Ana Rivero, taquígrafa del Congreso de los Diputados durante 50 años: “El debate se ha encanallado, ahora sería imposible alumbrar la Constitución”
“En mis 50 años como taquígrafa sólo un ministro intentó modificar el Diario de Sesiones y yo lo rechacé”Ana Rivero fue taquígrafa en el Congreso de los Diputados durante 50 años. Ahora, ya jubilada, ha escrito un libro, Luz y Taquígrafa, junto con Ana I. Gracia, en el que narra cómo vivió ella momentos clave en la historia de España, desde la negociación de la Constitución de 1976 a la entrada de los nuevos partidos en el hemiciclo.
-Jamás permitió que se cambiara una palabra de las transcripciones. ¿Hubo intentos?
-En mi larga trayectoria, solo en una ocasión, un político muy importante, un ministro, intentó meter mano y yo lo rechacé. Las altas instancias de la Cámara me dijeron que simplemente era una modificación gramatical, pero cuando lo vi era todo lo contrario de lo que quería decir y no se cambió.
-Destaca la época de la gestación de la Constitución como especialmente significativa. ¿Cree que los congresistas actuales serían capaces de alumbrar una Constitución?
-Imposible. De hecho hay que modificarla porque hay varias cosas que están desfasadas y no se va a lograr a muy largo plazo, no lo veo posible ni ahora ni en la próxima legislatura, salvo que cambien los nuevos diputados y vengan con un espíritu más constructivo. La Constitución, como decía Peces Barba, tiene que ser algo que deje a todos insatisfechos, pero con un punto de encuentro. Los constituyentes , desde Carrillo hasta Fraga, dejaron en el tintero muchas de sus aspiraciones, porque si no, no había un consenso y, sin él, la Constitución no habría sido posible.
-Cuenta que en la sesión del día después del golpe de Estado sintió ganas de gritar “¡Viva España!” junto a los diputados. ¿Ha tenido muchas tentaciones de implicarse?
-Nosotros no podemos hacer manifestación ni a favor ni en contra. Nos levantamos para los minutos de silencio pero ni aplaudimos porque eso es manifestar y somos neutrales para todo. Nos da igual quién hable o que rompa la Constitución desde el escaño, como hemos visto hacer. De todo eso, de los improperios, de los insultos, hay que dejar constancia. En los primeros años de la Transición eran debates de tanta altura que yo hacía mi turno de diez minutos y, o bien me subía a la tribuna para terminar de escuchar al orador o le pedía al siguiente compañero que me dejara leer la continuación, ahora eso no pasa.
-Dice en el libro una frase que es que a los parlamentarios España les paga para resolver las cosas del comer. ¿Tienen presente ahora esa misión?
-Para nada. Hay una disociación total entre los políticos y la sociedad. Y ese es el grave problema que tenemos, los jóvenes pasan de los políticos y de la política y eso es muy malo.
-¿Los partidos de nueva creación y sus aires nuevos supusieron un shock para funcionarios y políticos tradicionales?
-Sí, porque pensábamos que estos aires nuevos iban a profundizar la democracia, pero es que desde entonces la política se ha encanallado, los debates se han enfangado. Ya no existe el compañero diputado al que hay que convencer, existe el rival al que hay que destrozar. Y eso no es parlamentarismo.
-¿Por qué afirma que ahora el Congreso se parece más a un plató de televisión?
-Hace 50 años no había cámaras, ahora es como un plató en el que en 5 minutos tienes que decir una frase que atrape, que se pueda subir a Instagram o que a los periodistas les atraiga y la saquen.
-¿Tiene solución ese declive en las formas o va a ir a peor?
-Soy siempre muy optimista, y con cada nueva legislatura siempre pienso en que vamos a remontar, pero bajamos de peldaño en peldaño en respeto. En el año 2020 la Mesa de la Cámara acordó un código de conducta por el que los diputados tienen que ser responsables, respetuosos… eso no se cumple.
-¿Cómo describen ustedes esos incidentes en el Diario de Sesiones?
-Cuando hay rifirrafes, palabrotas, abandonan unos diputados la sala... se describen como acotaciones que van entre paréntesis y en negrita y últimamente los diarios de sesiones están llenos de negritas.
-En su libro aborda también la evolución del papel de la mujer en la política. ¿Cuándo empezó a cambiar esa percepción?
-Con la Transición, después de la Constitución. Ahora, por suerte, hay una paridad, pero a lo mejor sería necesario no tener tantas mujeres pero que estuvieran más preparadas.
-¿Qué opina de la paridad por ley en los órganos de decisión?
-La paridad hubo que forzarla, por supuesto, y en eso estoy de acuerdo, porque si no, no alcanzaríamos nunca el techo, en mi opinión era súper necesaria y correcta. Ahora bien, paridad por paridad, no. Las mujeres tienen que estar igual de preparadas que los hombres. No más ni menos. También hay que tener en cuenta que muchos hombres no lo están, muchos diputados son muy mediocres.
- ¿Como ha sido la evolución de los diputados en ese sentido?
-Ha ido a peor.
-Y eso que estamos ante las generaciones más formadas de la historia.
-Hemos tenido ministros que no eran licenciados, eran simplemente trabajadores y lo han hecho muy bien porque, por encima de la política, eran hombres de Estado.
-¿Eso falta ahora?
-Sí, no hay altura de miras. No se puede generalizar, hay gente que trabaja mucho y muy bien, pero son los menos, los más escondidos, los que no salen en los medios porque son respetuosos. Y ahora lo que se vende es un titular, una bronca, un improperio. ¿Es lo que demanda la sociedad? Pues no lo sé, pero es muy triste.
-En el libro queda patente la defensa de los derechos de la mujer, pero no consideró oportuno que la diputada de Podemos Carolina Bescansa amamantara a su hijo en el hemiciclo como gesto de visibilizar conciliación. ¿Por qué?
-Porque fue una utilización política de su hijo Diego. Ella tenía en la puerta del hemiciclo a una señora que se ocupa de su bebé y en el Congreso hay una guardería a la que no quiso llevarlo.
-Ana, para terminar, la pregunta del millón. ¿Pueden los taquígrafos ser sustituidos por la inteligencia artificial?
-Nunca, el lenguaje oral es una cosa y el lenguaje escrito es otra. Todo lo que está sucediendo dentro del hemiciclo no lo puede recoger la IA. Es decir, el ojo del taquígrafo, lo que ve, el ambiente… eso no lo puede captar ni lo hará nunca la inteligencia artificial.
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