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Buñuel de las cuatro décadas: se cumplen 40 años de la muerte del cineasta en México, desde donde se proyectó al mundo Buñuel de las cuatro décadas: se cumplen 40 años de la muerte del cineasta en México, desde donde se proyectó al mundo
LA ÚLTIMA VEZ QUE ESTUVO EN SU CALANDA NATAL. Buñuel observa desde un balcón la rompida de la hora en Calanda. Era 1980, con la democracia recuperada. La instantánea fue tomada por el fotógrafo de DIARIO DE TERUEL Fidel Cantín

Buñuel de las cuatro décadas: se cumplen 40 años de la muerte del cineasta en México, desde donde se proyectó al mundo

Tras su fallecimiento, su figura y su obra se han convertido en un referente cultural del siglo XX
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Tal día como hoy (29 de julio) de hace cuarenta años, Luis Buñuel, uno de los cineastas más famosos del mundo, y sin duda el turolense más universal, fallecía en Ciudad de México a los 83 años de edad. Su muerte conmocionaba al mundo de la cultura y daba inicio a toda una segunda vida del realizador, porque con el tiempo su obra, lejos de envejecer, se ha mantenido vigente y ha dado lugar a múltiples influencias, ha generado numerosos estudios y ha vinculado su filmografía con el acontecer de un siglo XX del que fue protagonista por excelencia, desde el cine de las vanguardias de los años veinte hasta el de autor, del que fue uno de sus máximos representantes. Sus memorias, Mi último suspiro, publicadas dos años antes de su muerte, son hoy la biblia de muchos de sus seguidores, desde veteranos románticos que añoran la forma de hacer cine antes de la irrupción digital, hasta las nuevas generaciones que ven en el calandino una fuente creativa de la que beber, además de una invitación a la reflexión, porque sus temas, entroncados con las más profundas contradicciones, pulsiones y miedos del ser humano, siguen ahí presentes.

Al final de esas memorias escritas entre el recuerdo de lo vivido y la fantasía de lo imaginado, entre lo real y lo soñado, Buñuel confesó que a pesar de su aversión hacia la sobreinformación, le gustaría levantarse de su tumba cada diez años para acercarse al quiosco más próximo, comprar la prensa y regresar a su descanso eterno para leer tranquilamente los periódicos y saber cómo había evolucionado, o involucionado, el mundo. Fiel a los tres aniversarios anteriores, DIARIO DE TERUEL dedica hoy unas páginas especiales a conmemorar el cuarto aniversario del fallecimiento de Buñuel, para que el gran cineasta turolense, que tan buena prensa ha hecho a lo largo de estos años de su provincia y tanto la ha dado a conocer por el mundo, pueda recrearse en ese deseo que tuvo antes de fallecer.

“Una cosa lamento: no saber lo que va a pasar. Abandonar el mundo en pleno movimiento, como en medio de un folletín. Yo creo que esta curiosidad por lo que suceda después de la muerte no existía antaño, o existía menos, en un mundo que no cambiaba apenas”, escribió Buñuel en sus memorias, para añadir seguidamente: “Una confesión pese a mi odio a la información, me gustaría poder levantarme de entre los muertos cada diez años, llegarme hasta un quiosco y comprar varios periódicos. No pediría nada más. Con mis periódicos bajo el brazo, pálido, rozando las paredes, regresaría al cementerio y leería los desastres del mundo antes de volverme a dormir, satisfecho, en el refugio tranquilizador de la tumba”.

EL PRIMER EXILIO EN EE UU. Esta fotografía de Buñuel poco conocida es de 1940. El cineasta posa con un buitre en la casa John Abbott en Temora, Nueva York. Aparece en la portada del libro ‘El ermitaño errante’ 

Si ha cumplido su deseo, de seguro que hoy habrá regresado a dormir antes de lo imaginado ante el ritmo acelerado que ha adquirido este planeta en las últimas décadas; eso sí, tras haber constatado que aquello que le atormentaba tanto, la violencia, se ha adueñado por completo del mundo a todos los niveles, la física y la psíquica, y en todos los ámbitos. Lo advirtió en su filmografía con imágenes de una violencia brutal que siguen hoy impactando a quienes las ven, ya sea ese icónico ojo cortado por una navaja al principio de Un perro andaluz, aquellos palos de ciego de Los olvidados o la última imagen de la película con la que cerró su trayectoria, que evoca un atentado terrorista.

