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María Floarea Pop, directora del Instituto Cultural Rumano en Madrid: “Tanto en España como en Rumanía la caída de las dictaduras provocó la explosión de la libertad creativa” María Floarea Pop, directora del Instituto Cultural Rumano en Madrid: “Tanto en España como en Rumanía la caída de las dictaduras provocó la explosión de la libertad creativa”
María Floarea Pop, durante un acto institucional celebrado por el Instituto Cultural Rumano en Madrid

María Floarea Pop, directora del Instituto Cultural Rumano en Madrid: “Tanto en España como en Rumanía la caída de las dictaduras provocó la explosión de la libertad creativa”

El último número que publicó la revista Turia ofrece un exhaustivo informe sobre el brillante momento que vive la literatura rumana contemporánea
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María Floarea Pop es la directora del Instituto Cultural Rumano en Madrid, una de las instituciones que han apoyado el último número de la revista turolense Turia, cuyo último número publicaba uno de los más extensos, completos y profundos acercamientos que pueden leerse en castellano sobre la literatura contemporánea rumana. Pop ha participado en la coordinación de ese dossier y estuvo presente durante la presentación de Turia en la Biblioteca Nacional de España, a finales de junio.

-¿Qué ofrece el dossier que el último Turia dedicó a las letras rumanas, como gran protagonista?

-Que una revista tan longeva y prestigiosa como Turia se vuelque en las letras rumanas es motivo de orgullo y gratitud. Y ofrece muchas sugerencias de buenas lecturas y nuevos mundos para los lectores. Constituye un verdadero acto de justicia literaria. Este dossier incluye un ensayo panorámico de la reconocida escritora y crítica Mercedes Monmany, quien traza un recorrido por la brillante literatura rumana: su evolución, sus rasgos distintivos y algunos de sus nombres fundamentales. Tres ensayos complementarios abordan las principales vertientes de la literatura rumana actual: la prosa, la poesía y la no ficción. El público lector podrá descubrir ocho textos narrativos inéditos en español, pertenecientes a algunas de las novelas más premiadas en Rumanía y a nivel internacional, que aún esperan editor en castellano. La sección de poesía ofrece una muestra vibrante de diez poetas contemporáneos rumanos, muchos de ellos apenas conocidos y publicados en España más allá de algunas antologías. El dossier se completa con un valioso ensayo histórico del académico Ioan-Aurel Pop, presidente de la Academia Rumana, sobre la historia de la Rumanía moderna, y como auténtico lujo dos entrevistas en profundidad a dos grandes voces de la literatura rumana contemporánea, Gabriela Adamesteanu y Tatiana Tîbuleac.

-¿Es oportuno considerar el momento actual de las letras de su país como una Edad de Plata, por comparación con la Edad de Oro (1918-1939)?

-Creo que este es un momento oportuno para reconocer la consistencia literaria, la calidad, la variedad y el éxito de público y crítica del panorama literario rumano actual, aunque este no posea la misma carga paradigmática ni la cohesión simbólica que caracterizaron a la Edad de Oro del periodo de entreguerras. A la vez, esta valoración invita a reflexionar sobre el lugar que ocupa la literatura en contextos históricos, culturales y sociopolíticos tan diversos entre sí. Esas metáforas deben abordarse con matices: no se trata de emular el pasado, sino de reconocer nuevas formas de excelencia literaria que responden a desafíos y sensibilidades contemporáneas.

Es oportuno recordar el gran florecimiento cultural e intelectual que se produjo tras la Primera Guerra Mundial y la creación de la Gran Rumanía (1918). La literatura de aquel periodo estuvo marcada por una notable coherencia ideológica y estética, aunque atravesada por tensiones entre el tradicionalismo y el modernismo. En ese clima se afirmaron figuras clave como Lucian Blaga, Tudor Arghezi, George Bacovia, Camil Petrescu, Hortensia Papadat-Bengescu, Liviu Rebreanu, Mircea Eliade, Emil Cioran, Eugen Ionescu o Mihail Sebastian, así como los críticos Eugen Lovinescu y George Calinescu, entre otros nombres imprescindibles.

