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La espera La espera
Miguel Igual Martín

Texto de Rosa Montolío Catalán  / Fotografía de Miguel Igual Martín

… Y me pusieron Ophelia, a mis padres les gustaba, tenían grabado a fuego el personaje de Shakespeare, de esa mujer danesa enamorada del Príncipe Hamlet que, al final, se vuelve loca… (sonríe), la obra es impactante, la he visto muchas veces y la he representado más. Soy actriz, he nacido para el escenario, el teatro es mi mundo, vivo de la interpretación. Lo importante es saber transmitir a la audiencia el alma del personaje, lo sé… (pasa página). Elisa estaba leyendo un libro de vidas de teatro, publicado por Destino, donde cincuenta mujeres de todos los tiempos contaban sus experiencias. Sentía pasión por la lectura de las vidas, de qué sentían al subirse al escenario, aprendía de ellas, se dejaba llevar por los sentimientos que expresaban, de cómo las actrices se convertían en personajes de obras. Elisa también era actriz, de hecho, estaba esperando una llamada, ‘la gran llamada’, decía. Nerviosa por la expectativa, al pasar página dejó el libro abierto boca abajo sobre la mesa, cogió el móvil, lo metió en el bolso y bajó a toda prisa por las escaleras.

Es la tercera vez que paso por la Ronda, estoy histérica, no lo puedo evitar, si esta vez me llaman para la serie, estoy salvada, si me contratan los hermanos Coira, estoy salvada, porque lo de vivir pendiente de un hilo es rutinario, agobiante, inestable, insano, intranquilo, in, in, in…, bueno: in-des-crip-ti-ble, es dedicarte a la incertidumbre. Mamá, que razón tienes cuando me dices que esta profesión me da más disgustos que alegrías, pero cuando me llaman vuelo en una nube, ¡¿eh?!, ¡¿qué hace?!

―¡¡Oye!! ¡¡Fíjate!! ¡¡Casi me matas!! ¡¡Mujer tenías que ser!!

¡Uf! ¡Vaya! Si he pasado con el semáforo en rojo, ¡uf!, ha habido suerte. Creo en la suerte. Para mí, la suerte está echada.

Elisa mete la marcha y sigue conduciendo.   

Es la cuarta vez que paso por la Ronda, ya estoy más tranquila, volveré a casa.

Abre la puerta y le viene de nuevo el desasosiego. Mira el móvil, nada, no hay llamadas. Lo deja sobre la mesa al lado del libro. De repente, suena.

¡El móvil! ¡El móvil!

―Óptica Claramunt le informa de que puede pasar a recoger sus gafas.

Vaya, ni me acordaba de las gafas. Bueno (echa una mirada), todo sigue como lo dejé. Me sentaré, seguiré leyendo. ¡Qué bien se está en mi sofá Chaise Longue! Parece que estoy con Mauricio, contándole mi vida y mis sueños. El último ha sido bonito, romántico: en una playa, hay una mesa preparada para dos, con copas, hasta de champán, con dos sillas, vacías, el mantel y las sillas, blanco, al fondo el mar, azul, parece envuelto en una suave brisa, en calma, en espera. ¿Será por el casting? ¡Qué bien se está en mi sofáááá! (Cierra los ojos).

―Elisa, soñar con el mar es soñar con la vida, todo nace en el mar y vuelve al mar.

―Sí, pero…

―Según Jung, el mar es el símbolo de los instintos y las pasiones.

―¿Quieres decir sexo? Entonces, es un sueño divertido (sonríe).

―Creo que tiene que ver con el camino de tu vida, porque la brisa puede anunciar cambios, y las copas: éxito.

―¡Eso, eso! ¡Éxito! ¡Éxitoooo!

―Es un buen sueño, la mesa indica armonía y el blanco renacimiento.

―Será por mi novio, es africano, un ‘sin-pa’, y nos queremos casar pronto.

―Pues, la arena en algunos rituales del islam es purificadora, denota sensualidad y placidez.

Bla, bla, bla, bla, bla, bla, decía Elisa cuando se despertó, ¡se había dormido!, y había soñado lo mismo. Recordó las últimas palabras de Mauricio:

―No hay duda de que habrá un cambio en tu futuro.

