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Víctor Guíu: “Hay extremismos que debemos acallar, pero por no discutir los dejamos estar y eso es peligroso” Víctor Guíu: “Hay extremismos que debemos acallar, pero por no discutir los dejamos estar y eso es peligroso”
Víctor Guiu junto a su hijo, Manuel, que es el autor del dibujo de la portada del libro que se presenta esta tarde a partir de las 19:30 horas en la Librería Senda

Víctor Guíu: “Hay extremismos que debemos acallar, pero por no discutir los dejamos estar y eso es peligroso”

“Los profesores no están para hacer niños felices sino para formarles y darles herramientas con las que afrontar la realidad que les rodea”
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Cruz Aguilar

Víctor Guíu es de Híjar, donde trabaja de profesor interino en el IES Pedro Laín Entralgo. En 2001 publicó Delirio de polvo blanco, un libro de poemas, y desde entonces no ha dejado de escribir. Su último trabajo, que se presentará este viernes, a partir de las 19:30 horas en la Librería Senda de la capital turolense, lleva por título La Globalimbecilización (Mal-tratado breve de filosofía parda).

-¿Qué es la globalimbecilización?

-Buena pregunta. Tal y como la entiendo yo en el libro que he escrito es la pérdida de sentido común que todos estamos compartiendo últimamente, que todos estamos comprando. Porque de hecho en el libro lo que intento poner, al estilo somardón, en situaciones que se están extendiendo cada vez más y que, sin embargo, nos echamos las manos a la cabeza y, a la vez, todos compartimos.

-En su anterior libro analizaba el medio rural. ¿El escenario ha cambiado?

-Sí, pero la gente que haya leído el anterior libro verá que el estilo es el mismo, irónico e incluso un poco faltón, para despertarnos y pensar en lo que pasa a nuestro alrededor. Quería haber escrito uno sobre educación pero esas anécdotas que tenía recopiladas me llevaron a otros derroteros. La globalimbecilización sería un poco hacer un análisis somarda de la necesidad de la gente de creer en algo aunque no tenga ningún sentido.

-Localizamos ese bar dónde se pontifica y se deciden las cosas importantes del libro en el callejón del Conocimiento, un guiño al Callejón del Gato de Valle Inclán, en ambos la realidad aparece distorsionada. ¿Es necesario distorsionar la realidad para poder entenderla?

-Yo creo que sí y más últimamente porque la propia realidad que leemos y vemos muchas veces es menos real. La propia realidad que vemos, si no está distorsionada es que vivimos en Matrix, porque hay determinadas noticias y comentarios, determinados grupos sociales y culturales que, si de verdad no distorsionamos o redistorsionamos los mensajes que envían es difícil intentar comprenderlos. Yo trato de hacerlo en el libro, aunque luego en algunos conceptos me pongo serio.

-¿Por qué los españoles somos de intentar solucionar las cosas en el bar en vez de en los lugares donde correspondería?

-Porque es el lugar de socialización y, desgraciadamente, cada vez menos porque la gente sale menos y se queda en casa viendo Netflix, nos hacemos más individualistas. Rompo una lanza a favor de los cuñados, a ver quién no ha metido la pata en alguna cena de navidad, todos somos imbéciles en parte.

-Una de las ideas que lanza en el libro es lo difícil que resulta quitarse un Sambenito, ¿esto ocurre en pueblos y ciudades o es más una cosa del pueblo?

-Esto ocurre en todos los sitios, lo que pasa es que en el pueblo, al ser un sitio con menos gente, todas las bondades, las rabias y lo malo se redimensionan de otra manera, pero cualquiera que viva en una gran ciudad tendrá alguna cuadrilla, porque solo no puedes vivir, y todos tenemos un rol, vivas donde vivas.

-Uno de los capítulos con más sarcasmo es el dedicado a la pandemia, ¿nos ha servido para algo, aparte de para llenar los balcones de arcoíris?

