Ismael Martínez, pastor trashumante de Guadalaviar: “La trashumancia es como la hermana fea del pastoreo, no eres de ningún lado”
“Si volviera a empezar, sería pastor otra vez, pero no como se empieza hoy, sin emoción, solo por las ayudas”Los trashumantes de Guadalaviar llegan ya a Jaén tras 20 días de vereda
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Ismael Martínez es pastor trashumante de Guadalaviar y acaba de llegar a Vilches, en Jaén, su destino de invierno, con sus 2.500 ovejas. Para él la trashumancia es una forma de vida, la suya, y, si tuviera que elegir de nuevo, sería otra vez pastor.
-¿Con qué edad hizo usted la primera vereda?
-Empecé a los 14 años, iba con mi padre, y partí desde Guadalaviar a Huertezuelas, en Sierra Morena, Ciudad Real. Allí estuve todo el invierno, junto con un cabrero que me enseñó muchas cosas que todavía recuerdo.
-¿Ahora baja a Vilches?
-Sí. Empecé con 14 años y ahora tengo 63. En total llevo 46 años haciendo la vereda, exceptuando el tiempo de la mili. Estuve dos años por la provincia de Ciudad Real y después pasé a Jaén, a la zona de La Carolina y de Vilches, y ahí es donde paso ahora el invierno.
-¿No ha fallado nunca?
-Hubo un tiempo que se hacía en tren, hasta los años 90. Luego fue en camión dos o tres años, y después ya andando. No sé cuánto llevamos así, pero mucho.
-Más allá de las ventajas económicas, ¿qué beneficios tiene para las ovejas bajar a pie?
-En primer lugar, no se estresan. Van a su ritmo, sin prisas. Y además, si se quedaran en la sierra durante este mes, habría que echarles pienso, porque el pasto se acaba; llegan los fríos y ya no hay rebrote hasta primavera. En cambio aquí, tras un mes de camino, las dehesas se han ido reponiendo con las primeras lluvias y siempre encuentran algo. Además perciben dos primaveras y eso es una ventaja clara.
-¿En qué se nota? ¿En la carne, en la salud?
-En todo. No hay mejor carne que la criada en primavera. Si tienen dos primaveras, mejor carne todavía. Se crían más sanos y con menos problemas. Pero esa calidad no se valora en el mercado. Ahora un poco más por el mercado árabe, que aprecia nuestras ovejas de los Montes Universales. Les gusta porque es un cordero criado en campo, algo más grande y sin piensos compuestos.
-¿Le gusta hacer la vereda?
-Sí, la espero todo el año y llegará el día que no la haré. Desde los 14 años vivo así y el tiempo se me pasa sin enterarme. Estoy arriba o abajo, pero no me doy cuenta. Si tuviera que empezar, sería pastor otra vez, pero no como se empieza hoy, sin emoción, solo por las ayudas. Eso no me gustaría. Hoy es más cómodo, pero chocas con la administración para todo. Y la informática se nos hace grande a muchos del campo. La ganadería ovina está desapareciendo, los pueblos se mueren. Checa, que fue el pueblo más ganadero de España, tenía 40.000 ovejas y hoy no tiene ni un ganadero.
-La trashumancia fue declarada Patrimonio Inmaterial por la Unesco. ¿Qué supuso eso para ustedes?
-Al principio una alegría, porque se reconoce algo. Pero en la práctica nada ha cambiado. Seguimos igual. De todas las formas de pastoreo, la trashumancia es como la hermana fea, dependemos de varias comunidades y parece que no eres de ningún lado.
-Ese sentimiento de no pertenecer a ningún sitio es muy común entre los pastores trashumantes.
-Exactamente. La gente nos trata bien en todas partes, pero cuando chocas con la administración es cuando se nota. Dependemos de permisos para todo y ahí es donde parece que no perteneces a ningún sitio. Por ejemplo, con la enfermedad de la lengua azul, sufrimos en Vílches lo malo, pero como somos de Aragón, no recibimos las ayudas de Andalucía.
-¿Y convivir entre Andalucía y Aragón se nota en sus costumbres cotidianas?
-No, diferencias como tal no tenemos, aunque yo estoy casado con una andaluza, mis hijas estudiaron aquí… Conoces otros mundos, otra gente, otras formas, y eso siempre te queda. Y lo vas aplicando donde te hace falta.
-¿Qué es lo más difícil del camino?
-Depende del tiempo y de las circunstancias. Una vez llovió y al cruzar un arroyo se juntaron tres avenidas. No podíamos pasar ni quedarnos allí. Venían alumnos veterinarios con nosotros y aquello se puso feo. Pasaron dos tractores y les pedimos que los atravesaran en el arroyo para que las ovejas chocaran contra las ruedas y pudieran cruzar. Así pasaron tres mil ovejas, todas, sin bajas. Una vez en Ruidera había nieve, se hizo de noche y un guarda nos marcó la vereda con su coche hasta que salimos.
-En cuanto a la intendencia, ¿cómo se organizan?
-Hoy llevamos tiendas Quechua, pero antes dormíamos al raso siempre. Yo aún tengo una manta quemada por dormir junto a la lumbre. Vamos dos pastores y un utillero, que lleva un todoterreno y monta el campamento, hace la comida, compra lo necesario y prepara el corral nocturno.
-La trashumancia llama mucho la atención y hay gente que quiere acompañarles
-Sí, parece una aventura. A veces autorizamos a alguien, pero no a todos. Una holandesa me escribió hace poco. Pero yo no quiero dedicarme a llevar a gente, mi misión es trasladar ovejas. Si esto fuera para turistas, ya no sería trashumancia.
-Cada vereda les acompañan veterinarios. ¿Les ayudan?
-Mucho. Es un proyecto con la Facultad de Zaragoza. Aprenden y trabajan con ilusión y a nosotros nos va muy bien porque nos echan una mano si hay necesidad.
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