Beatriz Izquierdo, licenciada en Derecho Especializada en Criminología: “Los delitos han existido siempre, pero las redes sociales multiplican el daño que son capaces de hacer”
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Beatriz Izquierdo es una madrileña licenciada en Derecho especializada en criminología, muy vinculada a Teruel porque de esa ciudad es su pareja y su familia política y porque publica regularmente en DIARIO DE TERUEL su columna de opinión El origen del mal (@origendelmal), que es el título de un proyecto divulgativo que lleva a cabo desde hace años para dar visibilidad a la ciencia criminológica, desde un punto de vista didáctico y huyendo por completo del morbo y los estereotipos. Su mantra es el siguiente: “no podemos defendernos de lo que no conocemos”.
Con esta misma filosofía ha editado el libro Pero ¡qué dices, bro! ¿Cómo va a ser eso delito?, que La Esfera de los Libros sacó al mercado a finales de noviembre. Se trata de un interesante ensayo muy bien documentado que pone en relación internet y las redes sociales con los nuevos delitos nacidos al calor de éstas, desde la sextorsión a la pornografía infantil, desde el acoso digital al grooming. Delitos de los que nuestros hijos pueden estar siendo víctimas, pero también, en ocasiones sin ni siquiera saberlo, pueden estar cometiendo. Según Izquierdo, “muchos de los valores que intentamos inculcar a la infancia en los hogares y los colegios chocan frontalmente con el que habitualmente puede verse en entorno online”, por lo que “si les entregamos un dispositivo móvil sin previa preparación, y sin un acompañamiento posterior, podemos estar poniéndolos en una situación de grave peligro”.
El primer problema es que los nuevos delitos que pueden cometerse a través de internet o redes sociales, y que puede ser devastador para un menor de edad, no se encuentra completamente recogido en el Código Penal español, y cuando lo están lo habitual es que los jóvenes -y muchos adultos- no lo conozcan. “Esto puede provocar que alguien esté siendo víctima de un delito grave, como bullying o una pornovenganza, y no pida ayuda porque no sepa que eso es delito. Que crea que simplemente son cosas que pasan. Y esto, como sociedad, no lo podemos consentir”. Y del mismo modo quienes cometen ese tipo de delitos puede que no sean conscientes de ello, que piensen que se trata de una simple broma, sin advertir que puede tener efectos devastadores en la víctima y meterles en un serio problema con la ley.
Izquierdo pone muchos ejemplos de eso en su ensayo: “Alguien puede pensar que abrir un perfil falso en una red social es simplemente algo divertido con gracia. Pero si usas una foto falsa, puedes provocar a otra persona una situación de hostigamiento y acoso en la red, causar un daño del que no puedes prever las consecuencias, y estar cometiendo un delito”. Uno de los tópicos que el libro trata de erradicar es que internet, por su naturaleza anónima y digital, no está libre de delitos, sino todo lo contrario. Es campo abonado a ellos y los problemas no se arreglan simplemente reiniciando el dispositivo.
El mal estaba ahí mucho antes de inventarse internet, que no es la Caja de Pandora que alguien ha abierto. “Pero ha incrementado exponencialmente el daño que puede provocar”, afirma Izquierdo. “Humillar a un niño en el recreo puede causarle un daño gravísimo, pero si la sufre delante de miles de personas, de todas las personas, imagínate que efecto puede tener en él”.
Del mismo modo “los depredadores sexuales también han existido siempre, y siempre hemos educado a nuestros hijos para que se cuidaran de ellos. Pero ahora tienen muchas más vías de contactarles, a través de videojuegos online o chats, métodos que ellos depuran muchísimo y que en ocasiones escapan a nuestro control”.
Víctimas o verdugos
Otro de los asuntos en los que Beatriz Izquierdo profundiza es que esa tendencia a deshumanizar al resto de personas en las redes sociales y la creencia de que todo vale en ellas, puede provocar que un menor se convierta en delincuente sin saberlo y ocasione un daño irreparable sin tener ninguna intención de hacerlo. “Es verdad que hay que educar a los niños y niñas en la responsabilidad legal de sus actos, que sepan que lo que hacen tiene consecuencias, y que si no tienen cuidado esas consecuencias pueden ser graves”, asegura la autora. “Pero también hay que educarles en la empatía. Si les dices que no hagan algo porque se pueden meter en un lío con la ley el mensaje no calará del todo. Tienen que saber que si la ley intenta proteger a la gente de esos delitos, es porque el daño que podemos causar a otras personas es devastador e insoportable”.
A este respecto Pero ¡qué dices, bro! ¿Cómo va a ser eso delito? menciona el caso de Almendralejo, entre otros, en los que algunas familias fueron multadas con hasta 2.000 euros porque algunos menores habían distribuido imágenes falsas de sus compañeras de colegio, en las que aparecían desnudas gracias a la IA. “Siempre se han podido hacer ese tipo de fotomontajes, pero la facilidad con la que ahora permite hacerlo la tecnología, el realismo que se puede alcanzar y sobre todo la capacidad de difusión que te dan las redes sociales han agravado mucho el problema, sobre todo por el daño que se puede hacer a la víctima”, asegura Izquierdo.
