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La música, un instrumento para meterse en la piel de otros y sentir sus vidas La música, un instrumento para meterse en la piel de otros y sentir sus vidas
Algunos de los saxofonistas, durante el concierto de ayer en Teruel. Teresa Navarro

La música, un instrumento para meterse en la piel de otros y sentir sus vidas

La Banda Santa Cecilia ofrece un concierto multitudinario por su patrona
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Cruz Aguilar

La música es un instrumento para meterse en la piel de Anna Frank, la activista Rosa Parks o de Rampunzel, la protagonista del cuento. Vivir esas vidas, recreando momentos y sentimientos, una realidad virtual en la que, con los ojos cerrados, desenterraron el encierro en Amsterdam de una niña para protegerse de los nazis, apoyaron las revueltas de Alabama en contra de la segregación racial o presenciaron la lucha por la libertad de la protagonista de un relato infantil. Todo ello de la mano de los 140 músicos de la Banda de Música Santa Cecilia, que este sábado ofreció un concierto en el pabellón de Los Planos con motivo de la onomástica de su patrona. Los turolenses no faltaron a una cita en la que disfrutaron de las melodías más allá de las notas.

“La música debe servir para meternos en situaciones y sentimientos ajenos, vivir otras realidades con los ojos cerrados”, explicó Daniel Ibáñez, director musical de la Banda de Música de Santa Cecilia, antes de iniciarse el concierto, que se prolongó durante hora y media y, como en anteriores ocasiones, llenó el pabellón de Los Planos, con capacidad para 1.500 personas.

El recital de este sábado arrancó con el pasodoble Yakka, de Jose Rafael Pascual-Vilaplana. Sirvió de preludio de Movement rosa, de Mark Camphouse, una pieza en la que los turolenses viajaron hasta Alabama para homenajear a la activista negra Rosa Parks, cuya negativa a cederle el asiento a un blanco en un autobús marcó un antes y un después en la lucha contra la segregación racial.

La melodiosa voz de Carolina Paterson narró la adaptación del cuento al siglo XXI de Rampunzel. En la propuesta que desgranó la cantante no había bruja, sino hechicero, y el príncipe fue sustituido por un grupo de amigos pero, al igual que en el original, habló de libertad, de esa necesidad de poder expresarse que muchos músicos hallan a través sus instrumentos.

Uno de los momentos más esperados de la jornada fue la incorporación de los 14 nuevos músicos, que se suman a la banda, donde la sabia joven de los de 13 años complementa la sabiduría musical y de la vida que tienen los de casi 80. Un amplio elenco de 140 personas unidas por su pasión por el pentagrama y que este sábado disfrutaron de uno de los conciertos más relevantes de los que organiza anualmente la agrupación musical.

En este 2025 se suman a la banda el percusionista José Baldó; el trombón de baras Álex Montañés; las trompetas Álvaro de Oñate, Marcos Bella y Nicolás Monferrer; César Soriano (saxofón alto); los clarinetes Candela Artigas, Marcos Fabre, Paula Sebastián, Martina Miedes y Daniel Iserte; la flauta travesara Sofía Parrilla y Maria Royo y Vega Blasco con el violonchelo.

Entre esas nuevas altas estaba Vega Blasco, conocida entre sus amigos de la banda como Vega Chelo porque hay dos Vegas y ella toca el violonchelo. “Para mí es una cosa súper importante porque llevo tocando casi toda mi vida y ahora tocar con gente más profesional y también con mis amigos me hace mucha ilusión”, aseguró. Tiene 14 años e indica que en la banda no sólo tienen en cuenta la edad, sino también el nivel musical y por eso está “muy orgullosa” de que hayan contado con ella.

Otra de las nuevas músicas de Santa Cecilia es Candela Artigas Alegre, que toca el clarinete y, aunque este sábado estaba un poco nerviosa porque tenía que decir unas palabras delante de todos, estaba “muy contenta” porque tenía “muchas ganas” de pasar a la banda.

Tras la presentación de los nuevos y sus breves discursos, se nombró a los Socios de Honor, que este 2025 son Tobogán y Colibrí. Además, se concedió la insignia de la banda a los músicos que cumplen 25 años de trayectoria, que este año fueron Arantxa Monforte Sánchez y Patxi Arrigorriaga Caballero.

La cantera está asegurada para la Banda de Santa Cecilia puesto que la Escuela de Música tiene este año más de 700 matrículas. La banda de los mayores se nutre de la juvenil, que tiene casi 80 músicos. Detrás de esas nuevas incorporaciones hay “un gran proceso de trabajo”, explicó Daniel Ibáñez, quien apuntó que además este año se ha implantado una banda infantil. De allí pasan a la juvenil, que les sirve de trampolín para acceder ya a la grande.

La segunda parte del concierto arrancó con la obra Juegos Cruzados, del joven compositor turolense Mario Porcar. Fue sin duda la pieza más difícil de interpretar porque plantea un idioma musical diferente, “sacada de los fractales de las matemáticas”, indicó Ibañez, quien detalla que en ella “no hay una melodía clara, sino que se trata de texturas y, para disfrutarla, hay que cerrar los ojos y dejarse llevar por donde van los sonidos”. Juegos Cruzados es el trabajo de fin de carrera de dirección del joven y se estrenó este sábado en Teruel, en presencia de sus padres, que se sumaron a tocar con el resto de músicos, y su hermano. El joven percusionista no pudo asistir porque cursa sus estudios en Austria.

Ibáñez detalló que la banda es ecléctica de por sí y ofrece desde conciertos sacros a infantiles, pasando por compartir escenario incluso con Los Gandules. Interpreta diferentes lenguajes, pero el director reconocía este sábado que el de la obra de Porcar es totalmente diferente, algo a lo que ni el público está acostumbrado a escuchar ni ellos a interpretar. Por eso supuso “un gran reto” tanto entenderlo como la dificultad técnica, aunque el resultado fue “muy interesante” y los espectadores se mostraron muy receptivos y aplaudieron con ahínco al finalizar la interpretación: “La emoción llega aunque no entiendas ese idioma”, recalcó el director.

Se trata del segundo año que la Banda de Música de Santa Cecilia incorpora a su repertorio el estreno de una obra de un compositor joven, que en 2024 fue el valenciano Víctor Martínez. Es una manera de hacer hueco a los nuevos creadores y que los músicos tengan oportunidad de conocer estilos contemporáneos.

El recital continuó con el homenaje a Anna Frank a partir de la pieza de Otto M. Schwarz The Story of Anne Frank, en la que la nostalgia y la calidez que requería la pieza y el momento la aportaron los violinistas Alberto Navas, Irene Esteban y Carolina Paterson, profesores todos ellos de la Escuela de Música. Los violinistas sorprendieron al público comenzando a tocar desde las gradas. El concierto finalizó con la alegría de Music for a Festival, de Philip Sparke.

El recital de Santa Cecilia es el más multitudinario de la banda, “es un día especial para juntarnos”, explica el director, quien señala que también hay otros de relevancia, como el que realizan para fin de curso en los Fueros, donde se juntan también con los alumnos de la Escuela de Música.

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