

Unos 50 jóvenes sustituyen las pantallas por las artes escénicas y los amigos en Albarracín
La Fundación Santa María acoge la décima edición del Curso de Música, Danza y TeatroEl Ensemble Madrid-Berlín ofrece en Albarracín un concierto multidisciplinar
Los alumnos del Curso de Pintura de Paisaje experimentan con la materia en Albarracín
Música, danza, teatro pero abordados desde la creatividad, la gratitud, la percepción de la belleza o la curiosidad. Con esos mimbres se están formando en Albarracín un total de 56 alumnos -48 jóvenes y ocho adultos- en diferentes disciplinas vinculadas a las artes escénicas y siempre con la mirada puesta hacia la atención emocional y la fortaleza del carácter propio. La Fundación Santa María acoge la X edición del Curso de Artes Escénicas que dirige Ricardo Gasent y que concluirá este sábado con un concierto. En él las pantallas se quedan fuera, porque el objetivo es que los participantes vivan una inmersión en las artes escénicas y los amigos, pero más allá de la superficialidad de las redes sociales.
En la actividad toman parte alumnos desde los 9 años hasta los 21, ya que a raíz de la pandemia se amplió el rango de edad por petición de los propios participantes. También tras la covid, se abrió el ateneo de adultos para personas de más de 21 años y que en esta ocasión reúne a personas que están en la década de los 30 junto a otras de más de 60 e incluso 70 años. “Tenemos una serie de alumnos que empezaron de pequeños a estudiar música y ven el curso como una manera de disfrutar de unas vacaciones con esta oferta cultural”, señaló el responsable de la actividad.
Lo de Albarracín no es un campamento musical, ni de danza, ni de teatro, sino que es todo eso y mucho más. La mañana comienza con mindfulness, movimiento y técnicas corporales, a lo que siguen prácticas instrumentales y dancísticas. “Luego todo eso cada profesor lo lleva a su disciplina”, relata Gasent, quien apunta que los diferentes profesores transportan la atención y la revolución emocional a las clases de orquesta, danza y teatro.

Este año se han ofertado dos talleres complementarios, uno de improvisación teatral, que se denomina impro-teatral, y otro de un coro góspel. Se suman a las clases habituales con profesores de piano, danza, viento-metal o cuerda. “Estas disciplinas han gustado mucho, la de improvisación son técnicas para trabajar sobre la aceptación de las cosas y aceptar el error”, relata el responsable de la actividad, quien apunta que todo ello se trabaja desde las técnicas de grupo y concreta que, “a nivel de carácter y de personalidad, se sueltan muchas cadenas”. Todo ello es fundamental para preparar el estado de ánimo, que permite “construir muy bien”, añade Ricardo Gasent.
No es el primer año que llega a Albarracín la música de coro, ya que el año pasado también hubo clases, pero de coral convencional. En este sentido, desde el equipo de docentes precisan que el góspel “está ligado a las emociones y a los derechos, es un canto religioso pero desde el punto de vista de generar la colectividad, lo positivo”.
El campamento que cada julio se desarrolla en Albarracín está abierto hasta cubrir las plazas y los que se inscriben deben tener conocimientos de algún tipo de disciplina artística, aunque da igual el nivel puesto que las artes escénicas se conciben como forma y no como objeto y en los talleres trabajan la colectividad. “No hay pruebas de acceso” relata Ricardo Gasent, aunque la realidad es que el nivel que se consigue a lo largo del curso es bastante alto.
Como apunta el director de la Fundación Santa María, Antonio Jiménez, estos días es habitual encontrar a jóvenes ensayando música o danza en cualquier rincón del palacio y los alrededores. “Es maravilloso tener a más de 50 personas implicadas con la creatividad musical aquí”, dice. Jiménez alaba el nivel del profesorado y precisa que el concierto que realizaron los docentes hace unos días, en el marco del curso, “ha sido uno de los más exitosos” de los organizados por la entidad.
La mayoría de los asistentes son músicos o bailarines, pero allí participan en todas las disciplinas. En este sentido, el director de la actividad matiza que para un músico es más fácil bailar y con los que acuden desde el campo de la danza se trabaja la percusión, además de que todos practican el canto y la actuación.
Se trabaja la colectividad, pero se fomenta la diferencia en el sentido de que no se busca la imitación, no se toca una partitura tal cual, sino que cada alumno lo hace como él considera. Además, Gasent apunta que la creatividad “no es una cuestión individual” sino que el planteamiento en Albarracín es “pensar en el nosotros creativos” porque “formamos parte de un grupo y eso influye” en la creatividad individual.

Cada día hay clases de danza para todos con la idea de preparar la coreografía del espectáculo final. Así, todo el curso gira en torno a la preparación de esas dos actuaciones finales, por un lado, el concierto en el auditorio y, por otro, el paseo nocturno del viernes, en el que se genera un hilo dramático y el escenario es toda la ciudad de Albarracín, que se llena con poesía, música y danza.
Los datos de una década
Durante los diez años de andadura se han impartido más de 900 horas de clase, con 350 partituras interpretadas por algo más de 400 alumnos que han llevado a escena 54 conciertos y actividades y preparado 33 coreografías.
La mayoría de los alumnos repite un año tras otro porque le gusta tanto la propia estructura del curso como la posibilidad de desconectar del tipo de vida que llevan en las grandes ciudades. Ahora, en la mayor parte de los campamentos están prohibidos los móviles, una premisa que en Albarracín se sigue desde el primer año. “Los chavales están con sus compañeros, no en redes”, explica Gasent, quien señala que el hecho de que tengan que preparar las dos actuaciones “les da sensación de trabajo en equipo, de concentración, es un hito vital para los participantes”, dice.
Entre el equipo de monitores hay un buen número de exalumnos y es que muchos de ellos siguen vinculados con una actividad que resulta de gran importancia en su desarrollo como personas. De hecho, al patrocinio que siempre brinda Luis Martínez Arroyo, este año se suma el de un antiguo alumno y esa colaboración ha propiciado que la cuota de inscripción sea más económica para los participantes.
El curso está dirigido por Ricardo Gasent y los profesores son África Morris, de danza; Raúl Sánchez, de cuerda, guitarra y música de cámara; Fernando Camacho (metales); Claudia Pérez Iñesta, de piano, acompañamiento y música de cámara; María Cueva Méndez, de piano, improvisación y música de cámara; Natalia Calderón, que imparte el taller de coro góspel, y Berta Monclús, que está al frente del de impro-teatro. A ellos se suman cinco monitores que fueron en el pasado alumnos y a hora siguen vinculados así con la actividad.
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