Al despertar en su tumba se revolvería al ver que hay cosas que no cambian, aunque otras sí lo han hecho, como una mayor sensibilidad hacia temas como la eutanasia. Él dejó escrito su deseo de no sufrir y que no le prolongaran de forma artificial su vida cuando le llegase el momento, y se lo cumplieron; además, sin que el médico que lo hizo fuese consciente de que esa había sido la voluntad del propio Buñuel antes de morir, aunque no la dejó por escrito en ningún documento notarial sino en sus memorias, publicadas poco antes de su deceso, pero que el facultativo no había tenido oportunidad de leer previamente y que no descubrió hasta un tiempo después. Al leerlas por casualidad, el cineasta le liberó de un pesar que acarreaba desde entonces.

El último suspiro

El último suspiro de Buñuel, el que aconteció en el hospital donde había sido ingresado en julio de 1983, no el de sus memorias, lo desveló casi tres décadas después de la muerte del cineasta el médico que le atendió en aquellos momentos. Lo contó el facultativo cuando en julio de 2010, durante el Festival Internacional de Cine de Guanajuato (GIFF por sus siglas en inglés), le tocó atender a otro cineasta famoso, el argentino Eliseo Subiela, que además fue uno de los cineastas cuyo influencia buñueliana más se ha notado en su filmografía, y que fallecería años después. Fue durante un homenaje a Subiela, dentro del GIFF, en la localidad mexicana de San Miguel de Allende, una de las sedes del certamen. El realizador argentino tuvo un grave problema de salud tras viajar en avión desde el cono sur y tuvo que ser ingresado en un hospital. Allí le atendió el doctor Roberto Maxwell, quien terminó tomando confianza con el realizador de El lado oscuro del corazón y un día, al visitarle, le contó que no había sido el único cineasta famoso al que había atendido. Al preguntarle quién había sido el otro, le contó que Luis Buñuel, y Subiela no dio crédito a lo que estaba oyendo tanto por ser uno de sus referentes y maestros, como por la historia de cómo el doctor Maxwell había cumplido el último deseo del calandino sin ser consciente de que lo había dejado escrito en sus memorias. Subiela desveló esta historia en un artículo que publicó en el diario El País y después DIARIO DE TERUEL lo hizo con más detalle en un reportaje tras hablar con el facultativo, que contó que Buñuel le había liberado con sus memorias de una carga que arrastraba desde que le asistió en el hospital al tomar la decisión de no prolongarle artificialmente la vida.

Buñuel falleció el 29 de julio de 1983 tras caer en una parada cardiorrespiratoria en el Hospital American British Cowdray (ABC) de Ciudad de México. Quien le atendió en ese momento era el doctor Roberto Maxwell, que tomó de forma instintiva la decisión de no hacerle la maniobra de reanimación para intentar mantenerlo con vida. Dicho de otra forma, lo dejó morir para evitar prolongarle la vida artificialmente y que no sufriese más. Ese comportamiento le valió la dura crítica de sus colegas, y como contó a este periódico, arrastró la culpa consigo hasta que dos años después de aquello llegó a sus manos un ejemplar de Mi último suspiro, las memorias autobiográficas de Buñuel, que le dejó un amigo.

EN PLENA FAENA DE RODAJE. La filmografía de Buñuel ha sido devorada por los estudiosos de su obra. En la imagen superior, durante el rodaje de ‘Robinson Crusoe’, cuyo guión publicó el Instituto de Estudios Turolenses

Aunque no sentía especial interés por el cine del calandino, leyó el libro por tratarse de quien era y de haber sido él quien le asistió en su muerte. Fue al llegar a las últimas páginas de la publicación cuando encontró el último deseo escrito por Buñuel sobre cómo quería acabar sus días, pero del que él no había tenido conocimiento aquel  luctuoso día.

