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Miguel Rivera

Aunque sabía de su delicado estado de salud por un buen amigo en común, la noticia del fallecimiento de Ramón Navarro, presidente del Club Deportivo Teruel, me llenó de un profundo sentimiento de tristeza. No es que yo lo conociera en exceso, pero en las contadas ocasiones en las que nos encontramos, siempre fue una persona extremadamente cercana, cordial y amable.

Durante los años que viví en Teruel, la relación entre los dos clubes más representativos de la ciudad, el Club Voleibol Teruel y el Club Deportivo Teruel, siempre fue de cercanía y cooperación. Fueron varias las ocasiones en las que el Club Deportivo Teruel nos recibió en el Campo Pinilla para celebrar algunos de los títulos nacionales que obtuvimos en aquellos años, con Ramón siempre a la cabeza, siendo siempre una persona amable y detallista con nosotros. También colaboraban ambas instituciones de forma recurrente en el partido de Navidad con fines solidarios y buscando la cercanía y la sintonía entre ambos clubes. Ramón Navarro siempre estuvo al frente de estas iniciativas, junto con nuestro presidente, Carlos Ranera, otro emprendedor de nuestro deporte, quien no faltó en el último adiós a Navarro. Ambos entendieron y entienden que el deporte es un medio idóneo para dotar de identidad a una ciudad tan maravillosa como Teruel y para vertebrar un territorio con unas características tan particulares. El deporte cumple una función determinante en nuestra sociedad, pero necesita de gente dispuesta a impulsarlo y liderarlo. Desde el domingo, tristemente nos falta uno de los buenos.

Aunque yo nunca fui un asiduo a Pinilla, sí me gustaba ir de vez en cuando a disfrutar del fútbol del equipo. En la última de mis visitas al estadio, fui acompañado por mi hijo, aún muy pequeño. Era un día muy frío de invierno y, en el descanso, Ramón nos invitó a ambos a entrar dentro de la zona reservada para los directivos, para que el pequeño estuviera resguardado y recuperase algo de calor y jugase algo con Tori, la mascota del Club. Mi hijo lo pasó muy bien y volvió a casa emocionado, algo por lo que yo le estaré siempre agradecido a Ramón.

Estos días he leído y escuchado numerosos artículos y piezas de televisión ensalzando la figura de Navarro, así como sus logros deportivos. Con él, el CD Teruel llegó a alcanzar las cotas más altas de su historia y aunque no llegará a verlo terminado, consiguió impulsar junto con el Ayuntamiento el proyecto de reforma del Campo Pinilla.

En mi modesta opinión, no habría mejor homenaje para Ramón Navarro que el campo pasase a llevar su nombre. Me parece que un hombre bueno, positivo y humano, y que hizo tanto por el deporte turolense, no merece menos, y que el campo de fútbol de la ciudad no podría tener mejor nombre. Descanse en paz.

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