-Es que esa es otra parte de la globalimbecilización, venga, vamos a llenar todos los balcones de colores, hacemos terapias de grupos, viva la felicidad y, si nos ha enseñado algo, es que somos igual que éramos, ni mejores ni peores, la dimensión que se les da a las tonterías que podamos decir cualquiera de nosotros a través de las redes sociales. Con las redes lo que hacemos es magnificar todo, porque en las conversaciones y los círculos que te meneas no hablas de lo que ha pasado en las redes, pero la política, la cultura y la sociedad gira en torno a las redes y se magnifica cualquier chorrada… La poca esperanza que hay es que no les hagamos mucho caso, que sea algo más ajeno a lo que sucede en nuestra realidad.

-Habla de la happycracia. ¿A dónde cree que nos va a llevar como sociedad ese interés por parecer felices en las redes?

-El postureo siempre ha existido, todos tenemos un personaje creado, para conocer a alguien tienes que echarte unas cuantas cervezas e ir más allá de lo que ha escrito o dicho en un momento dado. Al magnificarse el postureo queremos vivir en una realidad distinta a la que realmente vivimos. El postureo llega a unos límites…. Parece que la gente somos otra cosa de lo que realmente somos.

-Indica que un niño se los que hay ahora por la calle se parece más a cualquier niño de Wisconsin que a los que fuimos jóvenes y niños hace unas décadas. ¿Esto es necesariamente malo?

-No es ni malo ni bueno, la globalimbecilización no tiene porqué ser ni mala ni buena, pero es un aspecto que refleja una decadencia social, cultural y moral. Lo más contradictorio del proceso es que todos supuestamente nos tenemos que parecer, todos escuchamos y vemos lo mismo y surgen los individualismos más atroces, cada persona se puede sentir ofendida en cualquier momento por cualquier cosa. Se atomiza todo y con esa atomización el sistema, tanto económico como social, consigue convertir todo en producto, lo globalimbeciliza, en cualquier sitio habrá alguien como tu, digas lo que digas, seas animalista, nazi o antivacunas… El sistema nos convierte a todos en productos, lo de los metadatos famoso, y nosotros sin reflexionar lo compramos, sin preguntar.

-Usted es profesor y hace una crítica del sistema educativo actual. ¿Cada cambio en la Ley de Educación que se hace es para ir a peor o solo es una sensación mía?

-El peor cambio que hay es introducir en el sistema educativo ese concepto de ser feliz y de la emotividad, por encima de los contenidos y del saber, y cualquier reforma que se hace es en esa línea. Hay que hacer a todos felices y cultivar las emociones, cuando lo cierto es que, cuanto más formado estés y más conocimientos tengas, más herramientas tienes para afrontar la realidad que te rodea, tu entorno. Cuando entró la psicología y la pedagogía de la felicidad por las escuelas se fue todo al garete. Esto que llaman competencias, ¿qué competencia va a tener alguien al que le das cada vez menos contenidos? Desde luego con las últimas leyes desde la pandemia se ha agravado bastante.

-Siguiendo con la educación, se ha montado un gran revuelo porque se plantea pasar a un chaval con una asignatura suspensa, algo que ha ocurrido toda la vida, ¿no?

-Claro, pero se podía pasar a alguien suspenso atendiendo a su realidad, por ejemplo si habías suspendido matemáticas e ibas a estudiar algo que no tenía nada que ver. Ahora ya se puede pasar, lanzas el mensaje de que se pueden dejar una y lo que ocurrirá es que pasará con dos, la que se ha dejado y la que no ha sacado. El mensaje que cogen los alumnos es el camino más fácil, es el reflejo de que no importan los contenidos. ¿A qué enseñamos?, ¿a ser felices?, la felicidad es una chorrada, se es feliz en un momento, no puedes enseñar a nadie a ser feliz todo el tiempo, nos enseñan a ser felices y además tienes que demostrarlo.

-Los padres no salen muy bien parados en su libro, ¿tan general es lo de pensar que mi hijo nunca ha roto un plato?

