

Jesús Callejo, investigador y divulgador de mitos, leyendas y misterios: “Lo misterioso tiene valor por su veracidad pero sobre todo por su arraigo etnológico”
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Jesús Callejo (Valderás, León, 1959) es uno de los mitos de la radio y la divulgación de las leyendas, mitos y misterios en España que han pasado por la capita mudéjar este fin de semana durante el congreso Teruel Mágico. Según sus propias palabras cambió ministerio por misterio al abandonar un puesto de abogado en la Administración Pública para dedicarse de lleno a la investigación de enigmas históricos, antropológicos y mitológicos. Colaborador durante 14 años del mítico La rosa de los vientos de Juan Antonio Cebrián en Onda Cero o de La Escóbula de la Brújula, ejerce su labor como divulgador en SER Historia con Nacho Arés, en programas de TV, revistas especializadas y a través de más de una veintena de libros, algunos de ellos auténticas referencias sobre el tema.
Jesús Callejo intervino el domingo por la mañana en una de las charlas que integraron Teruel Mágico, en la que volvió a hacer gala de su gran capacidad para sorprender, intrigar e interesar al público.
-Solemos identificar los misterios y las leyendas con lugares sugerentes... pero usted en realidad habló de objetos.
-Eso es. Objetos curiosos, llamativos, que hay en Teruel y en otros lugares de la Comunidad Autónoma. Hay muchos de estos objetos ligados a leyendas o misterios que considero muy interesantes, empezando por el propio escudo de Teruel. Ya el escudo nos da una referencia que casi parece ligada a un acontecimiento ufológico. Esa estrella que está sobre el Torico indica los orígenes mágicos de Teruel, desde su fundación en el siglo XII.
Los objetos me interesan y de hecho acabo de publicar este año un libro titulado El gabinete de las maravillas y los misterios (Almuzara), ilustrado por Marcos Carrasco, en el que menciono objetos raros de todas las provincias de España. Es muy sorprendente la cantidad de leyendas o de historias tradicionales que se cuentan en torno a objetos muy particulares.
-¿Cuáles de esos objetos le parecen más fascinantes?
-Hay muchos. Mencioné por ejemplo la glossopetrae, un diente de tiburón fosilizado que se utilizaba para extraer el veneno en Portalrubio (Teruel). Era un diente del que se decía que debió de traer alguien del mar, y que cuando una persona era mordida por una serpiente venenosa servía para sacarle el veneno y que no muriera. Es el único objeto de este tipo que conozco, y lo encontré precisamente en esa pequeña población de Teruel. O los jeroglíficos de San Macario en Andorra, la piedra del venerable de Loscos, que tiene una historia muy curiosa, o el sarcófago de San Balandrán, en Barbastro, que se usaba para medir a las casaderas. También mencioné el cerrojo de San Medardo, en Benabarre, un cerrojo de fertilidad de que se contaba que quien lo tocaba conseguía pareja y podía tener hijos cuanto antes. También es muy peculiar en Utebo la cabeza de San Lamberto, que la tiene en las manos. Y en la iglesia de San Miguel en Zaragoza, a la escultura del Arcángel San Miguel le pusieron la cabeza del demonio a sus pies con el rostro del rector de la época. Hay muchísimos tesoros desde una perspectiva insólita, mágica o misteriosa. Son objetos muy curiosos, a veces muy bizarros, pero que forman parte de las leyendas y tradiciones de Aragón.
-Lleva mucho años documentando, divulgando y estudiando misterios y leyendas. ¿Hay algún relato que le haya impresionado, que le haya marcado especialmente?
-Hay muchos, ya te puedes imaginar... Uno que menciono en el libro está en Valladolid: el Sillón del Diablo. Es curioso porque hay muchas leyendas asociadas al diablo, pero pocos objetos vinculados a él. En el Museo Arqueológico de Valladolid, que está en el Palacio de Fabio Nelli, tienen este sillón, asociado a una historia del siglo XVI. Un médico llamado Andrés de Proaza se sentaba en él. Se decía que el sillón se lo regaló un nigromante. Sentado en él, sabía con certeza la enfermedad del paciente y el remedio necesario, pero tenía una maldición: si se sentaba alguien que no fuera médico, podía morir. Se han conservado historias llamativas de gente que se sentaba en ese sillón y acababa sufriendo un síncope. Otro ejemplo que me impresionó, ya en Aragón, es el Cristo de Calatorao. Lo llaman el Cristo de los Endemoniados, y se atribuye a un peregrino que lo esculpió en tres días y luego desapareció sin dejar rastro. Es una obra de arte magnífica y no se sabe nada de ese peregrino, y de hecho la tradición dice que lo hizo un ángel. Se considera una acheropita, es decir, una imagen hecha por manos no humanas. Desde 1520 se le venera porque se pensó que era una imagen poderosa para realizar exorcismos. Los endemoniados iban hasta allí y, solo con la presencia de ese Cristo, se hacían rituales para expulsar a los demonios. Algo parecido sucedía en el santuario de la Balma, en Castellón. Allí también se hacían exorcismos hasta hace relativamente poco. Los realizaban las caspolinas, mujeres vestidas de negro procedentes de Caspe. Estas historias me fascinan porque forman parte del pensamiento mágico del inconsciente colectivo de nuestro país, que he recogido en varios de mis libros.