La literatura actual, por su parte, caracterizada por una gran vitalidad creativa, incorpora diversas tendencias, tal y como señala el crítico Bogdan Cretu: desde los novelistas formados y afirmados ya antes de 1989, hasta la emergencia de voces nuevas y diversas, que adoptan una mirada crítica hacia el pasado reciente, la sociedad de consumo o las tensiones identitarias. A ello se suma la creciente presencia de lo digital, las redes sociales, la autoficción y los géneros híbridos, elementos que contribuyen a la fragmentación del público lector. A diferencia del periodo de entreguerras hoy la creación literaria se mueve en un panorama plural, descentralizado y globalizado.

-¿La caída de la dictadura de Ceausescu fue el punto de inflexión?

-Ese hecho en 1989 fue determinante pero no basta por sí solo para explicar la eclosión de la literatura rumana contemporánea. Lo que siguió fue un proceso complejo, impulsado por la apertura ideológica, el redescubrimiento de voces silenciadas, el contacto con corrientes internacionales y el despertar de una nueva generación de escritores.

Liberados de la censura, los autores comenzaron a explorar territorios antes vedados: una literatura más personal, crítica y experimental, alimentada por influencias como el posmodernismo, el feminismo o la autoficción. La tecnología ha cumplido un papel crucial en este proceso. Blogs, redes sociales y plataformas digitales han democratizado la escritura y la circulación de los textos, generando comunidades literarias nuevas y dando espacio a voces periféricas. En lugar de escribir sobre la libertad, los autores han comenzado a escribir desde la libertad.

-¿Hay paralelismos entre la evolución de la novela rumana a partir de 1989, y la evolución de la novela española tras 1975 con la muerte de Franco?

-Los contextos históricos son distintos pero también permiten establecer algunos paralelismos. En ambos países la caída del régimen supuso una explosión de libertad expresiva: desapareció la censura y los escritores comenzaron a abordar temas hasta entonces prohibidos, como la religión, la identidad, la violencia política, la memoria histórica o la crítica al sistema. Esto trajo consigo una reinvención del lenguaje narrativo, con una marcada tendencia hacia la experimentación formal y la búsqueda de nuevas estructuras.

También se produjo un redescubrimiento de tradiciones literarias censuradas o marginadas, de autores en el exilio, así como una apertura a las corrientes europeas contemporáneas. En ambos casos, emergieron generaciones de escritores jóvenes que, sin haber participado directamente en la oposición política, comenzaron a escribir desde otras inquietudes: lo íntimo, lo urbano, lo fragmentario, lo individual frente a lo colectivo.

Tanto en Rumanía como en España, estos autores buscaron trascender el marco nacional, incorporando referencias e influencias globales. Aun con diferencias estructurales notables, en ambos contextos la novela se consolidó como un espacio privilegiado de reflexión sobre la identidad, el pasado reciente y el lugar que cada nación ocupa en el mundo.

-¿Qué características generales -teniendo en cuenta que las generalizaciones son necesariamente imprecisas- reúne la literatura rumana contemporánea?

-Cabe señalar algunas tendencias recurrentes. Predomina una escritura centrada en lo íntimo, lo subjetivo, con fuerte presencia del yo a través de la autoficción, el diario o la memoria ficcionalizada. Se impone una narrativa fragmentaria, con estructuras no lineales, intertextualidad y géneros híbridos como la novela-ensayo o el diario-poético. La mirada se posa en lo cotidiano, lo banal, lo marginal; los entornos urbanos se retratan como laberintos emocionales, lejos del heroísmo tradicional. El cuerpo irrumpe con intensidad: visceral, grotesco o lírico. El pasado comunista —la censura, el exilio, la represión— aparece como eco persistente, abordado desde el testimonio, la ironía o la introspección. Autores como Herta Müller, Norman Manea, Ana Blandiana, Mircea Cartarescu, Gabriela Adamesteanu, Dinu Flamand, Dan Lungu, Ioana Parvulescu, entre muchos otros, han contribuido a proyectar esta literatura más allá de sus fronteras.

Destaca también la presencia creciente de autoras, con voces libres y críticas, así como la influencia del mundo digital, que deja su huella en los formatos: escritura breve, tono coloquial, publicación online, exploración de lo cotidiano.

La literatura rumana actual no ofrece una identidad nacional unívoca, sino un mosaico plural de voces y estéticas, en diálogo con los traumas del pasado, las tensiones del presente y los desafíos de un mundo global y cambiante.

-¿Los escritores jóvenes beben en la actualidad de las mismas fuentes de la exitosa generación de escritores rumanos que nació de la oposición al régimen de Ceausescu? ¿O son rupturistas con la herencia recibida como lo fueron ellos?

