

Antonio, de 95 años, junto a la réplica artesanal del HMS Victory. EFE/Javier Cebollada
El navío HMS Victory ‘zarpa de nuevo’ con la réplica de un turolense de 95 años
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Artemón, el lugar donde piezas únicas pasan de las manos de los artesanos a las de los compradores
Dos siglos después de surcar los mares en la Batalla de Trafalgar, el barco inglés HMS Victory ha vuelto a nacer, esta vez, en manos de Antonio Giménez, un turolense de 95 años que ha dedicado dos años de su vida a construir su réplica en una residencia de Zaragoza, donde esta semana se celebró su botadura simbólica.
Carpintero de profesión, Antonio llegó a la residencia hace cinco años junto a su esposa, que falleció poco después. “Decidí quedarme y andaba de ahí para allá porque sentado no puedo estar”, bromeó Antonio, que vio en la madera una nueva vía de escape.
“Es lo que he hecho toda mi vida”, describió, mientras observaba la pieza final del navío, que permanecerá expuesta en la residencia como homenaje.
Con madera Sapelli y cuerdas de cáñamo, Antonio ha podido dar forma a una embarcación, de gran relevancia histórica. “Este fue el barco insignia de la flota inglesa, y además lo comandaba el almirante Lord Nelson, que murió en la Batalla de Trafalgar, en la que ganaron los ingleses”, explicó Antonio, que antes de embarcarse en la reconstrucción de este navío, ya había realizado la maqueta de otras dos embarcaciones, también inglesas.
“Las actividades que hacemos en la residencia no le encajaban mucho, así que nos paramos a escucharlo, vimos su afición a la madera y preparamos un espacio para que pudiera trabajar”, señaló una de las trabajadoras del centro, que describió a Antonio como un hombre “que nunca está quieto”.
Así, en un pequeño taller improvisado dentro de la residencia zaragozana Rey Ardid de Delicias, este artesano de Monreal del Campo ha pasado largas jornadas replicando la embarcación, que ha cuidado con detalle durante estos meses, y que ahora por fin ha podido dar por terminada.
“He agradecido esto, porque me ha mantenido distraído”, explicó Antonio, que todas las mañanas también hace su rutina de bicicleta para mantenerse activo.
“Esto es lo que me ha servido a mí. A veces aquí no hay diálogo, te sientas con dos o tres, pero si no hablan, te quedas estancado, sentado en una silla”, afirmó Antonio, agradecido por haber encontrado una afición que mantiene su mente activa.
Con 90 centímetros de eslora, 16 centímetros de ancho y cerca de 70 centímetros de alto, el navío británico ha vuelto a la vida en la capital aragonesa en una historia que se inició cuando el hijo de Antonio le dejó en la residencia unos planos con las medidas y piezas de la nave inglesa.
“Les prometí hacer un barco y lo he cumplido”, señaló satisfecho con el resultado.
Además de la estructura, la embarcación tiene todo tipo de detalles, desde la bandera de Inglaterra y Reino Unido ondeando en la proa y popa de la nave, hasta grabados en el forrado, madera barnizada, escotilla, cuerdas y el timón de toda una embarcación en miniatura, que tampoco se ha olvidado de poner la placa identificativa del navío en la parte trasera de la nave.
“Lo más trabajoso fue el forrado, curvar la zona de la proa con la madera que tenía costó mucho, tuve que mojar todas las tracas y luego con la plancha caliente curvar poco a poco todo”, describió el turolense, que pese al trabajo sigue pensando en empezar alguna otra pieza, eso sí, más pequeña, “para que cunda más”.
El pasado miércoles, su creación botó simbólicamente en la residencia, sin agua, ni cañones, ni mar abierto, pero con la mirada y celebración de las decenas de residentes que pasan junto a Antonio sus días, y que brindaron junto a él con el deseo que todo llegue “a buen puerto”
Carpintero de profesión, Antonio llegó a la residencia hace cinco años junto a su esposa, que falleció poco después. “Decidí quedarme y andaba de ahí para allá porque sentado no puedo estar”, bromeó Antonio, que vio en la madera una nueva vía de escape.
“Es lo que he hecho toda mi vida”, describió, mientras observaba la pieza final del navío, que permanecerá expuesta en la residencia como homenaje.
Con madera Sapelli y cuerdas de cáñamo, Antonio ha podido dar forma a una embarcación, de gran relevancia histórica. “Este fue el barco insignia de la flota inglesa, y además lo comandaba el almirante Lord Nelson, que murió en la Batalla de Trafalgar, en la que ganaron los ingleses”, explicó Antonio, que antes de embarcarse en la reconstrucción de este navío, ya había realizado la maqueta de otras dos embarcaciones, también inglesas.
“Las actividades que hacemos en la residencia no le encajaban mucho, así que nos paramos a escucharlo, vimos su afición a la madera y preparamos un espacio para que pudiera trabajar”, señaló una de las trabajadoras del centro, que describió a Antonio como un hombre “que nunca está quieto”.
Así, en un pequeño taller improvisado dentro de la residencia zaragozana Rey Ardid de Delicias, este artesano de Monreal del Campo ha pasado largas jornadas replicando la embarcación, que ha cuidado con detalle durante estos meses, y que ahora por fin ha podido dar por terminada.
“He agradecido esto, porque me ha mantenido distraído”, explicó Antonio, que todas las mañanas también hace su rutina de bicicleta para mantenerse activo.
Mente activa
“Esto es lo que me ha servido a mí. A veces aquí no hay diálogo, te sientas con dos o tres, pero si no hablan, te quedas estancado, sentado en una silla”, afirmó Antonio, agradecido por haber encontrado una afición que mantiene su mente activa.
Con 90 centímetros de eslora, 16 centímetros de ancho y cerca de 70 centímetros de alto, el navío británico ha vuelto a la vida en la capital aragonesa en una historia que se inició cuando el hijo de Antonio le dejó en la residencia unos planos con las medidas y piezas de la nave inglesa.
“Les prometí hacer un barco y lo he cumplido”, señaló satisfecho con el resultado.
Además de la estructura, la embarcación tiene todo tipo de detalles, desde la bandera de Inglaterra y Reino Unido ondeando en la proa y popa de la nave, hasta grabados en el forrado, madera barnizada, escotilla, cuerdas y el timón de toda una embarcación en miniatura, que tampoco se ha olvidado de poner la placa identificativa del navío en la parte trasera de la nave.
“Lo más trabajoso fue el forrado, curvar la zona de la proa con la madera que tenía costó mucho, tuve que mojar todas las tracas y luego con la plancha caliente curvar poco a poco todo”, describió el turolense, que pese al trabajo sigue pensando en empezar alguna otra pieza, eso sí, más pequeña, “para que cunda más”.
El pasado miércoles, su creación botó simbólicamente en la residencia, sin agua, ni cañones, ni mar abierto, pero con la mirada y celebración de las decenas de residentes que pasan junto a Antonio sus días, y que brindaron junto a él con el deseo que todo llegue “a buen puerto”