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Mara Aranda, cantante y directora del Centro Internacional de la Música Medieval de Valencia: “Hubo mujeres trobadoras pero no nos engañemos, si sabían leer era porque pertenecían a la nobleza” Mara Aranda, cantante y directora del Centro Internacional de la Música Medieval de Valencia: “Hubo mujeres trobadoras pero no nos engañemos, si sabían leer era porque pertenecían a la nobleza”
La cantante Mara Aranda durante su actuación del viernes en Teruel. J. Escriche

Mara Aranda, cantante y directora del Centro Internacional de la Música Medieval de Valencia: “Hubo mujeres trobadoras pero no nos engañemos, si sabían leer era porque pertenecían a la nobleza”

La cantante, que está recuperando el repertorio de las antiguas ‘Trobairitz’ occitanas, actuó el viernes en Teruel
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El quinteto de música medieval liderado por Mara Aranda abrió el viernes la recreación de La Partida de Diego con un concierto que fundió tradición sefardí, andalusí y cristiana, con el que celebra sus 35 años de carrera. En ese tiempo Aranda ha grabado una veintena de discos, la mayoría de corte historicista, especializándose en música medieval de todas las cuencas del Mediterráneo.

Como investigadora y directora del Centro Internacional de Música Medieval (CIMM) de Valencia tiene destacados trabajos en el ámbito de la recuperación de música medieval. La serie de cinco discos que dedicó a la música sefardí en su diáspora a Marruecos, Turquía, Grecia, Bulgaria y la antigua Yugoslavia recibió dos premios de la Lista WMCE como mejores discos europeos del año. Además está recuperando el repertorio de las mujeres trovadoras occitanas de la Edad Media, con un primer LP titulado Trobairitz que se completará con un segundo volumen que se publicará próximamente.

El CIMM ha recuperado en torno a doscientos instrumentos medievales de cuerda, viento y percusión, basándose en los diseños extraídos de pinturas, esculturas y arquitectura de la época, y ofrece una formación continua online con los mejores especialistas sobre diferentes ámbitos de la música entre los siglos V y XV.

-¿Qué significa exactamente ‘trobairitz’, ese término con el que siempre se le relaciona y que da título a su último disco?

-Se refiere a las mujeres compositoras del siglo XI y XII, que es cuando se origina un fenómeno cultural y musical en Occitania, que después se extenderá por gran parte del mundo. Es un movimiento artístico que gracias a su coherencia se expandió a través de los viajeros y los músicos juglares itinerantes. Hizo que surgieran trovadores en Alemania, Italia o en la península Ibérica, algo muy destacado en una época las noticias y las novedades viajaban muy despacio.

-Llama la atención que existiera un término específico para las mujeres compositoras, cuando su papel en el arte solía estar invisibilizado...

-Sí, pero tampoco vamos a engañarnos, porque no eran cualquier mujer. No estaban todo el día en el campo o con el ganado, sabían leer y escribir porque pertenecían a la nobleza. Ellas tienen repertorio que ha sobrevivido a nuestros días, lo cual es mucho dado que hablamos de un arte efímero como la música. Yo empecé un proyecto de recuperación y difusión de todo ese corpus musical de las trobairitz con un disco que se llama precisamente Trobairitz, y está pendiente de salir dentro de poco el segundo. En esos dos discos está toda la producción que se ha rescatado de estas mujeres.

-Estamos hablando de los siglos XI y XII, en los que ni siquiera están asentadas las bases de la escritura musical... ¿Cómo logró conservarse y cómo se recupera ese corpus musical?

-Se conserva poca música e relación a la que con toda seguridad existió, pero como ocurre con buena parte de la música tradicional, tuvo un impacto tan fuerte en la sociedad que parte de él ha logrado llegar a nuestros días. Del mismo modo que se conservan contratos, documentos que hablan de los gastos de un castillo o de la residencia de un rey, pues también nos ha llegado esa producción poética, primero en occitano y después en otras lenguas. Aunque son posteriores el mejor ejemplo que tenemos en España es de las cantigas de Alfonso X, del siglo XIII, de las que se conservan más de 400 con letra y música. Estamos hablando solo de cien años más tarde, pero incluso en ese momento a Alfonso X se le sigue considerando un trovador. La tradición entendía que un trovador tenía que trovar a una mujer inalcanzable, que no fuera de este mundo, y en su caso es la Virgen María.

