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Un arrebato de sentido común Un arrebato de sentido común

Un arrebato de sentido común

Miguel Rivera

Estuve a punto de iniciar esta columna el pasado miércoles, en un arrebato de euforia tras ver la final de la UEFA Europa League ganada por el Sevilla. Sin embargo, escribir o tomar decisiones al calor de las emociones no suele ser buena idea, así que dejé pasar unos días hasta sentarme delante del teclado.

He de confesarles que me gusta ver el fútbol como espectáculo, como mero aficionado, pero también con la perspectiva de alguien que se dedica al deporte de forma profesional y es por ello por lo que suelo fijarme mucho en la figura de los entrenadores. En este caso, me encantó ver el triunfo de alguien como José Luis Mendilibar.

Un entrenador de toda la vida, con un curioso récord, que describe claramente su trayectoria. Fue campeón en Regional Preferente (CD Arratia, 1996), de Tercera División (Basconia, 1998), de 2ªB (Lanzarote, 2004), de 2ª (Valladolid, 2007). Tras una larga trayectoria en equipos de Primera luchando por la permanencia, un Sevilla en urgencias y muy cerca del descenso, le llamó para evitar la quema, y el técnico vasco, experto en estas lides, sacó al Sevilla de la crisis para clasificarlo, tras la victoria en la Europa League, a la UEFA Champions League del año que viene. De la UCI a la UCL, siempre fiel a su estilo natural y directo, tanto en el campo como en la sala de prensa.

Cambiando completamente de tercio, el otro día leía en “El Debate” la reseña de la presentación del libro “Dorothy y el descubrimiento de América” escrito al alimón por el rockero neoyorkino Elliott Murphy y el escritor moguereño Peter Redwhite, que aprovecho para recomendarles desde estas líneas.

En la entrevista, Murphy y Redwhite, con casi 40 años de diferencia entre ellos, conversaban sobre la brecha generacional, y como esta se va acentuando de forma vertiginosa a medida que pasa el tiempo, acrecentándose progresivamente, por culpa o con ayuda, en parte, de las nuevas tecnologías.

Por eso, la victoria del Sevilla, guiado por un entrenador trabajador, constante y, quizá, alejado de los grandes focos y del marketing, acerca un poco a las nuevas generaciones con las anteriores. No es necesario vestir un traje brillante de etiqueta, no es necesario venderse bien, aunque puede que ayude.

Muchas veces pensamos en el entrenamiento como una fórmula o receta mágica, y nada más lejos de la realidad. Entrenar es un proceso diario, en el que el técnico debe diagnosticar los problemas del equipo y darles solución a través del trabajo cotidiano y de hacer creer a un colectivo en que esa forma de resolverlos los acercará al objetivo común, que no es otro que la victoria. Si el entrenador lo consigue, y el equipo se lo cree, la parte más difícil del trabajo está hecha.

El famoso himno del Sevilla, interpretado por El Arrebato, pegadizo y animoso donde los haya, proclama que “Dicen que nunca se rinde”. Mendilibar encarna esa filosofía a la perfección, siempre lo ha hecho. Y con esa naturalidad y espontaneidad que transmite, da la sensación de ser un tipo normal, a quien yo me alegro de que le vaya tan bien. Su mayor éxito le ha llegado con 62 años, y es la guinda perfecta a un pastel que empezó a cocinar en Regional Preferente, y que, a base de esfuerzo y trabajo constante, le ha llevado a ser campeón de Europa. Felicidades, Sevilla; felicidades Mendilibar.