Justo tres párrafos antes de expresar su deseo de levantarse de la tumba cada diez años para ir al quiosco y comprar la prensa, Buñuel dejó escrito lo siguiente, que es lo que impactó al doctor Maxwell: “Igualmente atroz, y quizá peor, me parece la muerte largo tiempo diferida por las técnicas médicas, esa muerte que no acaba. En nombre del juramento de Hipócrates, que coloca por encima de todo el respeto a la vida humana, los médicos han creado la más refinada de las torturas modernas: la supervivencia. Eso me parece criminal. Yo he llegado a compadecer a Franco, a quien se mantuvo artificialmente vivo durante meses, a costa de sufrimientos increíbles. ¿Para qué? Si bien es cierto que los médicos nos ayudan en ocasiones, la mayor parte de las veces son money-makers, hacedores de dinero sometidos a la ciencia y el horror de la tecnología. Que se nos deje morir, llegado el momento, e, incluso, que se nos dé un empujoncito para partir más aprisa”.

El valor de Buñuel hoy

Sin duda, cuando Buñuel se haya levantado ahora de su tumba para leer la prensa, sentirá consuelo de saber que por fin, desde la vez anterior que lo hizo, en España existe una ley de la eutanasia que ampara lo que él deseó, y que sin saberlo, se lo aplicó el doctor Maxwell para que pudiera partir más aprisa. Una partida que en realidad no lo fue, porque Buñuel jamás se fue. El cineasta, en todo este tiempo, ha demostrado ser como el vino, que cuanto más envejece más valor tiene. Y haciendo otra comparativa gastronómica, que resulta por lo demás muy buñueliana y cuyo comentario le habría hecho mucha gracia, se puede decir que Buñuel es hoy como el cerdo, del que se aprovecha absolutamente todo. Bromas socarronas aparte, de Buñuel se ha aprovechado realmente todo, y los estudios que se han hecho, aparte de sesudas interpretaciones, han abordado cuestiones tan dispares como sus gustos culinarios, las influencias que tuvo, las que ejerció sobre otros artistas, y hasta las armas por las que tanta pasión sentía. En todos estos años, que dentro de una década se acercarán ya al medio siglo, Buñuel ha crecido, su cine ha ganado intensidad, su obra ha generado nuevas lecturas e interpretaciones, y, en torno a él, ha crecido todo un universo buñueliano que en el caso de la provincia de Teruel pivota alrededor del Centro Buñuel de Calanda y del festival de cine Desafío Buñuel de la Fundación Amantes de Teruel.

La necrografía de Buñuel tras su muerte es casi más densa de lo que fue su trayectoria vital. Lo que podría haberse imaginado en su día de que con el paso del tiempo su figura se iría difuminando, ha sido todo lo contrario. Buñuel para la cultura española y universal es el Goya del siglo XX. Lo manifestaba recientemente la actriz Aitana Sánchez-Gijón al asegurar que Buñuel forma parte de nuestro ADN cultural, “de nuestros genes, es fundacional”.

Obra inédita

Nada más morir, Buñuel se encontró con toda una serie de homenajes que lo que hicieron fue resucitarlo. Luego llegó su obra inédita, los guiones que no filmó y que se puso a recuperar el Instituto de Estudios Turolenses (IET) de la Diputación Provincial de Teruel, en un trabajo editorial formidable, junto a estudios sobre su cine. Solo un año después de su muerte, la XLI Mostra Internacional de Cine de Venecia le dedicó ya una retrospectiva con la proyección de todas sus películas. Cuarenta años después, la presencia de sus películas en los festivales de cine de todo el mundo sigue siendo una constante, bien porque alguna filmoteca haya restaurado algún material o porque Buñuel no deja de suscitar el interés de los programadores para mostrar su obra.

En los primeros años después de su muerte comenzaron a aparecer materiales inéditos, aunque pergeñados cuando estaba en vida, que aportaron nuevos testimonios del director para completar su autobiografía Mi último suspiro. Así, en 1985 se publicó Conversaciones con Buñuel, de Max Aub. El material databa de los años 60 y principios de los 70, pero fue devorado con fruición por los aficionados y estudiosos de su cine, convirtiéndose en uno de los libros más citados en todos los trabajos sobre el calandino publicados desde entonces, junto con Luis Buñuel: prohibido asomarse al interior, aparecido en 1986 y que consiste en una larguísima entrevista a cargo de José de la Colina y Tomás Pérez Turrent. A todos esos documentos en torno a su vida personal y profesional se uniría en 1991 la publicación de otras memorias, pero esta vez las de la mujer de Buñuel, Jeanne Rucar, tituladas Memorias de una mujer sin piano.

