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El programa de acogimiento familiar aragonés cuenta con una veintena de hogares turolenses El programa de acogimiento familiar aragonés cuenta con una veintena de hogares turolenses
Los chicos que llegan a las casas de acogida suelen haber vivido situaciones de abandono o maltrato

El programa de acogimiento familiar aragonés cuenta con una veintena de hogares turolenses

Protección a la Infancia crea el modo de acogimiento referencial para los casos más complicados
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José Luis Rubio

Una veintena de familias de la provincia de Teruel, sobre todo de la zona del Bajo Aragón, han abierto las puertas de sus casas y sus corazones a los niños que han sufrido una situación familiar adversa.

Los Servicios Sociales del Gobierno de Aragón, la Asociación de Familias de Acogida de Aragón (Adafa) y las propias familias forman una malla de seguridad para los pequeños de la comunidad que crece cada día. Además de las familias de acogida, la malla se amplía con la “familia extensa”, en la que entran familiares cercanos de los pequeños que se hacen cargo de él cuando la situación lo requiere.

En este momento, en Teruel no hay ningún niño en situación de acogimiento de urgencia, mientras que hay nueve en acogimiento temporal y dieciséis en acogimiento permanente.

El Servicio de Protección a la Infancia en Teruel tiene en cartera cerca de veinte familias para poder dar una solución de acogimiento a los menores que hayan tenido que salir de sus casas. Aunque la subdirectora del Servicio, Montse Ferrer, explicó que no todas están activas todo el tiempo. “Puede haber familias con algún miembro enfermo por lo que ese no sería un buen momento. También hay  gente también que descansa cuando ha tenido un acogimiento que por la duración en el tiempo, por las características del menor o de los menores, porque a veces no solo se acoge a uno, si no que si hay hermanitos, también los acogen”, explicó.

En Aragón, y también en la provincia de Teruel, hay más chicos buscando una familia de acogida que puertas a las que llamar. La elección del hogar ideal no es fácil porque “no todas las familias tienen el mismo ofrecimiento”, dijo Ferrer. Hay familias que solo están dispuestas a acoger a bebés mientras que otras solo aceptan a chicos más mayores. “Hay familias que se ofrecen para unas cosas y otras familias que se ofrecen para otras”, concretó.

Además, hay perfiles de muchachos cuyas oportunidades de llegar a una familia de acogida son menos. Son los casos de los mayores de doce años y quienes sufren algún tipo de discapacidad. Para este tipo de casos, como para otros que no encuentran su familia de acogida ideal, se ha creado una nueva modalidad: el acogimiento referencial.

Muchas de las familias que acogen menores en su seno en la Comunidad Autónoma se agrupan en la Asociación de Familias de Acogida de Aragón (Adafa), una asociación sin ánimo de lucro que afirma que “que trabaja para que ningún niño o niña se quede sin el derecho a vivir en familia sabiendo que esta le proporciona la protección, el afecto y la seguridad necesarias para desarrollarse como persona”.

El presidente de Adafa, Jaime Martínez, recordó que el acogimiento es “una medida de protección que realiza la administración pública en aquellos casos en los que un menor no puede estar con su familia de origen y que se suele dar generalmente de forma precipitada”, refiriéndose bien a los casos en los que los Servicios Sociales hayan observado que los menores no estén en las condiciones adecuadas para su desarrollo o porque se haya desencadenado una circunstancia que lo recomiende.

Para Martínez, “el acogimiento familiar, según los psicólogos y los pedagogos, es la vía idónea porque es lo que permite tener una normalidad. En un centro residencial hay unos educadores que van cambiando de turno, y aunque los menores están muy bien atendidos, todo es más profesionalizado. Mientras, en una familia hay una normalidad, el menor se integra con el resto de hermanos, con el resto de familias, tensa, tíos, abuelos... Y hay como una normalidad la vida en la familia”.

