

José Antonio Satué Huerto, obispo de la Diócesis de Teruel y Albarracín: “Siempre percibí que León XIV promueve la corresponsabilidad, buen clima y confianza”
“No tengo más aspiración que servir a la Iglesia que me han confiado que es Teruel”José Antonio Satué Huerto es el actual obispo de la Diócesis de Teruel y Albarracín. Sus estudios y su carrera han estado ligados a la Iglesia desde su juventud y, tras ser ordenado sacerdote en 1993, con una estancia de nueve años en Huesca (Catedral de San Lorenzo). Posteriormente, se desplaza a Roma, donde estudia Derecho Canónico entre 2002 y 2004, para volver a Huesca y ejercer como vicario general judicial hasta 2015. En esta fecha recibe una invitación para trabajar en Roma con un diplomático hasta 2021. Este es su último paso antes de llegar a Teruel en 2021. En 2023 entra en el Dicasterio de los Obispos, en el que conoce y está próximo al ahora papa León XIV.
-¿Por qué un papa perteneciente a los agustinos?
-Porque así lo han decidido los cardenales. No cabe duda de que la Iglesia tiene muchos carismas y uno de ellos es el que deriva de las espiritualidad de San Agustín.
Y por otra parte, hoy por hoy, es uno de los vínculos que une a este papa con esta Iglesia de Teruel. Porque el obispo Polanco también fue agustino y en estos días se ha hecho noticia el hecho de que en una de las luces pectorales del papa León XIV lleva una reliquia del obispo Polanco de aquí de Teruel.
-¿Qué le proporciona Teruel y Albarracín?
-A mí personalmente, es una comunidad que me sostiene y me anima. Es una diócesis pequeña, en la que las relaciones son cercanas, son familiares. Es una diócesis en la que fundamentalmente, para bien, nos conocemos todos o casi todos. Y eso nos permite una vida en ese sentido sencilla y alentadora.
Yo, por circunstancias, tengo otras responsabilidades aparte de la diócesis. Pero siempre digo que volver a Teruel es volver a casa y, por tanto, volver al lugar donde me siento bien acogido. Y, por otra parte, sostenido en la tarea de cada día. Es una diócesis muy amable y una sociedad también muy amable que me ha acogido y me sigue acogiendo muy bien.
-¿Cuáles son sus objetivos?
-Mis objetivos generales en esta diócesis siempre han sido los mismos. Por un lado, ayudar a las personas a despertar esa espiritualidad que no es propia de los creyentes, sino de cualquier persona que se tome en serio los deseos de su corazón. Y en ese sentido, desde la diócesis, tratamos de ofrecer pautas, medios, instrumentos para poder desarrollar esa espiritualidad.
Después, de cara más adentro, un objetivo importante es crecer en sinodalidad, en corresponsabilidad. Es decir, que todos los miembros del pueblo de Dios, sacerdotes, religiosos y religiosas, laicos y laicas, participen tanto en la discusión de las decisiones que haya que tomar como en la puesta en marcha. Y, por otra parte, la relación con la sociedad.
Y dentro de la sociedad se encuentran de una forma especial las personas que peor lo pasan. Esas son las tres direcciones. La relación con Dios, el crear una comunidad fraterna y corresponsable y el tener unos vínculos de comunicación y de enriquecimiento mutuo entre la iglesia y la sociedad.
-Como conocedor y cercanía con el nuevo papa ¿Qué le sugiere?
-Pues me sugiere que es el papa que ahora mismo necesitamos. Me preguntaron hace tres o cuatro semanas, antes de que lo eligieran. Me animaron a hacer quinielas, de esas que no hago.
Pero sí que di un perfil. Y el perfil que a mí, en aquel momento, me gustaba era de un papa que siguiera las intuiciones del papa Francisco. Creo que ha sido una riqueza excepcional, tanto para la Iglesia como para el mundo, porque Francisco ha sabido romper muchas trabas y muchos límites, que a veces tenemos para llegar a personas que habitualmente no vienen a las iglesias. Pero por otra parte, después de un papa con estas intuiciones, con esta sensibilidad, yo pedía también un papa que supiera dar cauce a toda esta riqueza del papa Francisco.