-Durante el comunismo, hubo escritores formados dentro del régimen que practicaron una forma sutil de resistencia cultural. Utilizaron el simbolismo, la ambigüedad, el lirismo introspectivo o la metáfora para eludir la censura. En ese contexto, la literatura adquiría un carácter ético, casi sagrado, como espacio de libertad individual frente al aparato estatal.

Los autores actuales respetan esa tradición y conocen bien a sus figuras clave —muchos las han leído y estudiado—, pero ya no comparten ni la solemnidad ni la urgencia moral que hacía de la escritura un acto de sacrificio personal y colectivo. Para ellos, la literatura es más bien un espacio de exploración, de irreverencia o de escepticismo. Se acercan más a la crónica del desencanto, su sensibilidad responde a nuevas ansiedades como la precariedad laboral, la vida emocional, la identidad sexual, la migración, las tensiones de la vida urbana, y las referencias nacionales pierden peso frente a una estética global.

-Turia no solo se detiene en grandes autores como Ana Blandiana, Norman Manea o Mircea Cartarescu, sino que además anuncia la publicación por primera vez en castellano de textos de un total de 21 autores. ¿Existen todavía muchos autores relevantes que no hemos tenido ocasión de leer en castellano?

-Sí, por supuesto: existen numerosos autores rumanos contemporáneos de gran relevancia que aún no han sido traducidos al castellano, o cuyas obras están disponibles solo de forma parcial, en antologías, en revistas o en ediciones escasas o difíciles de conseguir. A pesar de que en las últimas dos décadas ha habido un esfuerzo creciente —por parte de editoriales independientes, festivales y programas de apoyo— para acercar la literatura rumana al lector hispanohablante, sigue existiendo un claro desequilibrio entre la riqueza real de la producción literaria rumana y lo que efectivamente llega al mercado editorial en español.

Desde 2007, los programas de apoyo a la traducción y edición del Instituto Cultural Rumano han facilitado que numerosas editoriales y traductores puedan acceder a becas y financiación para llevar al castellano las obras de autores diversos. Gracias a ello, el catálogo disponible ha ido creciendo de forma constante, como se refleja cada año en los programas de ferias del libro, festivales internacionales y en los múltiples diálogos literarios entre Rumanía y el mundo hispánico. Pero aun así, persisten carencias evidentes. Una de ellas es la escasa presencia en español de autores emergentes, nacidos en los años 80 y 90, que están renovando el lenguaje literario rumano con propuestas audaces y actuales.

Otro terreno apenas explorado en traducción es el de la literatura infantil rumana, un ámbito especialmente fértil, donde autores consagrados colaboran con ilustradores de gran calidad para crear obras imaginativas y atractivas. Pese a que existe una demanda creciente de este tipo de libros en el mundo hispano, sus traducciones siguen siendo casi inexistentes. A partir de 2025, el Instituto Cultural Rumano ha lanzado un programa especial de apoyo a la traducción y publicación —Romanian Books for Children— dirigido a editoriales extranjeras interesadas en la literatura infantil rumana.

La situación es similar en lo que respecta a la literatura juvenil y los cómics, que rara vez han cruzado las fronteras nacionales. Y lo mismo podría decirse de los ensayos culturales, filosóficos, sociológicos o históricos: su circulación es muy limitada, a pesar del gran valor que aportan pensadores rumanos contemporáneos al debate intelectual europeo. Una mayor presencia de estas obras contribuiría a un conocimiento mutuo más profundo y enriquecedor.

En este contexto, iniciativas como el monográfico de la revista Turia son fundamentales: no solo como ventana de difusión, sino como herramienta de descubrimiento para traductores, editores, agentes literarios y lectores. En un mercado global como el hispanohablante, abrir el acceso a esta pluralidad de voces rumanas representa una gran oportunidad para ampliar el canon, diversificar las lecturas y enriquecer el mapa literario contemporáneo en español.

-Sorprende lo rápido que aprende el idioma español la mayor parte de la comunidad rumana en España. Ambas lenguas comparten origen romance pero han seguido evoluciones muy distintas... ¿diría que son lenguas fácilmente traducibles entre sí?