-Pero más allá de que se conserven documentos y poemas, en los siglos XI y XII no está consolidado el solfeo y la notación musical tal y como lo conocemos... aún no hay un modo fiable de escribir música, como ocurre hoy en día. ¿Cómo puede saberse cómo sonaban entonces las melodías?

-En ese momento hay una notación musical, diferente y no tan completa como la actual, pero algo hay. Yo no soy una experta en paleografía, pero en el Códice de las Cantigas de Alfonso X se observa un notación cuadrada que te proporciona la altura de la nota, aunque todavía no te indica la figura rítmica. Así que en realidad es imposible saber cómo sonaban exactamente, pero no solo porque la notación no te permita leerla con exactitud, sino también porque los espacios musicales han cambiado por completo. En esa época los conciertos no existían, los juglares tocaban a pie de calle y su sonido se mezclaba con el la gente gritando, los tocinos gruñendo y los niños llorando. Y la música en la corte del rey no se hacía en un auditorio con la gente escuchando, sino que había músicos tocando como parte de la decoración. De vez en cuando venía alguien y recitaba un poema, pero normalmente era una ambientación que formaba parte del paisaje palaciego, no actos a los que hubiera que prestar atención. La concepción que se tiene de la música era completamente diferente a la de ahora, y eso afecta a cómo se interpretaba. La aproximación que actualmente puede hacer el músico historicista cuando trata de interpretar esa música depende mucho de su habilidad para ubicarse mentalmente en esa época, tanto como de los propios restos arqueológicos que nos dicen qué canciones se tocaban y con qué instrumentos se tocaban. A partir del Renacimiento nace el concierto como tal y se consolida la notación musical, así que esa intuición para viajar atrás en el tiempo del músico deja de ser tan importante.

-Pese a ese papel casi residual de la música en el medievo, es innegable su influencia dado que nos han llegado canciones.

-No es residual, es solo que la percepción medieval es diferente a la nuestra. Pero hay que tener en cuenta que los trovadores son personas importantes, no son juglares. Los juglares son gente de pocos recursos, itinerantes que se buscan la vida de un lugar a otro. Pero los trovadores pertenecen a las cortes reales. Ricardo Corazón de León se considera un trovador, y de hecho se ha conservado una canción que escribió. Y el primer trovador reconocido es otro rey, Guillermo IX, el abuelo de Leonor de Aquitania.

-El viernes ofreció su primera actuación en Teruel con el formato habitual de quinteto...

-Sí, es una formación que me encanta. Julia Chiner (viella, geychak y fídulas), Omran Adrah (kanoun), Jota Martínez (baglama, bulgari, oud y sinfonía), Fernando Depiaggi (percusiones y ney) y yo. Con instrumentos del extremo oriental del Mediterráneo, principalmente medievales, que pertenecen al CIMM.

-¿Tienen un buen catálogo?

-Aproximadamente unos 200 instrumentos que son reconstrucciones todo lo fidedignas que el ojo humano permite.

-En Teruel la techumbre de la Catedral ha inspirado la fabricación de instrumentos medievales... ¿de donde saca el CIMM la inspiración y los modelos?

-Además de pinturas los modelos más importantes se observan en las portadas de las catedrales, donde podemos verlos en tres dimensiones. Tenemos un románico y un gótico en España riquísimo que nos permite ese lujo: ver instrumentos -entre otras cosas- en tres dimensiones. Algunas escuelas de escultores eran tan perfeccionistas que llegaban a un nivel de detalle que te proporciona muchísima información: cuántas clavijas tenía el instrumento, cómo se encordaban, cómo se tocaba, como se cogía el plecto si era de cuerda, si era de lengüeta en el caso de viento, por la forma en la que lo embocaba en angelote o en anciano del Apocalipsis que lo lleva... son auténticos catálogos en relieve.