-Es la tendencia, la diferencia entre nuestros padres y nosotros es abismal en muchos sentidos, desde el respeto a la educación, y siempre justificando. El objetivo es que nuestros hijos sean felices y no tengan ningún golpe y eso se traslada a la educación, anécdotas hay miles en este sentido. El sobreproteccionismo que existe sobre los hijos, que se traslada al ámbito educativo, no les hace ningún bien. Hay que enseñar a recibir golpes, porque se van a plantar con 30 años sin haber recibido ninguno.

-Una frase suya es “los genocidas del futuro están yendo a clase ahora. ¿Qué papel nos corresponde a padres y profesores en trazar ese futuro?

-A los profesores nos deberían dejar darles nuestras materias, porque tratamos muchos temas de forma transversal, parece que hay que incluir dos o tres asignaturas en una. Vamos a ver, a los niños se les educa en casa sobre todo, no podemos trasladar la educación de las casas a las aulas, lo mejor que puede hacer un profesor de historia o de matemáticas es enseñar historia o matemáticas para que puedas analizar el mundo con criterio.

- “Lo del coaching es el símbolo mayúsculo de esta sociedad globalizada”. Esta afirmación es de su libro, explíquese.

-A todo lo que le pongas una ing detrás te puedes echar a correr rápidamente. Le ponemos nombres bonitos, nombres comerciales a cosas que nos deberíamos levantar y salir corriendo. La filosofía positiva, el coaching, como que necesitas siempre a alguien que te traslade la autoayuda, debe ser que estamos tan individualizados que no tenemos amigos en cuyo hombro apoyarnos y contarles nuestras penas. Creo que viven del cuento directamente, no entiendo que necesites para todo algo acabado en ing. Es uno de los mejores reflejos de la imbecilización.

-Es bastante crítico con los que denomina culturetas, ¿usted no se considera uno de ellos?

-Este libro no me gusta ni a mí, en el sentido de que ese espejo que pongo lo pongo para toda la sociedad y me siento hasta yo reflejado para mal. Todos los que nos hemos dedicado a la cultura de alguna forma tenemos en algún punto este fallo, que nos creemos más interesantes e importantes que el resto, parece que huimos de nuestras relaciones sociales. Si nos ponemos por encima de otros siempre distorsionamos la realidad, lo hacemos de manera despectiva en el sentido de que nos ponemos un poco por delante, no me critiques porque tu no te has leído mi libro es una frase habitual. ¿Que si me considero cultureta?. Intento huir relacionándome con gente que aprecio y no tiene mis estudios ni mi forma de expresarse, intento en mi libro reflejar a todas esas personas que no tienen esa visión pedante de las cosas.

-¿Callar por no discutir es tan peligroso como discutir por no estar callado?

-Sí, y más ahora con el ambiente político que tenemos últimamente, muchas veces por prudencia en el bar, en casa o en el ámbito laboral nos callamos por no discutir y es peligroso. No hay mejor cosa que que nos digan que lo que hemos dicho está equivocado o una barbaridad. En la política lo estamos viendo con determinados extremismos, hay que acallarlos en todos los ámbitos pero por no discutir los dejamos estar y eso se puede convertir en una bola de nieve.

-Los guiños al lector son continuos. Tras una frase de esas que hay que leer tres veces para entenderlas pone un paréntesis en el que le anima a coger aire.

-Para huir de toda esta imbecilización que nos llega de la psicología positiva y las nuevas religiones lo que hago son guiños al lector y me rio de cómo nos ponen el papel de celofán para vestir a las cosas de ciencia, lo hacen desde posturas de la economía y la sociología y nos lo venden como un producto bonito.

-En el libro las notas a pie de página constituyen un texto que casi tendría entidad por sí mismo. ¿Qué persigue con ello?

-Un poco hacer el juego, la historia empieza en un bar y para dar ese marchamo de calidad que nos venden como un producto científico. Yo te voy a vender la globalimbecilización vista desde un punto de vista coral, porque recoge la opinión de mucha gente, lo llamo maltratado.

-En la obra ha participado también su hijo, ¿no es así?

-Sí, Manuel Guiu es autor del dibujo de la portada. Los que escribimos en editoriales humildes hacemos una labor de artesanía, nos buscamos un poco la vida, y aquí he contado con mi hijo.

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