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Unas escaleras caídas en el olvido Unas escaleras caídas en el olvido
Estado actual de las escaleras (izquierda) y estado original. Serafín Aldecoa

Unas escaleras caídas en el olvido

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Serafín Aldecoa

Ángel Tello  Guillén, Miguel Tello Guillén, Cándido Serrano Navarro, José Polo Guillén, Marcos Navarro Serrano, José Millán Alonso, Miguel Mercadal Plou, Joaquín Martín Serrano, Vicente Marcelino Cebrián Martín, José Lloret Bel, Benjamín Lazo Tartaj, Fidel García Andreu, Víctor Etayo Bondía, Gregorio Egea Inglés, Vicente Cutanda Esteve, Tiburcio Clemente Sesé, Telesforo Sanz Martínez, Joaquín Sancho Loscos, Julián Serrano Plou, Francisco Burillo García, Joaquín Burillo Ruiz, José Calvo Alejos, Francisco Cardona Solsona, Víctor Casanova Ochoa, Rogelio Cortés Monleón, José Latorre Tomás y Francisco Lucia Traid. Estos son los nombres y apellidos de los 27 vecinos de Teruel y provincia que figuran en la empinada escalera por la que se accede desde la calle Miguel Ibáñez hasta la carretera de Alcañiz y que se encuentra al lado del llamado Puente Nuevo.

En la actualidad la mayoría de los nombres y apellidos de los turolenses ubicados en la parte superior de la escalera prácticamente no se pueden leer y el resto se consigue con dificultades porque los escalones se encuentran en mal estado debido al abandono y al olvido que sufren por parte del Ayuntamiento que sería la institución que debería encargarse del mantenimiento. Las enredaderas del lado izquierdo de la escalera completan el panorama ya que han invadido los escalones así que con el paso del tiempo la situación será peor.

En el primero de ellos, con diferente color, se encuentra el nombre y primer apellido de la autora de la intervención. Se trata de una estudiante del grado de Bellas Artes del Campus universitario de Teruel, Laura Delgado y la fecha corresponde al mes de abril de 2014 que fue cuando la realizó.

En declaraciones a la prensa, Laura apuntaba que con dicha intervención pretendía “poner frente a la historia a los turolenses y que no miren hacia otro lado” de tal manera que “todas las personas que suban las escaleras se verán obligadas a ver esos nombres y a reflexionar acerca de quiénes eran, porque existe una similitud conceptual entre el subir las escaleras y el reconocimiento actual de las víctimas de la Guerra Civil”.

Laura es natural de Navarra y conocía la lista y lugares de procedencia de los presos republicanos  que se encontraban en el llamado Fuerte de San Cristóbal, una cárcel situada en el monte Ezkaba en las afueras de Pamplona, así como la tragedia que tuvo lugar en dicha prisión excavada en el suelo del propio monte.

Por este lugar especial, cuyas condiciones de estancia eran terribles debido a su falta de limpieza y salubridad, pasaron más de 5.000 presos a lo largo de la guerra y aparentemente su seguridad era máxima por encontrarse sus dependencias excavadas en el suelo de la cima del monte. Actualmente la relación nominal de los allí encarcelados es accesible en internet.

Aspecto interior del Fuerte de San Cristóbal

Sin embargo, el 22 de mayo 1938, en plena guerra, se produjo un hecho extraordinario que hizo historia: una fuga multitudinaria de 795 presos organizada por una treintena de ellos. Al parecer, una de las razones de su éxito inicial fue la utilización de la lengua universal del esperanto para comunicarse entre los organizadores con lo cual sus carceleros no se enteraban del contenido de las conversaciones.

Enseguida se inició la búsqueda, persecución y captura de los presos evadidos con lo que la evasión resultó prácticamente frustrada porque, según un recuento realizado posteriormente, solamente tres llegaron a Francia que era la meta que todos pretendían alcanzar; 586 fueron capturados y devueltos al Fuerte de San Cristóbal; 206 fueron abatidos con las armas huyendo por los montes navarros que desconocían, mientras que 14 fueron fusilados por ser considerados los cabecillas de la fuga.

Pues bien, 27 de los presos que pasaron por Ezcaba procedían de la provincia de Teruel, de ahí que Laura Delgado les dedicase esta instalación con el fin de que los turolenses reflexionasen sobre quiénes eran aquellos que figuraban en la escalera y por qué se encontraban sus nombres en la parte baja de los escalones. En realidad,  un ejercicio de memoria histórica que dudo que calase entre los turolenses afectados por un alto grado de amnesia histórica alimentada en gran medida por los partidos que quieren hacer borrón y cuenta nueva.

De ellos, de los 27, sabemos que procedían de varios pueblos de la provincia como Tortajada, Valjunquera o Huesa del Común pero también había algunos de la capital como el caso de José Millán Alonso, empleado del departamento de Justicia, que dirigió durante meses la Casa del Pueblo en Teruel que acogía a las secciones sindicales de UGT,  la Agrupación Socialista de Teruel y a las Juventudes Socialistas durante la II República.

Según algunas versiones, Millán habría sido ejecutado en las primeras horas de la sublevación y sin embargo, existe una mayor posibilidad de que fuera trasladado a Pamplona a donde llevaban a los dirigentes republicanos más “peligrosos”. Estos traslados de presos, teóricamente a Pamplona aunque muchos de ellos se quedaban ya en los Pozos de Caudé, parece que fueron ciertos y de hecho los mencionaba Ildefonso Manuel Gil en su conocida novela Concierto al atardecer.

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