Hasta hace poco convivían tres modalidades de acogimiento, en función del tiempo que fuera a estar el menor en la casa de acogida.  “El acogimiento de urgencia que dura seis meses, el acogimiento temporal, que dura hasta dos años aunque hay veces que por circunstancias e igual se puede alargar un poco más o un poco menos y el acogimiento permanente que el acogimiento permanente en principio está pensado para que el menor esté acogido en esa familia hasta su mayoría de edad”, explicó la subdirectora de Protección.

Se recurre a los acogimientos de urgencia para que los técnicos diagnostiquen  la situación familiar del menor qué solución es la más adecuada para él. En acogimiento temporal se emplea para atender al chico mientras se trabaja para solucionar la situación de su familia biológica, con el objetivo de que pueda volver a su unidad familiar. En el caso de que ese regreso resulte inviable porque se constate que es imposible revertir la situación que obligó a buscarle una casa de acogida se recurre o bien a la adopción o al acogimiento permanente. Este último “es para aquellos menores que no tienen posibilidad de volver con su familia ni tienen posibilidad de ser adoptados”, dijo la responsable del servicio de Protección en la provincia.

Ahora se suma el referencial para los menores que están en un centro de acogida o los que no tienen la posibilidad de irse con su familia tienen ahora una cuarta opción, que es el acogimiento de referencia o referencial. Se trata de una solución temporal, para fines de semana o vacaciones en los que el pequeño se sumerge en una familia.

El presidente de la Adafa puntualizó que durante la estancia de los menores en estos hogares los servicios sociales evalúan la situación familiar del chico. “Primero se intenta que vuelva a la casa. Luego si eso no es posible, se busca una familia extensa que esté capacitada para cuidarle. Y si eso no es posible, ya entonces entraremos en la vía de la adopción”, señaló Martínez. Sin embargo, el acogimiento familiar y la adopción siguen caminos diferentes, con bolsas diferentes. “Nosotros estamos como un poco de medida transitoria, durante el tiempo que se resuelve su situación, que puede ser largo, a veces puede durar meses, tal, incluso más de un año, pues ese menor esté bien cuidado, esté integrado en la familia”, añadió.

Apoyo a las familias

Las familias que deciden ayudar a estos pequeños no están solas. El Gobierno de Aragón selecciona, forma y protege a las familias de acogida “desde el minuto uno”, aseguró Montse Ferrer. “Teniendo en cuenta que el acogimiento familiar es un recurso de protección de menores, estas familias están apoyadas a nivel técnico desde el minuto uno y siempre hay un técnico de referencia para apoyarles en las situaciones diarias que puedan ocurrir o las circunstancias especiales que se puedan dar”.

Se hace un seguimiento continuo tanto del menor como de la familia de acogida, que se convierte en los ojos y los oídos de la Administración en la nueva vida del chaval.  Así, la familia temporal puede advertir, por ejemplo, de las reacciones del menor tras las visitas con su familia biológica o su adaptación a la nueva rutina doméstica.

Además, la Administración ayuda en el sostenimiento de los menores con una cuota diaria, aunque desde el Departamento se lamenta que esa cantidad económica es “bastante leve”. Sin embargo, la Comunidad sí atiende las necesidades especiales del muchacho, como un tratamiento odontológico, tratamiento psicológico o unas plantillas ortopédicas, por ejemplo.

Perfiles

Los chicos que llegan a las casas de acogida suelen haber vivido situaciones de abandono o maltrato y que la DGA acoge bajo su protección. Aunque las edades varían desde los pocos meses hasta la adolescencia avanzada, cuando superan el umbral de los diez u once años su ingreso en una familia se complica. “El ofrecimiento de las familias de acogida suele ser para niños más pequeños, no son para niños mayores. A la adolescencia la gente le tiene mucho miedo”, reconoció la subdirectora de Menores.