Y ponía el ejemplo que después del papa Juan XXIII, que fue también súper intuitivo, vino un Pablo VI que no traicionó las intuiciones de Juan XXIII, pero le dio cauce. Y ahora creo que estamos, en ese sentido, en una época parecida. Hemos vivido un momento de mucha riqueza con el papa Francisco y ahora estoy convencido que este papa les va a dar cauce desde una sensibilidad distinta, tanto de procedencia como de sensibilidad.
Este papa es matemático y canonista, pero es también misionero, entonces me da la sensación de que los cardenales se han dejado llevar por el espíritu y han elegido al papa que necesitamos.
-¿Es difícil ganarse la confianza de León XIV?
-Creo que en este tiempo ha sido muy fácil trabajar con él. Nos citan a Roma cada 15 días aproximadamente y siempre que nos citan teníamos una reunión con él y con las 30 personas que forman parte del Dicasterio de Obispos. Y en esas reuniones lo que siempre percibí es que León XIV es una persona que ciertamente promueve la corresponsabilidad, crea un clima de libertad y de confianza para que todos y todas podamos hablar. Y después se nota, que aquello que estamos diciendo y compartiendo, él lo toma en consideración.
Desde ese punto de vista yo lo que puedo decir es que es muy fácil trabajar con él y que tiene una delicadeza muy grande en el trato de las personas.
-¿Qué cualidades destacaría?
-Pues esas dos. La sensibilidad humana, la confianza en Dios y la capacidad para dar participación.
-Otros aragoneses también están o han estado cercanos a León XIV. ¿Está Aragón mejor posicionado que otros territorios en cuanto a personas cercanas al papa?
-Es que no se trata de que Aragón esté posicionado. Hay veces que hacemos transposiciones que en la Iglesia no se dan tanto. Es decir, que ahora mismo haya un grupo de aragoneses que estemos más o menos cercanos a León XIV no significa especialmente nada, porque nuestra tarea es de ayudarle al servicio, no de Aragón sino de la Iglesia y del mundo entero. Entonces, desde ese punto de vista, no cabe duda de que nuestra tarea no puede cerrarse a una región. Lógicamente somos aragoneses y llevamos a Aragón en el corazón. Pero nuestra tarea no es tirar para Aragón, es servir a la Iglesia Universal.
-Espera, aunque ya lo hace, ¿formar parte del equipo más cercano a León XIV a corto plazo?
-Yo solo espero estar disponible para lo que él pueda necesitar como cualquier persona de iglesia. No pretendo estar ni más cerca ni más lejos, pretendo ser útil y basta.
-¿Hace falta más Evangelio como propone León XIV?
-Siempre hace falta más Evangelio. Siempre hace falta volver a los orígenes, a la frescura del Evangelio. Y en ese sentido, me parece que todo lo que suponga dar a conocer el Evangelio y todo lo que suponga animar a los creyentes a vivir el Evangelio, va a ser nuestra aportación más genuina a la sociedad en la que vivimos. No se trata de que nos diluyamos, sino que cada uno seamos lo que tenemos que ser. Y en ese sentido, cuanto más personas de Evangelio seamos mejor. Porque además hay aspectos de la religión que pueden suponer un alejamiento de la sociedad. Pero el Evangelio pocas personas se atreven a decir que es algo malo. Las palabras por ejemplo de Gandhi con respecto a las bienaventuranzas y al sermón de la montaña eran muy significativas. Y en ese sentido, sí, siempre más evangelio anunciado, y vivido sobre todo.
-¿Qué cree que se espera de este papado?
