

No hay salvaje ni doncella en el Castillo de Alcañiz: Maestre reinterpreta la escena gótica
Se trata de una continuación mural del Árbol de Jesé donde Jeremías baila con la Virgen de IsraelLa clásica interpretación de la escena de las pinturas góticas del Castillo de Alcañiz conocida hasta ahora como El Salvaje y la Doncella “ha dado un sorprendente giro copernicano” con la segunda entrega de la decodificación humanística de los dibujos murales a cargo del profesor José María Maestre, con motivo del último Curso Interdisciplinar de Humanidades en Alcañiz. El director del Instituto de Estudios Humanísticos (IEH) entiende que el velludo no es un ser monstruoso sino el profeta Jeremías; la chica no es otra que la Virgen de Israel celebrando el retorno de su pueblo del cautiverio de Babilonia; y el árbol, el de Jesé, es una continuación de otra escena, erróneamente identificada como el Trovador.
De esta forma, Maestre pone patas arriba todo lo analizado hasta ahora sobre la representación del monstruo y la dama, ubicada en los muros laterales de la Torre del Homenaje, desde la hipótesis trazada en 1930 por Chandler Rathfon Post en su obra Una historia de la Pintura Española. Interpretó que en la escena aparecía un hombre salvaje o un demonio con una doncella, la comparó con una pintura similar en la Alhambra de Granada de finales del siglo XIV.
Posteriores investigadores como Carlos Cid Priego (1958), María del Carmen Lacarra Ducay (2007 y 2024), Jordi Rovira i Port y Ángels Casanovas i Romeu (2010), y María Jesús Lacarra Ducay (2024) han ampliado dicha hipótesis, que se puede sintetizar en “el rapto de una doncella por un monstruoso y velludo salvaje del que aquella espera librarse gracias a la llegada de un caballero que avanza a caballo en la pared izquierda (derecha del espectador) y al que ella parece mirar”, indica Maestre en una nota de prensa.
Se ha teorizado sobre si la representación transmite mayor o menor sensación de violencia, incluso si aspira a mostrar la degradación del caballero anexo con motivo de actos lujuriosos, o si simplemente está disfrazado y baila con ella. Todo esto no cuestiona el arraigado imaginario de La bella y la bestia “que abrió el enlace de Eros con Psique en la novela Metamorfosis o el Asno de Oro, escrita en latín por Apuleyo en el siglo II d. C.”.
Segunda entrega
Sin embargo, todo esto deja de tener relevancia con la irrupción de la nueva interpretación de Maestre, que el pasado abril ya habló, en una primera entrega, sobre la Rueda de la Fortuna, el León y el Trovador. Entonces hizo ver “el grueso error cometido en 1957 por parte del afamado arquitecto Fernando Chueca Gotia quien, para dar más a luz a la planta primera de la Torre del Homenaje, desubicó la Rueda de la Fortuna y los dos elementos adyacentes que aparecían dentro del intradós del muro que cegaba el ventanal”, indica el erudito investigador.
Fue precisamente ese arranque “una de las causas principales de que los investigadores no acertasen a interpretar la Rueda de la Fortuna del castillo de Alcañiz a la luz de la teoría cristiana atribuida a Boecio en la Edad Media y, lo que es peor aún, que no pudiesen vislumbrar la relación de los otros dos elementos colocados abajo de ella –un gallo y un unicornio con el león de Judá y el árbol de Jesé– que, de acuerdo con su decodificación, aparecían a la derecha e izquierda (izquierda y derecha del espectador) dentro de dicho intradós antes de su desubicación”.
Según Maestre, el personaje que gira en las cuatro posiciones de la rueda (Reino, Reiné, Estoy sin reino y Reinaré) es el rey David –el mismo que aparece tocando el laúd en el árbol de Jesé, hasta ahora interpretado como el Trovador–, hijo de Jesé y descendiente de Judá, que en el Medievo se representa tocando el laúd y no un arpa. Se arrepiente de haber cometido un gravísimo pecado por amor, de ahí que Jesucristo arrancase su linaje de él como símbolo del poder del arrepentimiento, como bien hace ver el árbol de Jesé en el Castillo de Alcañiz, explica Maestre.
Ya advirtió y cebó en abril el director del IEH: que nadie se extrañe si esa escena del árbol continúa más adelante en otras pinturas. Y eso es justo lo que ahora demuestra en esta segunda entrega sobre las murales góticas que él mismo lleva estudiando desde hace más de 15 años.

Detalles antes inadvertidos
Maestre ha descubierto en la pintura del salvaje y la doncella detalles que habían pasado inadvertidos. Para él, el velludo no es un monstruo sino el profeta Jeremías, representado con “pieles de oveja, de cabra o de camello”, y además con larga melena. Justo “como cabía esperar a la luz de los textos bíblicos (Mateo 7,15, por ejemplo) y por las representaciones artísticas de Elías o de San Juan Bautista”.
Además, el director del IEH defiende que la escena del baile representa el pasaje Jeremías 31,13: “Entonces la virgen danzará alegre en el coro,/jóvenes y viejos todos juntos;/trocaré en júbilo su tristeza,/los consolaré y convertiré su pena en alegría”. Y es que el profeta “vaticinaba la alegría de la Virgen de Israel, esto es, del pueblo de Israel una vez que retornase de su cautiverio de Babilonia”.
Por otra parte, para Maestre la pandereta que lleva la doncella en su mano derecha se relaciona con una antigua danza hebrea que hoy se mantiene, y que tendría su origen en el agradecimiento tras el milagroso paso del Mar Rojo propiciado por Moisés.
Por otra parte, “el árbol que toca con su mano el profeta Jeremías es de nuevo el Árbol de Jesé, como hace ver que encima del mismo vuelve a aparecer de nuevo el rey David tocando el laúd, aunque nadie se haya dado cuenta tampoco de este importantísimo elemento pictórico hasta ahora”, matiza el humanista. “Es más, este segundo Árbol de Jesé vuelve sus ramas hacia la izquierda no ya aplaudiendo la alegría de la escena (Isaías 55,12), sino intentado fusionarse con el Árbol de Jesé de la primera entrega de Maestre, que estaba justamente a su lado dentro de la parte derecha del intradós respecto al espectador”, apunta Maestre. Señala, además, que existen rastros de pintura que invitan a pensar que Jesé también estaba pintado al pie de este segundo árbol.
De modo que la representación es una continuación del Árbol de Jesé colocado en la parte izquierda (derecha del espectador) de la rueda de la Fortuna. “Continuación que, aunque justificada en el fondo por la falta de espacio para darle mayores vuelos en el intradós, debe considerarse como una escena nada extraña a la luz del papel que tanto Jeremías como Isaías (Isaías 7, 14 y 11,1) juegan también dentro de dicho árbol para profetizar el nacimiento de una Virgen y, a través de ella, de Jesucristo”, aporta el profesor. La devoción que los calatravos profesaban a la virgen redondearía la hipótesis.
Además, “la doncella lleva una diadema con ocho puntas que evidencia que esa Virgen de Israel es interpretada en clave cristiana como la Virgen María en su doble vertiente de Stella maris (Estrella del mar) o como Madre de Jesucristo en su Epifanía”, aporta.
Maestre asegura que su novedosa visión es “absolutamente necesaria para interpretar bien tanto la escena que está encima” de lo expuesto “como la del caballero que supuestamente corría a librar a la doncella de las manos del salvaje, según demostrará en la tercera y cuarta entregas de su investigación a lo largo del 2026”.

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