UNA VIDA LIGADA A DESTACADAS FIGURAS DE LA CULTURA. Aparte del cine, lo que Buñuel sabía hacer muy bien era beber y ser tertuliano. En l  imagen superior, muestra al escritor Carlos Fuentes cómo cortar un cochinillo

Más recientemente han visto la luz otros trabajos con testimonios del cineasta como la voluminosa obra Luis Buñuel. Correspondencia elegida, cuya edición corrió a cargo de Jo Evans y Breixo Viejo y fue publicada en 2018 por Cátedra. Se trata de una recopilación de cartas de Buñuel que ofrecen un recorrido por lo más humano del cineasta, sin máscaras, a rostro descubierto. Hay tanto cartas que escribió él, recuperadas en numerosos archivos de diversos personajes ilustres del siglo XX, como otras que le escribieron y que conservaba en su propio archivo, depositado hoy en Filmoteca Española en Madrid. La recuperación de su obra literaria, iniciada por Agustín Sánchez Vidal, ha sido objeto también de varias recopilaciones, la última y más rigurosa la publicada por Jordi Xifra, el director del Centro Buñuel de Calanda, en Cátedra, titulada Obra literaria reunida, que el investigador acompaña de un minucioso análisis y comentarios a pie de página.

Los estudios sobre Buñuel han sido profusos durante estas cuatro décadas en todo el mundo. En el ámbito hispano, una de las obras de referencia apareció un lustro después de su muerte y fue Premio Espejo de España 1988. Se trata del ensayo Buñuel, Lorca, Dalí: el enigma sin fin, sobre esa relación tan peculiar que mantuvieron los tres amigos de la Residencia de Estudiantes, cada uno de los cuales es un baluarte de la cultura española del siglo pasado. Aparte se han publicado muchos libros, demasiados tal vez, y varios de ellos prescindibles, pero en cambio otros han ido marcando las pautas rigurosas y científicas de lo que ha sido el análisis pormenorizado de su cine. Su tierra, a través del Museo de Teruel de la Diputación de Teruel, fue pionera en estos trabajos con jornadas como las que se empezaron a celebrar en 1989 En torno a Luis Buñuel.

Luego llegarían trabajos de impacto como The films of Luis Buñuel. Subjectivity and Desire, de Peter Williams Evans, publicado por Oxford University Press, en el que el investigador huye de los tópicos para afrontar con rigor la obra del calandino. Con el tiempo, varios autores han buscado igualmente explorar aquellos periodos de la vida de Buñuel que permanecían en la sombra porque se conocían poco. Así surgieron dos voluminosos y esclarecedores títulos que abordan la etapa norteamericana del cineasta y su afiliación, siempre negada por él y su familia, al Partido Comunista: El ermitaño errante. Buñuel en Estados Unidos, de Fernando Gabriel Martín, que vio la luz en 2010, y Los años rojos de Luis Buñuel, escrito por Román Gubern y Paul Hammond, aparecido un año antes, en 2009. Ni que decir tiene que durante estas cuatro décadas, paralelas a la trayectoria de la revista cultural Turia, esta publicación turolense ha incluido diversos monográficos con trabajos inéditos que han contribuido al conocimiento de diferentes aspectos de su obra y de su vida.

En los últimos años ha sido la Universidad de Zaragoza la que se ha erigido en un referente de las publicaciones en torno a Buñuel, vinculándolo con las vanguardias. Así lo ha hecho con la Colección Luis Buñuel. Cine y Vanguardias, que dirige Jordi Xifra, director del Centro Buñuel de Calanda, y en la que se han publicado hasta ahora catorce títulos que abarcan desde ensayos de todo tipo en torno a la figura del cineasta y las vanguardias en general, hasta algún guion comentado y con materiales adicionales como es el caso de Un perro andaluz, y nuevas ediciones de publicaciones que son un referente para los investigadores; tal es el caso de Max Aub/Buñuel. Todas las conversaciones, dos volúmenes que abordan las míticas conversaciones del escritor con el cineasta, pero revisadas y anotadas corrigiendo errores, a cargo de una edición de Jordi Xifra. Esta colección de la editorial Prensas de la Universidad de Zaragoza ha sido completada recientemente por la aparición desde 2022, a cargo del Centro Buñuel de Calanda y en colaboración con la editorial universitaria, de Buñueliana, una revista científica de periodicidad anual, de la que se han publicado hasta la fecha dos números. Está dedicada a la difusión de la investigación sobre la producción literaria y cinematográfica de Luis Buñuel y sobre cine y vanguardias.

