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Miguel Rivera

En uno de los primeros artículos que escribí en esta columna, reflexionaba sobre la fugacidad del mundo en que vivimos y la ausencia de pausa y reflexión, todo ello al hilo del fallecimiento del periodista onubense Jesús Quintero. ¿Se acuerdan? Parece que haya pasado un lustro y apenas han trascurrido algo más de seis meses.

La misma reflexión me vino a la cabeza hace unos días. Vi una fotografía previa a uno de los debates electorales anteriores a las elecciones generales de hace cuatro años. En él concurrían los líderes de los entonces cuatro principales partidos nacionales: Pedro Sánchez por el PSOE, Pablo Casado por el PP, Pablo Iglesias por Podemos y Albert Rivera por Ciudadanos.

La reflexión me vino hecha, casi sin esfuerzo: no por el cambio de panorama político que salió de aquellas elecciones, sino principalmente por el hecho de que tres de los cuatro protagonistas de aquel debate, y por tanto de aquella foto, no sigan hoy en la primera línea política. Vivimos en un mundo efímero, en el que se premia el tuit ingenioso en lugar del artículo reflexivo y profundo. El mismo análisis vale también para la política, para el deporte o para cualquier ámbito de la sociedad.

Cualquier cosa que requiera nuestra atención durante más de treinta segundos es automáticamente descartada, lamentablemente. Y eso es especialmente grave en política, donde se supone que la pausa y la reflexión llevan a mejores ideas que redunden en el beneficio general de la ciudadanía, que es el fin principal de la política.

Pasa lo mismo en ámbitos tan diferentes como los partidos políticos y los equipos deportivos. Líderes y entrenadores pasamos de moda. Y esa moda es, tristemente, cada vez más efímera. Durante la última legislatura hemos visto cambiar de líder a tres de los ahora cinco principales partidos, e incluso, ha nacido un sexto partido. También hemos visto a equipos de primer nivel tener hasta tres entrenadores en la misma temporada. En general, el cortoplacismo suele ser mal consejero en cualquier ámbito de la vida en el que se busquen resultados, y, por el contrario, allí donde se suele tener paciencia, habitualmente llegan los resultados.

En política, como decía anteriormente, el cortoplacismo de los partidos es muchas veces alarmante. Todo se precipita ante la amenaza de las urnas. Los líderes deberían vivir sin esa presión. Las medidas que adoptan deberían ser en pos del interés general, no de perpetuarse en un cargo.

Obviamente, esta reflexión es una generalización al hilo de una fotografía, pero creo que refleja bien la sociedad fugaz y efímera en la que vivimos. Lo de ayer es pasado, pero debe servir como punto de partida para el futuro, al menos desde mi punto de vista, puesto que la experiencia es siempre un grado, y la pausa y la reflexión el sustento del acierto en la toma de decisiones.