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Miguel Rivera
Hace unos días leía un artículo sobre el volumen de trabajo (y de negocio, aunque ese no era el tópico principal del análisis) en una de las grandes multinacionales de venta tecnológica en nuestro país, a raíz del llamado Black Friday. Por si a estas alturas, amigo lector, usted aún no sabe en qué consiste, se trata de una tradición estadounidense, pero ya exportada a medio mundo, celebrada el viernes posterior al día de Acción de Gracias (cuarto jueves de noviembre), y que consiste en que los negocios realizan un día especial de descuentos, fomentando la compra por parte de los consumidores. Los orígenes de dicho día no están claros y, como suele suceder en estos casos, hay muchas hipótesis y leyendas al respecto. Lo que está claro es que, hoy en día, en nuestra sociedad, el Black Friday se ha convertido en un ritual de consumo exacerbado.

Durante esta semana, es prácticamente imposible entrar a ninguna web de cualquier compañía, grande o pequeña, y no encontrar ventanas emergentes y anuncios, a cada cual más llamativo que el anterior, alentando al lector a consumir los productos o a hacer pedidos en la propia web. Sucede lo mismo en las páginas de la gran mayoría de periódicos o medios de comunicación, cuya publicidad estos días está llena a rebosar de ofertas y promociones con las dos repetidas palabras: “viernes negro”.

Se estima que, en apenas diez años, el consumo de las familias se ha multiplicado en estas fechas. Según salecycle.com, en 2013 el volumen de mercado fue de 1.930 millones de dólares, pasando en 2022 a 9.120 millones, casi cinco veces más. En España, se estima que el gasto será de unos 280 euros por persona.

Amazon, El Corte Inglés, MediaMarkt, Carrefour, Mango, Zara o Apple son las empresas líderes en nuestro país en visitas a sus webs y en volumen de ventas durante estos días. Todas ellas aplican fuertes descuentos en muchos de sus productos, amparados en su vasto volumen de negocio. Ropa, hogar, tecnología, complementos, deportes o viajes son las categorías más frecuentes en dichas búsquedas. La facilidad de comprar por internet, sin apenas levantarse de la silla y a golpe de clic, pone en bandeja gastos abusivos.

Así, la mayoría de los expertos aconseja no dejarse llevar por el instinto consumista, impulsivo por excelencia, y visitar varias tiendas antes de tomar una decisión de compra definitiva. Lo ideal, además, es hacer una planificación de qué cosas son realmente necesarias y no dejarse llevar por la publicidad o por el capricho, que suelen ser dos formas bastante habituales de gastar más de lo que uno había previsto.

Como todas las iniciativas de mercado, el Black Friday no deja de ser una forma de incentivar al pequeño consumidor a gastar el dinero, normalmente en las grandes superficies o multinacionales, y muchas veces en cosas que no son del todo necesarias. Así, podemos convertir este día lleno de promociones en un negocio muy negro para la economía personal o familiar. Como conclusión, la única solución para no malgastar nuestro dinero es ponerle cierta cabeza a este ritual consumista que nos acaba de llegar, pero que lo ha hecho para quedarse: Amazon y demás se encargarán de ello.