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Miguel Rivera

Probablemente, sea la despedida más extraña que puedan leer, porque parece un saludo. Así es como se colaba en mi casa muchísimas tardes de los fines de semana Pepe Domingo Castaño, dando inicio al Carrusel Deportivo en la Cadena SER, primero, y al Tiempo de Juego, en la Cadena Cope, después, y sirviendo de introducción a innumerables goles, chascarrillos y, sobre todo, a la publicidad, donde creó un estilo inconfundible. Esa entradilla no sonará más, pues una de las voces más reconocibles de la radio deportiva y musical española se apagó para siempre de forma repentina en la madrugada del domingo.

Desde entonces he leído y escuchado todo tipo de homenajes, despedidas y necrológicas, todas ellas cargadas de sentimiento, pues se ha ido una voz inconfundible y muy querida.

Y esa es la parte sobre la que me interesa centrarme hoy, sobre un aspecto que coinciden en remarcar prácticamente todas las personas que lo conocieron: su forma de afrontar la vida, siempre alegre y positiva.

Creo que eso es algo que me encantaría poder transmitir a las personas que me rodean y que creo que es la mejor forma posible de recordar a alguien que ha fallecido: intentar vivir la vida con alegría y tratar de hacérsela más fácil y feliz a la gente que me rodea sea de forma más constante o de un modo más coyuntural. Así resumo lo que yo considero ser buena persona: en que la gente que esté cerca de uno, cuando se aleje lo haga con una sonrisa, o, al menos, pensando que le has hecho más agradable ese rato juntos.

No es fácil que gente tan diversa y de ámbitos tan dispares coincida tanto como lo han hecho en estos últimos días. Estoy seguro de que la forma de afrontar la vida de Pepe ha tenido mucho que ver en eso.

Y digo Pepe, y no su apellido o su nombre completo porque, aunque obviamente no tuve el placer de conocerlo en persona, alguien que ha entrado de forma tan cotidiana en mi casa, en mi vida, y me ha hecho tanta compañía, es casi como un amigo. Por eso yo, al escribir estas líneas, no puedo evitar emocionarme al recordar los programas que escuché el día de su fallecimiento, hechos por sus amigos, que no compañeros, recordando cómo, al calor de los puritos, las hidrolimpiadoras o las pipas que hay que probar antes de abandonar el mundo, les hacía más felices a todos.

Creo que es difícil escribir sobre alguien a quien no conoces, y obviamente todos aquellos que lo hicieron, lo han hecho mucho mejor y con más conocimiento que yo, pero sí me gustaría haber aprendido esa lección de algo que puede parecer tan banal o tan poco trascendental como un programa deportivo de radio, y con esa reflexión me quedo. Da igual lo importante que sea el desempeño de uno: creo que es nuestra obligación ser cercanos y cordiales para quienes nos acompañan en el camino para hacer su vida un poquito más feliz. Sí: creo que así debe afrontarse la vida, sin lugar a la duda.

Se nos va la voz de los goles, la de la emoción, la del espectáculo, la de siempre, la clásica, la veterana, la del sonido imprescindible, la de Pepe Domingo Castaño. Descanse en Paz.

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