Síguenos
Ana I. Gracia, periodista y taquígrafa en el Congreso de los Diputados: “Vivimos la política del tuit, 140 caracteres bastan para salir en un telediario” Ana I. Gracia, periodista y taquígrafa en el Congreso de los Diputados: “Vivimos la política del tuit, 140 caracteres bastan para salir en un telediario”
La andorrana Ana I. Gracia es la coautora del libro ‘Luz y Taquígrafa’ junto con Ana Rivero. Victoria Iglesias

Ana I. Gracia, periodista y taquígrafa en el Congreso de los Diputados: “Vivimos la política del tuit, 140 caracteres bastan para salir en un telediario”

“Hay diputados anónimos, que se sientan en segundas filas, que, afortunadamente trabajan mucho por su tierra”
banner click 236 banner 236
Cruz Aguilar

Ana I. Gracia aprendió taquigrafía de niña, en su Andorra natal, y, después de 15 años ejerciendo como periodista con una trayectoria brillante e incluso un premio a la Mejor Periodista de España en 2014 por la Asociación de la Prensa de Madrid, ahora es taquígrafa en el Congreso de los Diputados y coautora del libro Luz y Taquígrafa, en el que narra la historia de España desde el año 1976 vista a través de los ojos de la taquígrafa Ana Rivero.

-¿Qué le lleva a dar ese cambio en su vida y pasar el periodismo a la taquigrafía?

-Un periodista es como un sacerdote, se dedica al oficio siete días a la semana, 24 horas. Después de 15 años en medios de comunicación nacionales, decidí cambiar de vida. Oposité al Cuerpo de Redactores Taquígrafos y Estenotipistas. Yo era cronista parlamentaria y veía a las taquígrafas. Aprendí taquigrafía de pequeña, en Andorra, y tras investigar qué hacían exactamente en el Diario de Sesiones, que es como un periódico donde se cuenta lo que sucede en un pleno o en una comisión. Me preparé la oposición y en 2021 aprobé.

-Ha contando la historia de España desde el periodismo y, ahora, lo hace desde la taquigrafía. ¿Hay diferencias?

-Antes era un juez. El periodista, al final, dicta sentencia y decide si algo es bueno o malo. Ahora soy notaria, dejo constancia de lo que sucede dentro del hemiciclo, pero de una forma neutra, sin matices. Me ciño sólo a lo que ocurre, tanto lo que dice el orador que tiene la palabra como lo que pasa fuera de micrófono, interrupciones, rumores, aplausos, insultos, minutos de silencio… Todo queda recogido.

-En la carrera de periodismo se habla mucho de la búsqueda de objetividad, algo cada vez más difícil de encontrar hoy.

-Sí, y con la clase política tan polarizada, entiendo que los medios de comunicación también lo estén. Ahora, que sigo los plenos desde que empiezan hasta que terminan, a veces duran doce horas, veo que en televisión solo salen los cinco minutos del presidente del Gobierno y del líder de la oposición. Y muchas veces sólo se da protagonismo al diputado que insulta, al que lleva una camiseta provocadora, al que sale del tiesto. Afortunadamente hay muchos diputados anónimos, los que se sientan en las segundas filas o incluso en el gallinero, que trabajan por su tierra de forma silenciosa y positiva. Y eso cuesta que salga, cuando en realidad es lo que debería contarse.

-Ahora parece que lo que importa es salir en los medios, más que el trabajo en sí.

-Vivimos la política del tuit. Con 140 caracteres basta para salir en el telediario. Echamos de menos políticos de altura, como los que hubo durante la Transición, que anteponían el interés general al partidista.

-¿Cree que hoy sería posible negociar la Constitución con el Congreso actual?

-No. No saldría adelante. Ellos tuvieron una gran altura de miras. Hoy no sale ni una mísera PNL. Acaban de aprobar la ley de la ELA, que afecta a toda una sociedad, y ha costado muchísimo ponerse de acuerdo. Una votación unánime de los 350 diputados hoy es noticia y eso es muy triste.

-¿Ve una cara diferente de los políticos respecto a cuando era periodista?

-Ahora los veo desde otro ángulo desde el centro del hemiciclo, a un metro del presidente del Gobierno y otro del líder de la oposición. El taquígrafo tiene visión de 360 grados, lo ve y lo oye todo, además el hemiciclo es mucho más pequeño de lo que parece en televisión.

-Ha escrito un libro junto a Ana Rivero, basado en sus memorias. ¿Cómo fue ese proceso?

-Ha sido un trabajo intenso de un año. Conocí a Ana en 2021, al entrar en el cuerpo, y entre café y café le preguntaba cosas con curiosidad de periodista, cómo vivió el 23F, cómo fue redactar la Constitución… Me fascinaba escucharla. Le propuse hacer una entrevista cuando se jubilara, en 2024, y fue contraportada de El País. Después salió en otros medios, hasta que un editor de Plaza & Janés le propuso escribir un libro. Ella no se veía dándole forma y me pidió que lo hiciéramos juntas. Yo le di estructura a lo que ella recordaba y sentía, y además tiré de los archivos del Diario de Sesiones, que son parte de la historia viva del Parlamento. Gracias a esos documentos y a sus recuerdos, el libro refleja cómo ha evolucionado España y el Congreso a lo largo de cinco décadas.

-¿En qué consiste su trabajo actual como taquígrafa?

-Dentro de sala siempre hay dos personas, una taquígrafa de base, que rellena el folio en blanco y se cambia cada diez minutos, y una redactora, que está treinta minutos y se encarga de la semántica, de dar sentido global a los tres turnos de diez minutos. Luego hay diferentes métodos, algunas usamos papel y bolígrafo, como Ana y yo, otras la estenotipia o el ordenador. Cada una elige la modalidad. Yo sigo prefiriendo el papel, un ordenador puede fallar, pero la mano, el ojo y el oído nunca.

-¿Por qué los turnos son tan cortos, de solo diez minutos?

-Porque nuestro trabajo es transformar el lenguaje oral en escrito, y eso es muy exigente. Transcribir diez minutos puede llevar entre una hora y hora y media. Si el orador es bueno, ayuda, pero si no, hay que cerrar frases, corregir errores, completar ideas… sin cambiar el contenido. Es un trabajo muy minucioso. Y cuando el Parlamento está bronco, hay tanto ruido e interrupciones que cuesta muchísimo seguir el hilo. A veces terminamos un turno y ya están debatiendo otro tema.

-¿Tienen identificados a los buenos y malos oradores?

-Sí, los hay buenos y malos no por ideología, sino por claridad y coherencia. A veces es mejor quien lee un papel que quien improvisa. Hay discursos que son para echarse a llorar.

-¿Cree que la inteligencia artificial podría sustituir a los taquígrafos?

-No, en absoluto. La máquina no capta la intencionalidad ni los matices. Nosotros recogemos no solo las palabras, sino también lo que sucede fuera del micrófono: un aplauso, un gesto, un silencio, una interrupción.

-¿Y cree que la IA podrá sustituir a los periodistas?

-Tampoco. Como dijo el director de El País, siempre hará falta un periodista para impartir justicia, para contar lo que realmente ha pasado. Lo mismo ocurre con un taquígrafo, nuestra acta taquigráfica es importante para que la historia política de España quede recogida, pero tiene incluso validez jurídica, puede usarse en un juicio.

 

El redactor recomienda