

Las gradas: el verdadero motor del Mundial donde la afición convierte cada curva en un clamor
Miles de aficionados por una pasión común, historias que cruzan fronteras y un circuito convertido en fiestaLos tres regalos de Marc a su afición: crono, triunfo y gran celebración en el Fan Festival
Miles de moteros toman las calles de Alcañiz y celebran la nueva fecha de las carreras
El Gran Premio GoPro de Aragón 2025 volvió a brillar como una de las grandes joyas del calendario de MotoGP. Lo que sucede en Alcañiz trasciende una simple carrera. Desde primeras horas del viernes -y para muchos, incluso desde el jueves-, se respiraba en cada rincón de esta ciudad turolense la emoción que se avecinaba. Los aficionados llegaron cargados de banderas, ilusión y kilómetros recorridos. Algunos habían instalado sus tiendas de campaña antes de que los camiones del paddock terminaran de montar sus estructuras, mientras que otros madrugaron el domingo, despertados por el inconfundible rugido de las motos. Todos compartían un mismo deseo: formar parte del espectáculo de MotoGP.

Desde que comenzó la jornada del domingo el ambiente en las gradas fue una mezcla de nervios y pancartas al viento. El sol, implacable sobre el asfalto y las gradas, no logró mover a nadie de su sitio. Allí, cada sombra era un tesoro, pero nadie estaba dispuesto a perder el lugar con mejor vista. Con gorras ajustadas, prismáticos al cuello y camisetas de sus ídolos como uniforme, miles de aficionados convirtieron el circuito en un mosaico multicolor de pasión. En cada rincón había historias que merecen su propia portada. Como la de Cristina Ibón, que llegó desde Valladolid embarazada de siete meses. “Mi ginecóloga me dijo que si estaba tranquila, no había problema. Pero claro, tranquila no he estado en ningún momento ¡es imposible!”, decía entre risas mientras animaba a su piloto con una mano y se sujetaba la barriga con la otra. O la de Alejandro González y Aitor Arcilla, que viajaron desde Colombia -más de 8.000 kilómetros- solo por el Gran Premio. “Ahorros, permisos en el trabajo, visado... ¡todo por esto!”, contaban emocionados ondeando su bandera tricolor. “Ver MotoGP en directo es otra dimensión. Es adrenalina pura. Esto no lo vives desde casa”. También conmovían Tamara Díaz y María Ruiz, primas y cómplices de grada, que llegaron desde Madrid. “Esto lo heredamos de nuestros padres”, contaban con orgullo. “Ahora somos nosotras las que organizamos todo: los horarios, la comida, las entradas, pero el espíritu es el mismo. Venir aquí es volver a casa”.
Grada 3B: territorio Márquez
Si hubo un corazón que latió más fuerte que ningún otro durante el fin de semana, fue la 3B. Camisetas rojas con el 93, gorras azules con el 73, bufandas, megáfonos y gritos formaron una banda sonora constante. Marc Márquez llegó en plena forma. Su Ducati volaba. Cada paso por la curva era una ovación. Y cuando se acercaba a Álex en pista, la grada sencillamente explotaba. Marc se llevó la victoria, firmando un fin de semana perfecto al liderar todos los entrenamientos y la carrera.

Álex fue segundo, firmando también un doblete familiar que enloqueció a los suyos. Tercero, un Bagnaia algo más discreto, pero igualmente ovacionado. Al final de la prueba, los hermanos se acercaron a su hinchada. Se abrazaron, saludaron y escucharon cómo miles de personas coreaban sus nombres. Fue un instante que quedará grabado en la memoria de todos los presentes, pero especialmente en la de nuevos aficionados como Luca. Con apenas nueve meses, vestido con un body rojo y el número 93 estampado en el pecho, no entendía aún el estruendo ni los motivos de tanta emoción. Pero ya sentía la energía del motociclismo en brazos de su abuelo Javier, quien lo sostenía con orgullo frente al espectáculo. “En esta familia no se aprende a caminar, se aprende a acelerar”, decía entre risas y emoción. “No sé si lo recordará, pero esta es su primera carrera. Y ojalá sea la primera de muchas”.

Además, más allá de la competición en pista, los seguidores de Marc Márquez vivieron momentos únicos, como el sorteo de un casco firmado por el piloto, que congregó a cientos de aficionados en un acto cargado de emoción.
Más allá de la 3B
Aunque la 3B fue el epicentro de la euforia, el resto del circuito no se quedó atrás. En la Grada 3C, los clubes de fans de Fermín Aldeguer, Álex Escrig y el ausente pero siempre presente, Jorge Martín, llenaron las filas. La Pelouse 4, teñida de naranja por los fans de Pedro Acosta y Maverick Viñales, fue otra olla a presión. Y qué decir de la 6, allí no hay butacas, pero sobra entrega.
Sombrillas, bocadillos, risas, y ese punto de locura controlada que solo el motociclismo es capaz de generar. Adrián Rodríguez, seguidor incondicional de Pedro Acosta, lo resumía con claridad: “Me he levantado a las cinco de la mañana para coger el mejor sitio. Hemos venido con dos sillas, una sombrilla y mucha agua”. En el icónico Sacacorchos, cada adelantamiento se vivía como un gol en la final de un Mundial. Allí, entre derrapes y aplausos, se confirmó lo que todos saben: MotorLand no solo vibra por las motos, vibra por su gente.

Y es que lo que pasa en Aragón no pasa en ningún otro sitio. este domingo, muchos volvieron a casa afónicos, quemados por el sol, cansados tras tres días de nervios y emoción, pero con el alma llena. Porque este deporte se siente más allá de la televisión: se vive en directo, en comunidad y con la garganta al rojo. Y mientras los camiones recogen, el paddock se apaga y los motores enmudecen, una cosa queda clara: MotorLand sigue siendo uno de los grandes templos del motociclismo mundial. Y su afición, una de las más fieles.
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