Blasco Ibañez, o La Tarde más Larga, de Fernando Martínez. Y una descendencia encarnada en el poeta y breve torero Juan de Dios Pareja-Obregón y su hijo Martín, nieto y bisnieto, respectivamente, de El Espartero, un personaje de leyenda.