-Pero supongo que habrá que tener cuidado porque en el medievo predominaba el simbolismo sobre el naturalismo, y si había que torcer un mástil o reducir una flauta para que cupiera en el encuadre, se hacía...

-Eso es verdad, pero siguen dándonos mucha información pese a que las representaciones artísticas no eran maquetas completamente realistas. Pero es que en esa época tampoco podemos decir que tal instrumento era así o asá, porque no habría dos instrumentos iguales. Ahora hay estándares de fabricación pero entonces no, y ni siquiera de las manos del mismo artesano saldrían dos instrumentos con la misma forma y tamaño.

-El repertorio que repasó el viernes en el encuentro de Diego e Isabel incluyó las tres culturas; la música andalusí, la sefardí y la cristiana...

-Así es. Hemos querido hacer una confluencia de la música de esos tres pueblos, que aunque no eran los únicos, sí eran los mayoritarios.

-¿Qué elementos característicos definen la música de esos pueblos?

-La música sefardí es un caso curioso porque lo que se ha conservado son canciones que se cantaban de puertas para adentro de la casa. Las mujeres cantaban en su lengua vernácula, que es como nos han llegado esas canciones a la actualidad. Y al ser de tradición oral se trata de la que menos podemos saber cómo se cantaban exactamente. Porque además lo que sonaba mientras cantaba sería quizá una cuchara de madera para llevar el ritmo o una mecedora mientras trataba de dormir a su hijo, y no los instrumentos a los que tenía acceso Alfonso X, por ejemplo.

-Más tarde la diáspora judía de Sefarat diseminaría esa tradición musical oral por todos los rincones del mundo...

-Y su música empezó a abarcar la esfera más pública, aunque en siglos más recientes. Por ejemplo se hacía una boda judía en Marruecos, y se cantaban canciones sefardíes, o procedentes de esa tradición, pero la tocaba una orquesta de la ciudad donde estuvieran, Fez, Tetuán, o Larache... Pagaban a una orquesta local que tocaba música sefardí con instrumentos locales, y ellos cantaban sus canciones, de forma que se iban mezclando todas las tradiciones.

-El Centro Internacional de Música Medieval de Valencia (CIMM) que dirige no solo se dedica a investigar y recuperar repertorio musical e instrumentos históricos, sino que también es una academia de formación. ¿Qué contenidos imparten?

-Muy diversos. Hasta donde yo sé somos la única entidad -el año que viene nos constituiremos en Fundación- que tiene una formación continuada online durante todo el año. Aunque nacimos antes de la pandemia de covid, ese contexto nos trastocó completamente nuestro proyecto formativo que entonces todavía era emergente. Clases, conciertos y todo lo presencial se truncó, así que pasamos a la opción online de un modo natural -aunque obligado-. A la larga eso nos vino bien, en ese sentido, porque nos permitió hacer una formación más ambiciosa, y abrir nuestro alumnado a todo el mundo. Pasamos de tener estudiantes de la provincia de Valencia a tenerlos de todo el mundo, fuera incluso del ámbito hispanohablante.

-¿Cuantos alumnos tienen en la actualidad?

-En torno a medio millar. Destaca sobre todo la incorporación de estudiantes de fuera de España, especialmente Latinoamérica, donde hay una tendencia al alza por el interés en la música medieval europea. Se trata de una formación no reglada, pero con numerosos ámbitos de interés: desde paleografía hasta canto bizantino, pasando por reconstrucción de instrumentos, perspectiva artística, interpretación... Se tocan muchas facetas, teóricas y prácticas relacionadas con la música, y con algunos de los profesores más prestigiosos del mundo. Y al ser formación no reglada está dirigida a personas que realmente tienen interés por aprender cosas, no únicamente por tener una titulación.

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