-Que las intuiciones de Francisco vayan encontrando cauce. Y, en ese sentido, creo que el pontificado que nos espera es un pontificado tranquilo, porque las características personales del papa son otras. También creo que vamos a tener un pontificado de León como muy centrado en lo fundamental: en el Evangelio, en cuidar la relación con Dios, en crear comunidades fraternas y sinodales, que es algo que el papa León no solamente ha predicado sino que vive, y eso lo he podido experimentar en primera persona. Y después, esa apertura al mundo y a la gente más necesitada que debe caracterizar a los seguidores de Jesús. Creo que nos espera un pontificado tranquilo, centrado y también muy fructífero.
-Hace poco ha estado en Roma. ¿Cuál ha sido el mensaje que les ha dicho ?
-Fue una reunión en el Dicasterio para los Obispos, esa comisión vaticana que se encarga de asesorar al papa en el nombramiento de obispos. Y fue una reunión de trabajo más. En la que, al principio, estuvo el papa León para saludarnos y para dirigirnos unas palabras en las que nos recordó el modelo de obispo que la iglesia espera y busca. En ese sentido, las palabras del papa fueron como muy sencillas, pero también muy clarificadoras de por dónde quiere que vaya la Iglesia y por tanto el modelo de obispo que tiene que servir a esa Iglesia.
-¿Qué le sorprendió de este encuentro?
-La primera sorpresa desde luego es que, el que venía, habitualmente, vestido como uno más, vino vestido de blanco. Y eso hizo que las relaciones pues cambiaran. Me sorprendió también la naturalidad con la que se mueve el papa León. Tengo la sensación de que no imposta, deque es él, de que no pretende ser como otros, por buenos que sean. Fue una cosa como muy sencilla.
-¿Hay esperanza en el futuro para la paz?
-¿Hay esperanza para la paz?, sí. Y creo que todos tenemos que comprometernos en esa esperanza. En el sentido de que, vivimos en un momento de mucha guerra y también en nuestras relaciones más cercanas de mucha contraposición, de mucha crispación. Y creo que cada uno tenemos que hacer lo que podamos en nuestro ámbito para que, estas tensiones innecesarias que estamos viviendo, puedan ceder: en la familia, en la vida política, en la vida social.
Son muchas más cosas las que nos unen que las que nos separan y a veces parece que vivimos solamente fijándonos en las aristas que nos dividen y nos hieren. Creo que el magisterio de los papas ha sido muy claro. Que la paz que queremos para el mundo y para los lugares en guerra ha de ser un compromiso de todos, que nace en el corazón de cada persona, que se desarrolla en los ámbitos más cercanos de la familia, de la comunidad, del barrio. Y que de ahí tiene que llegar a las relaciones internacionales.
Porque si la paz, la concordia, no la vivimos cada día, es muy difícil que después eso pueda entrar en la conciencia de los que tienen poder en el mundo para parar las guerras. Si en la sociedad hubiera una conciencia más clara de que necesitamos paz y que no podemos solucionar nuestros problemas a base de violencia, los responsables de las naciones, las autoridades de las naciones se lo pensarían antes de intentar solucionar los problemas a base de violencia.
-¿Es necesaria la diplomacia también en la Iglesia?
-Sí, es necesaria la diplomacia en el sentido de que sea un instrumento para transmitir verdad y para cuidar, no solamente el fondo de las cosas, sino también la forma. Hay una diplomacia que puede servir para envolver el mal con el bien, esa diplomacia no hace bien. Pero cuando intentamos hacer el bien y además de una forma diplomática es decir, buscando que las formas se adecuen al fondo, esa diplomacia no solamente es buena sino que es absolutamente necesaria. Tenemos que intentar ser buenos en el fondo y en la forma. Porque la forma también está revelando cómo está el fondo.
-¿Qué protagonismo le da a la familia?
-Pues un protagonismo fundamental. Y no en la teoría sino en la práctica. Cuando yo echo la vista atrás y recuerdo... mis padres murieron hace mucho tiempo, pero recuerdo mis experiencias familiares, pues doy muchas gracias por ellas. Porque allí aprendí muchas de las cosas que ahora estoy viviendo.
