Profesionales del Bajo Aragón abordan claves de la violencia vicaria
La psicóloga Guarino alerta de falta de herramientas de detección de estos casosEl Sistema VioGén protege a 204 víctimas de violencia de género en la provincia de Teruel
La coordinación, clave en la atención a menores en casos de violencia de género
La comarca del Bajo Aragón acogió hace unos días la conferencia Violencia vicaria – Claves y realidades (Por unas infancias protegidas y libres), impartida por la psicóloga forense María José Guarino, en una sesión financiada por el Ministerio de Igualdad. A la jornada asistió una veintena de profesionales del territorio: trabajadores sociales, psicólogos, personal del centro de atención temprana, servicios sociales comarcales y técnicos municipales, entre otros perfiles vinculados a la intervención con infancia y familia.
Guarino enmarcó este fenómeno como una forma de violencia de género y un abuso de poder del progenitor agresor hacia la madre a través de los hijos, subrayando que, a día de hoy, “no existe ningún instrumento que permita decir: si cumple X indicadores, es violencia vicaria”. La especialista incidió en que esta ausencia de herramientas estandarizadas, sumada a una cultura jurídica poco preventiva, hace que “cuando los jueces se encuentran con situaciones que podrían encajar en violencia vicaria, con frecuencia lo califican como conflicto familiar”.
Ideas clave
La psicóloga insistió en una idea que traslada de forma sistemática a profesionales y víctimas. “Un maltratador nunca deja de ser maltratador solo porque la relación de pareja se haya roto”. Explicó que muchas mujeres que han sufrido maltrato creen que, al separarse, “muerto el perro, se acabó la rabia”, cuando en realidad la conducta de control y poder puede continuar canalizándose a través de los hijos. Según Guarino, es habitual que las madres confíen en que se abre “una nueva etapa” en la que el agresor pasará simplemente a ejercer como padre, pero calificó esa expectativa como “falacia”: la dinámica abusiva se desplaza al terreno de la coparentalidad.
En ese contexto situó los mecanismos de violencia vicaria: decisiones contradictorias en la crianza, cuestionamiento sistemático de los criterios de la madre, sabotaje de procesos médicos o psicopedagógicos y una intencionalidad clara de dañar el vínculo materno-filial. “Cuando hay una voluntad de engañar y de invalidar de forma deliberada el criterio de la madre, siempre hablamos de violencia”, remarcó.
Uno de los ejemplos se centró en el ámbito escolar: una madre preocupada por las dificultades de aprendizaje de su hijo frente a un padre que afirma que “en su casa eso no pasa” y descarga la responsabilidad en la progenitora. En tutorías, ambos describen al niño como si fueran dos menores distintos. Para Guarino, este patrón, cuando se acompaña de otros indicadores, suele ser un signo de que la violencia vicaria está operando a través del sistema educativo, que a menudo no dispone de claves suficientes para interpretarlo.
Para los centros educativos, la especialista propuso varios indicadores de alerta: padres y madres que ofrecen versiones claramente divergentes sobre lo que les ocurre a los hijos, presencia de sintomatología externalizante o internalizante que se agrava en determinados periodos de visitas, y grandes dificultades para iniciar o mantener tratamientos psicológicos por la negativa del progenitor paterno. Subrayó que estos elementos no bastan, por sí solos, para etiquetar una situación como violencia vicaria, pero sí deben activar protocolos de coordinación y derivación.
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