La aparición de materiales inéditos ha sido otra constante durante todo este tiempo, sobre todo guiones, pero también películas o fragmentos que no utilizó, aunque montó, y que podrían haber dado un giro considerable a lo que quería transmitir en títulos de filmes míticos como Los olvidados. En 1988, por ejemplo, apareció el cortometraje Comiendo erizos (Menjant garotes), que guardaba la hermana de Dalí, Anna María, en el lugar más inapropiado para conservar un material tan frágil por su química como es el celuloide. A pesar de eso, se salvó de la destrucción y permitió conocer una película familiar rodada en 1930 por Buñuel. De apenas 5 minutos de duración y filmada en la residencia familiar de la familia Dalí en Cadaqués, esta home movie en apariencia inocente en la que se ve al padre del pintor con su esposa (madrastra de Salvador Dalí) en sus tareas cotidianas, y por tanto ociosas, es en realidad una bomba de relojería, según el estudio que hizo el catedrático de Historia del Cine de la Universidad Autónoma de Barcelona, Félix Fanés. Y es que esta película muda y en apariencia inocente muestra todo un ritual de “destrucción y asesinato” contra Salvador Dalí.

Igual de impactante, porque nadie lo esperaba, fue la aparición del segundo final de Los olvidados, película que rodó en México en 1950, condenada al ostracismo inicialmente en su país de adopción por mostrar el lado oscuro de la capital mexicana y la realidad sangrante de los niños de la calle, pero recuperada posteriormente por el Festival de Cannes, que le dio una nueva vida tanto al filme como a Buñuel, puesto que a partir de ese momento se produce su renacimiento. El final alternativo fue encontrado a finales del siglo pasado en los archivos de la Filmoteca de la UNAM en México y reveló las presiones a las que estuvo sometido el cineasta durante sus primeros años en su país de adopción, ya que tuvo que rodar otro final edificante para esta cinta, aunque afortunadamente nunca se utilizó. Poco después, en 2003, la Unesco declaró el negativo de Los olvidados Memoria del Mundo, el equivalente a Patrimonio de la Humanidad, reconocimiento que hasta la fecha solo poseía el negativo de Metrópolis, de Fritz Lang.

Películas

Su presencia en el cine a través de documentales e incluso películas de ficción no ha cesado. Ya en 1995 la Filmoteca de la Generalitat Valenciana, siendo director Ricardo Muñoz Suay, productor de Viridiana, restauró un documental de Arturo Ripstein y Rafael Castanedo sobre el cineasta, El náufrago de la calle de la Providencia. En 2001, Carlos Saura realizó el largometraje de ficción Buñuel y la mesa del rey Salomón, un trabajo controvertido pero que sitúa a Buñuel, Lorca y Dalí en el centro de una historia delirante, en la que el Gran Wyoming da vida al Buñuel anciano. Muy diferente resultará años después Buñuel en el laberinto de las tortugas, otro filme de animación dirigido en esta ocasión por Salvador Simó en 2018 sobre la historia del rodaje de Las Hurdes. Tierra sin pan. La película es una adaptación de la novela gráfica del mismo título.

Archivo Buñuel

La recuperación del Archivo Buñuel, que se conserva en Filmoteca Española, fue otro logro importante antes de que finalizara el siglo en el que el cineasta de Calanda realizó su obra, pero con el arranque del siglo XXI su presencia no desaparecería sino que por el contrario adquiriría cada vez más impulso. Es así como se inaugura en el año 2000, coincidiendo con el centenario del nacimiento de Buñuel, el Centro Buñuel de Calanda, que se completaría al poco tiempo con la exposición permanente en torno a su universo buñueliano, y una década después, en 2010, el Estado español adquiere la casa de Luis Buñuel en México en la cerrada de Félix Cuevas con la intención de crear un centro cultural y residencia para creadores que se iba a llamar Casa Buñuel en México. Tras unos inicios tan ilusionantes como azarosos, el proyecto quedó en el limbo hasta que finalmente las autoridades españolas cedieron el inmueble al Gobierno de México para desarrollar en él actividades en torno a la difusión, el fomento y la enseñanza de las artes y ciencias cinematográficas. Desde finales de 2022 es la sede de la Federación Iberoamericana de Academias de Cine (Fiacine) y de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (Amacc).