Y cosas que en su momento no le dabas ninguna importancia, después te has dado cuenta que te han marcado a fuego. En ese sentido, la familia, como lugar donde cada persona es acogida, no por sus merecimientos, no por lo que tiene sino por lo que es. Es una escuela de convivencia que, cuando falta, se traslada después los problemas a la sociedad y al mundo al que vivimos.
Creo que apoyar a la familia, y a las familias en concreto, es uno de los objetivos personales y diocesanos en los que estamos trabajando. De hecho, estamos dándole vueltas a ver cómo podemos, no solamente apoyar con palabras sino también con servicios concretos a las familias, y especialmente a las familias que pasan momentos difíciles, porque todas pasan momentos difíciles antes o después. Sí, me parece que la familia es una célula esencial tanto para la Iglesia como para la sociedad.
-¿Tiene alguna aspiración personal o más en el ámbito profesional?
-No tengo más aspiración que servir a la Iglesia que la Iglesia me ha confiado, que ahora es la Diócesis de Teruel y Albarracín, y en la medida en que la vida me lo permite ejercer mi ministerio como un cura de pueblo que ayuda a las personas concretas en cuestiones pequeñas y que intenta ser transparencia de ese amor y de esa ternura que experimento de Dios en cada momento.
-Últimamente ha salido en las quinielas como posible o futurible obispo de Málaga. ¿Qué piensa de ello?
-Pues pienso que, no solamente en estos cuatro años, sino desde hace 8 o 10 años, he salido en muchas quinielas y nos gusta todo este tema de si puedes ir aquí o puedes ir allá, pero lo que digo es que mientras esté en Teruel estaré con alma, vida y corazón, y el día que la Iglesia me pida que vaya a servir en otro sitio, estaré también disponible. Eso es lo que puedo decir, que allí donde estás, el tiempo que estés, hay que darlo todo. Hay que intentar aprender de todo. El objetivo es comprometerse a tope pero estar disponible para lo que surja, porque esa ha sido una experiencia que, a lo largo de mi vida, me ha ido muy bien. En pocas ocasiones he elegido yo el lugar donde iba a trabajar y, sin embargo, a todos los sitios donde mis superiores me han enviado en algunos casos más tiempo, en otros menos, pues siempre ha sido un momento de aprendizaje. Ciertamente, estos cuatro años que voy a llevar aquí en Teruel, han sido muy enriquecedores para mí.
-¿Qué destacaría de estos cuatro años en Teruel?
-Destacaría algo que ya he dicho antes, que es el tema de la familiaridad. Ser una diócesis pequeña pues nos lleva a relaciones muy cercanas, muy fraternas y eso para alguien que ha nacido en un pueblo, que ahora tiene cien habitantes, y para alguien que viene de la Diócesis de Huesca, que es una diócesis gemela a la de Teruel y Albarracín, pues es importante.
Por otra parte, me he encontrado una iglesia muy viva, muy muy viva en la que he podido disfrutar de lo que otros trabajaron antes que yo. Y bueno pues en ese sentido recuerdo con mucha gratitud y me imagino pasear por esta casa a los obispos, con los que algunos tuve muy buena relación. Desde don Damián Iguacel, que era oscense como yo, a don Antonio Algora, con el que trabajé mucho en Pastoral Juvenil con él. A don Carlos Escribano, a don José Manuel Lorca y también a Antonio Gómez Cantero con los que he tenido muy buena relación.
Y en ese sentido, es bonito llegar a un sitio e incorporarte a la marcha de una diócesis en la que mucha gente se ha dejado la piel y ha sido muy bonito, tanto recoger lo que otros sembraron como intentar sembrar para que, los que vengan detrás, puedan seguir recogiendo. Y después una de las cosas que para mí ha sido muy bonita es que casi todos los pequeños proyectos que han ido surgiendo en esta consulta sinodal, que hemos ido realizando porque así nos lo pidió el papa Francisco, pues poco a poco han ido encontrando cauce. Hasta este último evento que tuvimos del Congreso sobre la Esperanza, del que estoy especialmente contento y agradecido.
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