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Pepe Polo, activista turolense: “No podemos olvidar que la democracia no nos cayó del cielo, tuvimos que luchar por ella” Pepe Polo, activista turolense: “No podemos olvidar que la democracia no nos cayó del cielo, tuvimos que luchar por ella”
Pepe Polo, frente al Centro Social de San Julián, en Teruel

Pepe Polo, activista turolense: “No podemos olvidar que la democracia no nos cayó del cielo, tuvimos que luchar por ella”

El turolense participará a finales de mes en las jornadas sobre lucha y represión en el franquismo de Zaragoza
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El Paraninfo de la Universidad de Zaragoza acogerá los días 27 y 28 de octubre las jornadas Lucha y represión durante el Franquismo en Aragón (1960-1976), organizadas por el Club de Opinión El Acebo, en las que participarán como ponentes el abogado y exsindicalista Nicolás Sartorius y el catedrático de Historia Contemporánea Julián Casanova, natural de Valdealgorfa. El turolense Pepe Polo forma parte de la comisión organizadora, que anuncia que en el futuro se desarrollarán varias actividades relacionadas por la Memoria Histórica en la provincia de Teruel.

-¿Cuál es la pertinencia de estas jornadas ahora?

-Enorme. Desde el momento en el que hay por parte de algunos de acabar o poner en cuestión la Ley de Memoria Democrática, con la entrada de VOX en algunos gobiernos, es un momento muy pertinente para dar a conocer numerosos testimonios de personas que lucharon y se esforzaron mucho por la llegada de la democracia a España. A algunos jóvenes puede que les parezca que la democracia vino porque sí, que un día alguien decidió desde arriba que España fuera un país libre como el resto de Europa, y no fue así. Mucha gente dio la cara, dio su vida y empleó muchas horas para que este país entrara en la corriente de la democracia, y no fue nada fácil porque las sinergias de quienes se oponían a ello eran muy fuertes. Por eo es importante traer de nuevo a la memoria todo ese esfuerzo, y dolor en muchos casos, de la gente que entendía que tenían que llegar las libertades, y que no solo eran de izquierdas sino también liberales o de derechas.

-¿Cuando se incorporó a la lucha?

-En el curso 1973-74 a través de las Juventudes Obreras Católicas (JOC). Era un movimiento de curas más vinculados a los trabajadores que entendían el evangelio de otro modo. En ese curso se produjo la expulsión de 24 sacerdotes en el Caso Fabara. Yo colaboraba con algunos en las parroquias de San José y del Barrio Oliver de Zaragoza, y muchos seminaristas abandonamos el seminario, se fueron a vivir a pisos y empezaron a participar activamente en el movimiento vecinal.

-La iglesia oficial vería ese movimiento católico con horror...

-Imagínate. En Zaragoza teníamos de obispo a Cantero y Cuadrado, uno de los más adictos al régimen, el que representaba la línea más conservadora frente a Tarancón, que representaba la más aperturista.

-¿Y a partir de ahí?

-A partir de ahí hubo una gran ruptura, lo que en mi opinión dejó entrever que aquello era un camino inevitable, y que la libertad iba a llegar, no sabíamos cuánto tardaría ni a cuantos se llevaría por delante, pero iba a llegar. Fue en 1974, con la Revolución de los Claveles de Portugal y la caída de la dictadura en Portugal. Además aparece la Unión de Militares Demócratas (UMD), con lo que se ve que el régimen empieza a cojear en sus pilares fundamentales, se dan las movilizaciones obreras de Vitoria con la gran represión policial y van apareciendo la Junta Democrática y la Plataforma de Organizaciones Democráticas en la que me integré yo. Había gente mayoritariamente del Partido Comunista, pero también de otras formaciones de izquierda, monárquicos y hasta carlistas.

-¿No desconfiaban? ¿El enemigo de mi enemigo es siempre mi amigo?

-El sectarismo es algo que siempre nos ha caracterizado, pero no en el mal sentido, en el de considerarte el más puro y los demás unos revisionistas. En aquellos tiempos a los del PC los consideraba unos revisionistas, y esa palabra era un insulto. Hoy en día considero que revisionista, alguien que es capaz de revisar, adaptar y corregir sus planteamientos, es un gran halago. Pero en aquellos tiempos la represión, y sobre todo el aislamiento que existía, especialmente en la zona del Bajo Aragón donde yo me movía, hacía su trabajo.

-¿A qué se exponía un activiste en los años previos a la muerte de Franco?

-En cuanto aparecían pintadas u octavillas en algún pueblo del Bajo Martín o del Bajo Aragón me llamaban al cuartelillo. Y el sereno no me lo decía a mí, sino que iba a mi casa a decírselo a mi madre, para dejarla con el disgusto como parte de su estrategia. Y cuando por la noche hacías pintadas o tirabas octavillas, que habías estado haciendo con la multicopista, o la vietnamita que llamábamos, no podías evitar el miedo, porque en Vitoria la policía habia sido durísima en la represión. Llevábamos un sobre con mil pesetas por si nos pillaban, para decir que alguien nos había pagado por hacerlas. Pero nadie se lo hubiera creído, porque, a través del sereno, nos tenían muy controlados en nuestras idas y venidas. Y había muchas más cosas... Yo estudiaba Filosofía y Letras y cuando llegó el momento de pedir prórroga del servicio militar yo fui el único de mi pueblo al que no le fue concedida, por no tener un expediente de buen comportamiento. Y eso supuso truncar mi carrera, porque perdí dos cursos en un cuartel de Sevilla y tras la mili comencé a trabajar.

-¿La Transición fue tan modélica como se ha dicho?

-No, hubo demasiadas concesiones de la izquerda. Pero esto va más allá de estas jornadas, en las que lo que queremos recordar es que el camino hacia la libertad fue demasiado costoso para olvidarlo sin más.

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