-¿Las historias sobre las que trabajas tienen valor por la verdad que tienen detrás? ¿O no necesariamente?
-Algunas leyendas tienen un trasfondo histórico que ha sido exagerado o tergiversado. Otras son claramente falsas. Pero no importa: tienen un valor simbólico, etnológico. El pueblo les ha dado importancia. Un ejemplo claro es la aparición de Santiago Matamoros en la batalla de Clavijo, en el año 844. A partir de ahí se le representa con una espada flamígera, montado en un caballo, matando moros. Históricamente eso es falso, pero la leyenda caló. En ese momento se necesitaba un icono, un héroe, lo mismo que ocurrió con el rey Arturo. El personaje histórico tiene tres o cuatro menciones, pero toda la leyenda -Camelot, la Mesa Redonda, el Santo Grial- se construyó en el siglo XII. No importa si es cierto o no: se necesitaba un mito que representara los valores de la caballerosidad en Inglaterra y se construyó. En España ocurrió algo similar con el apóstol Santiago.
-Entonces, ¿se puede o se debe someter al juicio de la ciencia lo misterioso o legendario? ¿O no ocurre nada malo porque ciencia y folclore vayan cada uno por su lado?
-Sería ideal comprobar la veracidad de muchas cosas. Una cosa es descubrir que algo es falso y otra muy distinta es que eso reste valor a la creencia. Esto pasa con las reliquias. Se han hecho pruebas de Carbono 14 a la Sábana Santa de Turín, al Sudario de Oviedo, al Titulus Crucis... y ninguna tiene dos mil años de antigüedad. Pero eso no impide que se sigan venerando porque ahí entran la fe y la devoción. Yo soy partidario de investigar todo lo que se pueda desde la historia y la ciencia. Pero la creencia sigue su propio camino, y la gente decide creer que determinadas cosas dan suerte, poder o protección aunque se demuestre que son falsas. En el Santuario de Urkiola, en Vizcaya, hay una piedra enorme a la que la gente da vueltas pidiendo deseos porque se creía que era un meteorito y eso le confería poder. Hace poco se demostró que no lo es, que es una piedra que alguien colocó allí en 1929. Da igual. La gente sigue haciendo el ritual de rodearla. Si el pueblo ha decidido hacer la suya, a veces la realidad no debe estropear una buena historia.
-¿Un congreso como el que se ha celebrado en Teruel sirve para reafirmar a los convencidos o para abrir los ojos a los escépticos?
-Este tipo de encuentros van dirigidos a gente con curiosidad. Curiosidad por la historia, por las leyendas, por el misterio. El misterio forma parte de la cultura y todas las disciplinas culturales contienen algo que aún no conocemos, y ahí entra el misterio. Creo que este congreso, tratado con la dignidad con la que se ha tratado, interesa a cualquier persona con ganas de entender un poco más el mundo que nos rodea. Peor no tenemos que entenderlo como algo que sirve para convencer al escéptico. Todos, en cierto modo, somos escépticos. Todos queremos conocer la verdad. De hecho los primeros interesados en esclarecer los misterios somos los que nos dedicamos a ellos. Otra cosa son los negacionistas, que rechazan cualquier cosa sobrenatural o misteriosa. Yo creo que es tan erróneo creérselo todo como negarlo por sistema.
-Recién publicado ese libro suyo, ‘El gabinete de las maravillas y los misterios’, ¿qué lleva entre manos ahora? ¿Prepara alguna nueva publicación?
-Tras la salida de este libro estoy inmerso en su promoción, que es otra fase diferente del proyecto. Además cada semana dirijo el podcast La escóbula de la brújula, tengo una sección en Ser Historia que se llama El cronovisor, y colaboro en un podcast de ciencia y tecnología que se llama Mindfacts. Allí intentamos contar cosas de ciencia y tecnología con humor y sorprendernos con la cantidad de noticias que llegan de campos que van desde la astronomía hasta la genética. Así que no me aburro, la verdad.