El milagro natural del Maestrazgo: el nacimiento del río Pitarque

En pleno corazón del Maestrazgo turolense, escondido entre farallones calizos y bosques, el río Pitarque nace de la propia piedra. Allí, el agua no fluye: explota desde de la montaña, brotando de dos grandes ojos que dan vida a uno de los paisajes más sobrecogedores de Aragón. Aunque su verdadero origen se halla en el término de Fortanete, el pequeño hilo de agua que allí nace desaparece enseguida bajo tierra para resurgir con fuerza en Pitarque, convertido en un torrente cristalino que ha ido labrándose su propio camino entre la roca, formando un impresionante cañón fluvial. El terreno del valle está compuesto por rocas carbonatadas, principalmente calizas y dolomías, que se disuelven con facilidad al contacto con el agua. En el interior del macizo se esconden galerías y cavidades que actúan como un gran embalse natural, liberando el agua en las zonas donde las calizas se topan con materiales impermeables. El principal manantial, conocido como El Ojo de la Fuente, puede alcanzar un caudal de hasta mil quinientos litros por segundo, un torrente que surge con fuerza del interior de la montaña. Le acompaña La Chimenea, un manantial que brota directamente de la pared rocosa. En torno a él, el agua ha ido depositando minerales hasta formar una roca caliza muy porosa, llamada toba, que crea curiosas estructuras naturales atravesadas por el agua cuando el caudal aumenta tras las lluvias.

Un cañón tallado por el tiempo

El relieve del Maestrazgo, situado entre la Cordillera Ibérica y la Depresión del Ebro, es agreste, montañoso y lleno de contrastes. En este paisaje, el Pitarque ha excavado un profundo cañón de paredes verticales, fruto de la erosión del agua y del colapso de antiguas galerías subterráneas. Su origen se describe como fluvio-cárstico, resultado de la acción combinada del río y de la disolución de la roca caliza a lo largo de los siglos. En sus cortados calizos sobrevuelan majestuosas aves como el buitre leonado, el águila real, la aguililla calzada, el alimoche o el halcón peregrino, que encuentran refugio en las paredes del cañón. En el fondo del valle, el río serpentea entre pozas de aguas cristalinas y pequeños saltos de agua, donde la luz se refleja como en un espejo. En estas aguas frías y limpias habita la trucha común, símbolo de la pureza del río, acompañada por especies tan emblemáticas como la nutria o la cabra montés, que recorre los riscos cercanos. La vegetación que bordea el Pitarque forma un denso bosque de ribera con sauces, chopos y alisos. En las laderas prosperan los quejigos, junto al boj y el guillomo, mientras que en los cantiles rocosos solo sobreviven plantas adaptadas a estos ambientes extremos. En el fondo del cañón, donde el microclima es más fresco y húmedo, aparecen especies poco comunes en la zona, como avellanos, serbales y arces, que aportan al paisaje una nota de color y frescura.

El Monumento Natural del Nacimiento del Río Pitarque, creado en 2009, ocupa una extensión de 114 hectáreas. Forma parte del Parque Cultural y del Geoparque del Maestrazgo, junto con otros tres monumentos naturales de la comarca, los Órganos de Montoro, las Grutas de Cristal de Molinos y el Puente de Fonseca. Su declaración busca conservar los paisajes más singulares y valiosos de la provincia, promoviendo un desarrollo sostenible que respete la naturaleza y su legado. A lo largo del cauce pueden observarse también restos de tobas calcáreas, formaciones rocosas muy porosas con restos vegetales. Estas rocas se originaron hace siglos cuando el agua, rica en carbonato cálcico, fue depositando piedra al variar las condiciones del cauce. Hoy, son vestigios de antiguos procesos naturales que el tiempo y el río han ido esculpiendo pacientemente.

Una ruta para descubrir un milagro natural

El acceso al nacimiento se realiza por el sendero turístico SL-TE 30, que parte del casco urbano de Pitarque y asciende suavemente hasta la ermita de la Virgen de la Peña. Desde allí, el camino se adentra en el cañón por su margen izquierda, entre vegetación y paredes de piedra. En la parte alta, un pequeño puente permite cruzar el río y acceder a las distintas surgencias que dan origen al Pitarque. La ruta, de unos diez kilómetros entre ida y vuelta, es sencilla y ofrece una experiencia inolvidable en pleno contacto con la naturaleza.

El Nacimiento del Río Pitarque es, sin duda, uno de los enclaves más fascinantes del Maestrazgo y de toda la provincia de Teruel. Su riqueza no se limita al espectacular surgimiento del agua desde la roca, sino que se extiende al entorno que lo envuelve: un bosque singular que alberga taxones de gran valor botánico. No es extraño que Pitarque se haya convertido en un punto de referencia histórico para la ciencia, visitado ya hace más de dos siglos por Ignacio Jordán de Asso y del Río, uno de los grandes botánicos aragoneses. En este lugar privilegiado, agua, roca y vegetación se combinan para ofrecer un paisaje lleno de vida y movimiento. Quien llega hasta allí no contempla solo un nacimiento fluvial: presencia el milagro del agua brotando de la piedra, la expresión de una tierra que conserva su esencia intacta pese al paso del tiempo. El río Pitarque, con su régimen simple de tipo fluvio-nival y sus dos máximos -uno en primavera y otro secundario en otoño-, completa un escenario que resume a la perfección la fuerza de la naturaleza en estas tierras. Y así, al finalizar el recorrido, el visitante comprende que este enclave no es únicamente un punto en el mapa, sino una síntesis del carácter del Maestrazgo: un territorio donde la ciencia, la historia y la belleza natural se entrelazan. Un lugar que deja una huella y que, como todo buen final, invita a volver para seguir descubriendo.