-No creo que exista una traducción fácil, y menos aún en el ámbito literario, donde este oficio se convierte en una forma de arte, una labor de orfebrería. Traducir no es simplemente trasladar palabras, sino transmitir conceptos, mundos, imaginarios. Muchas veces, ni siquiera existen equivalentes directos: es especialmente complejo traducir lenguajes regionales, coloquiales, apelativos familiares o referencias culturales tan específicas como Militia, cozonac, Mos Gerila, cooperativa, dumitale, dor, doina, entre otras.

La literatura rumana —sobre todo en la poesía o la narrativa lírica— tiende a ser densa, metafórica, cargada de matices simbólicos, lo que obliga al traductor a tomar decisiones difíciles: preservar el tono original o adaptarlo a la sensibilidad del lector hispano.

Además, la literatura rumana contemporánea recurre con frecuencia a la ironía sutil, al doble sentido, al humor negro y a las alusiones implícitas, especialmente cuando aborda el pasado comunista. Captar y reproducir estos matices sin diluir su fuerza ni perder claridad en español representa un desafío real.

Sin embargo, uno de los puntos fuertes actuales es la presencia de una amplia comunidad rumana en España, que favorece —y ojalá también impulse— la formación de nuevos traductores profesionales, bilingües, con vivencias en ambas culturas.

-El Instituto Cultural Rumano en Madrid cumple 20 años en 2026. ¿Cuáles han sido las funciones que ha llevado a cabo, y cuales sus objetivos, durante estas dos décadas?

-Se inauguró como una institución pública dedicada a promover la cultura y la lengua rumanas en España, a través de programas y proyectos que consolidan y enriquecen las relaciones bilaterales. A lo largo de estas dos décadas, el Instituto se ha afianzado como promotor, apoyo, vehículo diplomático y agente aglutinador, orientado al desarrollo institucional y a una programación creativa en diálogo constante con otras culturas.

Sus ejes transversales incluyen la promoción de la creatividad rumana, con una visión amplia e inclusiva del patrimonio cultural material e inmaterial, así como el respaldo a los proyectos de creadores y operadores culturales rumanos. También impulsa acciones de diplomacia cultural en torno a valores clave como la diversidad, los derechos fundamentales y el desarrollo sostenible.

Estos principios se reflejan en los programas permanentes del Instituto Cultural Rumano de Madrid (https://www.icr.ro/madrid) para la difusión de productos culturales de excelencia —literatura, cine, música, artes plásticas—, en estrecha relación con la ciencia, la innovación aplicada y las nuevas tecnologías.

Entre los principales objetivos desarrollados en estos años destacan la creación de proyectos y programas de intercambio cultural en diversas disciplinas artísticas, científicas, educativas y documentales, en colaboración con instituciones gubernamentales y no gubernamentales, asociaciones profesionales y creadores de Rumanía, España y otros países. Asimismo, el Instituto ha trabajado para facilitar el diálogo y la cooperación entre personalidades y comunidades culturales y científicas rumanas y sus homólogas del espacio hispano y europeo, con el valioso apoyo de la numerosa comunidad rumana en España.

-¿Diría que el ICR ha cumplido esos objetivos? ¿Qué retos afrontará en el futuro?

-Hemos trabajado con la convicción de que la cultura debe ser un pilar esencial del desarrollo sostenible, un motor de progreso y de conocimiento mutuo, con un papel estratégico en las relaciones diplomáticas, en las que convergen y colaboran todas las instituciones que conforman el equipo de Rumanía.

En el ámbito lingüístico, hemos difundido el idioma rumano mediante cursos bien estructurados, tanto presenciales en Madrid, Barcelona y Valencia, como en modalidad en línea. Nuestra biblioteca, con catálogo accesible en línea, pone a disposición del público recursos bibliográficos fundamentales. Complementamos esta oferta con iniciativas didácticas como cuentacuentos, clubes de lectura, talleres y cursos que fomentan un aprendizaje vivencial del idioma y de la cultura rumana, tanto para adultos como para niños. Hemos potenciado la traducción y difusión de la literatura rumana a través de becas, y hemos tendido puentes sólidos entre escritores, académicos, músicos, artistas plásticos y cineastas de Rumanía y España. Hemos desarrollado desde publicaciones impresas y catálogos hasta el podcast Miradas a Rumanía, disponible en nuestro canal de YouTube, y seguimos impulsando colaboraciones con todo tipo de instituciones para generar espacios de diálogo y creación compartidos.

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