En cuanto al perfil de las familias que se han ido sumando al programa, estas suelen tener hijos biológicos, aunque es cierto que participan familias de todo tipo. Así, hay chicos en familias monoparentales o en otras del mismo sexo. “Tenemos un montón de familias En su gran mayoría son familias que ya tienen hijos”, confirmó Ferrer.

Para entrar a formar parte del grupo de familias de acogida hay que superar algunas etapas. “Primero tienen que contactar con la Administración. Le damos una sesión informativa a la familia interesada y luego tiene que rellenar una serie de documentación y aportar documentación para  pasar después por un curso de formación de cuatro días. Nosotros tenemos que hacer un estudio psicológico y social de la familia. Y una vez que ya tienen la idoneidad, se ofrecen para un perfil determinado de menor”, explicó la subdirectora de Protección.

Hasta nueve familias se interesaron en 2023 por esta forma de ayudar a los pequeños, aunque finalmente solo tres llegaron a realizar el curso. La cifra es sensiblemente inferior a la de otros años, cuando se realizaban hasta dos ciclos del curso de formación.

Las condiciones de la vivienda también influyen a la hora de acoger menores en casa. El presidente de Adafa explicó que “lo que valoran mucho es que hay una habitabilidad, que sea un piso o una casa que esté bien acondicionada, que tenga la limpieza adecuada, que tenga las condiciones de habitabilidad mínimas a nivel cocina, servicios, lo que sea. Y también valoran el espacio, pero en función de los menores que tú quieres acoger”.

La idoneidad del medio rural

Para Ferrer, el medio rural no presenta ventajas sobre otros entornos, como el de una capital de provincia o la gran ciudad. “Es que es un problema de atención y dedicación y tiempo y cariño. Yo creo que estaría igual de bien, igual de bien”, razonó.

Además, aunque hay familias repartidas por todo el territorio provincial, Ferrer confirmó que “es verdad que hay más ofrecimiento de familias por la zona del Bajo Aragón que por el resto de la provincia”.

Según la información facilitada por Adafa, las familias se reparten un poco de forma uniforme, entonces, el medio urbano y el medio rural. “Sí, yo creo que incluso más el medio rural”, apuntó su presidente, que señaló el inconveniente de la “dispersión territorial” para las familias de acogida que residen en el medio rural, por las distancias con las capitales, a donde tienen que desplazarse para las visitas con los familiares o al médico o terapeuta.

Para Martínez, el acogimiento en el medio rural “tiene pros y tiene contras. La contra es que, evidentemente, para ciertos temas te tienes que desplazar. Pero el pro es que el menor está con la mente tranquila, también pude abstraerse un poco  de la realidad que está viviendo. En los municipios pequeños te suele acoger todo el municipio, no solo tu familia, sino que se suele volcar todo el mundo con el menor. El medio rural es un sitio idóneo para los menores, para crecer. En muchas ocasiones, tienen más libertad para salir, para relacionarse. Creo que es un sitio muy propicio el medio rural”.

Prepararse para el adiós

Las familias de acogida saben que su relación con el menor que llega a sus casas tiene fecha de caducidad (casi siempre).  La despedida suele ser el momento más difícil de la relación que se establece entre los padres de acogida y el muchacho. “Para la despedida, en el curso de formación que hacen antes del estudio de idoneidad, ahí ya se les prepara. Luego, hay un acompañamiento técnico que te ayuda a superar esos momentos. Lo que pasa es que, habitualmente, las familias que hacen esto tienen que tener muy claro eso, que el acogimiento implica una despedida, salvo que sea un acogimiento permanente”, explicó la representante de la Administración.

Sin embargo, Ferrer aseguró que a las familias “les compensa” tras comprobar cómo ha podido evolucionar el menor en el tiempo que ha permanecido con ellos. Además, la perspectiva de que el pequeño recale en una familia de adopción o en la suya propia si las condiciones han mejorado lo suficiente debería ser consuelo suficiente como para compensar la pena.