Pero por muy maravilloso que me lo ponga, hoy es el día y nadie me llama.

Elisa miró el móvil. Levantó la vista y a través de los cristales de la ventana, contempló el atardecer. Diminutas lucecitas diseminadas empezaban a iluminar Teruel. Miró de nuevo el móvil.

Ya sonará, calma, confía en ti, ‘confía en ti’ es la frase favorita de Mauricio, ah, y las sillas y mesas me empiezan a preocupar, en otro de mis sueños están, y yo estoy, sentada en una silla, blanca también, comiendo cerezas rojas que hay en un bol en la mesa. Mauricio, me dijo que verme comer cerezas representa que mis deseos se cumplirán y que al ser rojas estoy dispuesta para la acción igual que los guerreros samuráis, que llevaban cerezas como ornamento en sus sables. ¡Uf! Mauricio hace unas interpretaciones fabulosas, dice que tengo vocación guerrera, ‘las chicas son guerreras, las chicas son guerreras’.

La oscuridad iba cayendo en la ciudad como la esperanza de Elisa, su ilusión se iba diluyendo lentamente y se convertía en un lago de desilusión.

Ay, ¡el móvil!, ¡el móvil!, ¡no me lo puedo creer!

―Somos Saniline, ¿quiere usted adelgazar?

Oh, vaya, oh, qué pena, y yo que creí, oh, esta vez me ha abandonado la suerte, no esperaba esta llamada, esperaba la llamada de mi vida. ¡Qué desilusión! Mi futuro se derrumba, ha sido un viaje a ninguna parte.

Cogió el libro, le dio la vuelta y siguió por la página marcada.

… Para interpretar una obra hay que tener conocimientos de canto y danza, dos disciplinas que acompañan a la interpretación. Ophelia canta en Hamlet, y yo tuve que cantar. Interpretar es demostrar un conjunto de cualidades que el público espera. El ambiente que frecuentas influye, mis padres iban a tertulias, a cafés, especialmente recuerdo el Café Gijón, y me llevaban a mí. Puedo decir que he cumplido mis sueños… (deja de leer). Elisa había pasado en unas horas de la ilusión a la tristeza, a la decepción, al conformismo. La suerte estaba echada.

La tarde llegaba a su fin, se había desvanecido el día igual que la esperanza de Elisa.

Aquí estoy, esperando a Godot, esperando ese tren que nunca llega.

El sonido del móvil la sobresaltó. Elisa lo cogió con desgana.

―¿Elisa Montalvo? Le comunico que ha sido seleccionada, trabajará con los hermanos Coira.

¡Esta sí, esta sí! ¡Esta sííííí! Elisa reía feliz, daba vueltas brincando alrededor de la mesa, reía, reía y volvía a reír. Ahora comprendía a Mauricio, renacía, era su destino. La suerte estaba echada.

Miró la hora. Había quedado, su novio la esperaba. Se pondría guapa. Una cena inolvidable se acercaba. Se duchó y su desnudo se dejaba acariciar entre dedos y burbujas. Se vistió, se maquilló y muy alegre salió a la calle. Fue a un cajero, sacó dinero. Para acortar se metió por unas callejuelas desiertas hacia la plaza. Oyó pasos, volvió la cabeza y con el corazón en un puño la volvió de nuevo: alguien la estaba siguiendo.


*ROSA MONTOLÍO CATALÁN (Perales del Alfambra,1959). Escribe en castellano e inglés. De sus 27 publicaciones comienza en 2007 con Light on the thriller, un ensayo sobre la novela negra y el cine, para continuar con poesía, teatro, didáctica y narrativa. Tiene obra en castellano, francés, inglés, catalán y gallego. Sus últimos libros han sido Las pieles y su instinto, finalista de los Premios de la Crítica Valenciana en 2019, El salto del salmón, Besos sobre labios y Animales para los días. Incluida en veintiocho antologías, participa también en varios certámenes literarios siendo premiada en todos ellos.

*MIGUEL IGUAL MARTÍN. Miembro de la Sociedad Fotografica Turolense descubriendo cada día horizontes nuevos en la fotografía.

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