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Una estrella que ya no brillará Una estrella que ya no brillará

Una estrella que ya no brillará

Miguel Rivera

La semana pasada, el mundo del voleibol se despertó consternado. Julia Ituma, estrella emergente de apenas 18 años de la pallavolo italiana había fallecido al caer desde la ventana de su habitación de hotel, tras haber jugado con su equipo, Igor Gorgonzola Novara, el partido de semifinales de la Champions League en Estambul.

Poco después, todas las investigaciones e incluso las declaraciones de sus propias compañeras apuntaban al suicidio como motivo del suceso.

La juventud de la jugadora y su relevancia en el país transalpino, donde ya saben ustedes que el vóley es un deporte de un alto seguimiento, enseguida hicieron que la noticia llenase los periódicos e informativos italianos, llegando también a los medios generalistas de nuestro país, donde rara vez se lee una noticia acerca de nuestro deporte, llegando a publicar esta vez incluso un vídeo de dudoso gusto.

El aspecto en el que me quiero detener hoy es algo más general. El suicidio es un gran problema en nuestra sociedad. En 2021 más de 4000 personas se quitaron la vida voluntariamente, casi 11 cada día. Sin embargo, es un problema social sobre el que prácticamente no se pone el foco mediático, sino más bien todo lo contrario.

En una sociedad donde la salud mental, muy poco a poco, va apareciendo en nuestro orden de prioridades, pienso que deberíamos centrarnos mucho más en quienes sufren tanto como para llegar a tomar una decisión tan drástica.

Se desconoce el motivo que llevó a Ituma al suicidio y realmente da igual, como muchas veces tampoco se conoce el motivo de tantas y tantas otras víctimas anónimas. Seguro que hay mucha gente en situaciones desesperadas que quizá no se atreve a pedir ayuda.

La sociedad premia a las personas fuertes, no acepta a los débiles y presentarse como alguien frágil es casi una vergüenza. La hipercompetitividad en la que vivimos nos obliga a levantarnos casi antes de caernos y el mundo del deporte no es ajeno a ello, sino más bien todo lo contrario. Así, la competencia es una cualidad intrínseca al deportista y no todo el mundo está preparado para lidiar con ella.

Poco a poco, como escribía más arriba, vamos sensibilizándonos con la salud mental y cada vez se oyen más voces, y cada vez más autorizadas y respetadas, que nos animan a pedir ayuda cuando uno siente que tiene necesidad de ello.

Sin embargo, en un mundo cada vez menos empático, y esto es una percepción absolutamente subjetiva, tengo la sensación de que muchas llamadas de auxilio no llegan finalmente a unos oídos que las escuchen. Parece que la ayuda queda exclusivamente en manos de los profesionales y eso es una terrible lacra social.

Alguna de sus compañeras ha expresado que “ojalá hubiésemos sido capaces de ayudarla antes o de haber sabido escucharla”. Quién sabe si ella lanzó esa llamada de auxilio que quedó desatendida.

Hoy, lo único que sabemos es que una chica joven, cuyo sueño era ser estrella del voleibol, con toda su vida por delante, nunca más brillará en la pista y lo hace ya desde el cielo.

Descanse en paz.