En este sentido la madrileña opina que la legislación, por la propia naturaleza de su tramitación, siempre irá por detrás de la realidad de los delitos. “No obstante ya existe legislación en nuestro país que puede castigar este tipo de conductas, y ahora mismo hay un proyecto de Ley en fase de tramitación parlamentaria para proteger a los menores en el entorno online”.
La experta advierte además que la pornografía o los contenidos violentos en general no solo deben preocuparnos por cuanto los jóvenes puedan reproducir determinadas conductas, “sino porque se inmunicen contra ellas. Que se desensibilicen y no se escandalicen ante determinados comportamientos contra las personas. Eso provoca una sociedad menos empática y humana”.
Izquierdo también documenta casos de simulación, en los que un delincuente clona la voz de un menor a través de IA, y hace llegar un mensaje a sus padres pidiéndoles dinero ante una situación de extrema urgencia. “Ante eso los expertos recomiendan pactar con nuestros hijos una palabra secreta de seguridad, que en un momento dado pueda servirnos para confirmar si efectivamente estamos hablando con nuestro hijo o no”.
¿Se puede espiar a los hijos?
Uno de los capítulos del libro está dedicado al proceso de acompañamiento que hay que acometer cuando los menores de edad se lanzan al espacio digital. “Desarrollar un clima de confianza es clave desde que son muy pequeños. Tienen que saber que pueden contarnos lo que les ocurre, por grave que sea, y que estamos aquí para protegerlos y ayudarles, no para juzgarles. No hay una herramienta de control parental que les proteja más que eso, que el convencimiento de que pueden pedirnos ayuda en todo momento”.
Por desgracia esa confianza no se da siempre, o en ocasiones se rompe de forma inevitable. En ese caso, ¿es legítimo monitorizar y espiar las comunicaciones de un menor de edad, en secreto o en contra de su voluntad, aunque sea con el único objetivo de protegerle y evitar que se convierta en víctima de un ciberdelito? “Es la pregunta del millón para muchos padres”, desvela Beatriz Izquierdo. “Y a ese respecto se pronunció el Tribunal Supremo (TS) en 2015, sobre un caso específico en el que una niña había sido víctima de un adulto, y su madre había accedido a sus mensajes en una red social. Lo que dijo en esa ocasión el TS es que no se puede descargar en los padres la obligación de velar por la seguridad de los hijos y al mismo tiempo desproveerlos de cualquier herramienta”.
Es decir, que sí se puede espiar a tu hijo, pero con matices. El juez tendrá la última palabra, según la edad del niño y de la ponderación de interés legítimo por protegerle por parte del adulto, para decidir en cada caso si la acción es legítima o supone una vulneración del derecho a la intimidad.
La cantidad de datos, de casos y de cifras que arroja el ensayo de Beatriz Izquierdo puede inducir a evitar por completo un mundo, el digital, en el que parece predominar el mal, los riesgos y el delito. Eso no es exactamente así: internet es ante todo una herramienta valiosa y positiva para el desarrollo de la humanidad, pero no hay que mirar hacia otro lado y entender que el mundo digital es el mismo mar por el que navegan mezclados científicos, historiadores, tiktokers bienintencionados, jugadores de videojuegos, abusadores y pederastas. “No hay que tener miedo de mirar la realidad porque eso es precisamente lo que nos desprotege. Tampoco hay que dramatizar ni creer que todo a nuestro alrededor nos va a hacer daño. Creo que la clave es ser consciente de lo que hay y actuar en consecuencia”, explica Izquierdo. “En muchos hogares y en muchos colegios se están haciendo las cosas muy bien, pero en julio de 2025 Save the Children emitió un informe Redes que Atrapan con entrevistas a 1.000 jóvenes de entre 16 y 21 años. Y todos, y cuando digo todos me refiero al 97%, referían que cuando eran menores de edad habían sufrido algún caso de violencia sexual digital”.
“Es importante que cuando vemos estos datos no pensemos ‘a mi hijo es imposible que le pase eso’”, subraya la experta. “Si pensamos ‘a mi hijo puede que también le pase’ estaremos dando el primer paso para protegerle”.
Pero ¡qué dices, bro! ¿Cómo va a ser eso delito? está escrito de forma amena, didáctica y de fácil lectura e incluso haciendo guiños a la jerga que suelen utilizar los adolescentes.
Beatriz Izquierdo, que también es madre de un joven de 14 años, destaca dos conclusiones principales de su trabajo. El primero es que los padres y madres son la mejor herramienta de control parental posible, absolutamente insustituible por cualquier otra, aunque sea de pago. “Necesitamos la tecnología y nos puede ayudar, pero no dejemos que una app sustituya nuestra labor continua de acompañamiento y educación”.
Y la segunda es que, en realidad, no hay nada nuevo bajo el sol y todas las generaciones nos enfrentamos, más o menos, a los mismos problemas. “Las personas que tienen perversas intenciones siempre han existido, siempre han estado ahí, aunque cambien sus métodos. Lo que tenemos que hacer es seguir estando pendientes para mantenerlos fuera de nuestros hogares”.
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