Buñuel en estas cuatro décadas ha sobrevivido a modas, tendencias y revoluciones tecnológicas, mientras que referentes de su obra y de su vida nos han ido dejando, como Juan Luis Buñuel, fallecido en 2017, Jean Claude Carrière, muerto en 2021, o el padre Julián Pablo, íntimo amigo del realizador, su confesor en los últimos días de su vida, que murió en ese mismo año en la más absoluta discreción llevándose un misterio a la tumba, el lugar exacto donde se encuentran las cenizas del calandino. En 2013, con motivo de la inauguración de la Casa Buñuel en México, el padre Julián la liaría parda cuando reveló que las cenizas se encontraban en una capilla privada, no abierta al público, del Centro Universitario Cultural de Ciudad de México que los religiosos dominicos tienen en esta gran urbe que fue donde más tiempo vivió el calandino.

Con independencia de que hoy don Luis se levante de su tumba en esa capilla, o lo haga en el monte Tolocha de Calanda entre demonios, que es donde sus hijos aseguraron después de la confesión del padre Julián que arrojaron las cenizas de su padre, cuando hoy acuda al quiosco a comprar la prensa verá que el mundo sigue acordándose con cariño y admiración de él, y que no lo han olvidado. También comprobará que el galope de los cuatro jinetes del Apocalipsis suena con más fuerza que nunca y se han desbocado. Buñuel decía en sus memorias: “Las trompetas del Apocalipsis suenan en nuestras puertas desde hace unos años, y nosotros nos tapamos los oídos”. Hoy, incluso tapándose los oídos se escuchan. Quién sabe si ante semejante ruidera, por muy sordo que fuese, Buñuel levante hoy la cabeza y en lugar de ir al quiosco se arrepienta y vuelva al refugio protector de la tumba para seguir recreándose allí en sus sueños surrealistas.

Una provincia que mira hacia el calandino a través del espíritu presente en su cine

La provincia de Teruel lleva cuarenta años mirando hacia Luis Buñuel a través del espíritu presente en sus películas y de diversas iniciativas, la primera de ellas la labor editorial del Instituto de Estudios Turolenses de la Diputación de Teruel con la recuperación de su obra inédita; la segunda con la consagración de un templo dedicado a su figura en su localidad natal, el Centro Buñuel de Calanda, y la tercera mediante el festival de cine Desafío Buñuel.

Al poco de su muerte, en la provincia empezaron a realizarse actividades culturales para preservar su memoria, como las jornadas surrealistas organizadas por el Museo de Teruel que llevaban su nombre, En torno a Luis Buñuel. Después llegaría la recuperación de su obra inédita a través de la editorial del Instituto de Estudios Turolenses con la Colección Luis Buñuel.

Dentro de esta colección, desde 1990 cuando se presentó el primer volumen en la Residencia de Estudiantes de Madrid, se han publicado guiones inéditos en los que trabajó el calandino, pero que no llegó a realizar, al igual que otros con versiones diferentes. Dentro de la colección han visto la luz los guiones de Là-bas, Agon, La Joven, Johnny cogió su fusil o Goya, entre otros, así como ensayos dedicados al cine de Buñuel en México, la huella del Marqués de Sade presente en su obra, o la influencia que ejerció sobre otros cineastas. Además, Turia le ha dedicado numerosos monográficos.

A comienzos de este siglo se inauguró en su localidad natal el Centro Buñuel de Calanda, un centro cultural y museo que gira en torno al imaginario del calandino y que causa admiración entre quienes lo visitan por su original montaje. Es el referente físico y permanente de Buñuel en la provincia, el lugar de destino obligatorio para aquellos interesados en su cine.

A ello, en los últimos años se ha sumado un festival de cine que se nutre del espíritu del realizador, Desafío Buñuel, organizado por la Fundación Amantes de Teruel y cuya primera edición se celebró en 2017. Inspirado en México, ha establecido vínculos con el país de adopción de Buñuel forjando lazos entre ambos territorios.

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