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Sandra Balsells, fotoperiodista: “El valor de la veracidad de una fotografía y de su autoría es nulo para el público joven de hoy” Sandra Balsells, fotoperiodista: “El valor de la veracidad de una fotografía y de su autoría es nulo para el público joven de hoy”
Sandra Balsells, en Albarracín durante la última jornada del seminario. M. A.

Sandra Balsells, fotoperiodista: “El valor de la veracidad de una fotografía y de su autoría es nulo para el público joven de hoy”

Las redes sociales están provocando la percepción de una “realidad distorsionada”, según la experta
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Sandra Balsells (Barcelona, 1966) es una fotógrafa que ha combinado un trabajo más personal con el fotoperiodismo clásico en lugares como los Balcanes -donde trabajó más de diez años cubriendo la guerra de Yugoslavia-, Cuba, Oriente Próximo, Haiti, Italia o Rumanía, entre otros lugares. Entre otros galardones, recibió en 2006 el Premio Ortega y Gasset a la Mejor Labor Informativa por su trabajo en la antigua Yugoslavia. Junto a Gervasio Sánchez, coorganiza todos los años el Seminario de Fotografía y Periodismo de Albarracín (SFPA), una de las citas más prestigiosas en su ámbito a nivel nacional, cuya 24ª edición concluyó la pasada semana.

-Desde hace 24 años el SFPA insiste que va mucho más allá del fotoperiodismo, ¿verdad?

-Siempre hemos tratado de acabar con ese malentendido, porque el fotoperiodismo es importante pero aquí caben muchos más tipos de fotografía. Este año por ejemplo hemos tenido ponencias muy creativas, más cercana a las artes plásticas, con Jesús Bondía y Javier Almalé; otra de fotoperiodismo estricto con Óscar Corral; fotografía de moda con José Manuel Ferrater; e incluso fotografía de cine con Lucía Faraig. Siempre hemos entendido que lo importante es la mirada fotográfica, no la etiqueta que le pongamos.

-¿El perfil de los ponentes y de los asistentes que vienen cada año a Albarracín os permiten hacer una radiografía de por dónde van los tiros y las tendencias en fotografía?

-Precisamente porque aquí caben todos los ámbitos los perfiles son muy variados. Lo vemos especialmente en los visionados de porfolio; donde hay trabajos puramente fotoperiodísticos, otros más personales, con narrativas muy íntimas, casi de diario. También hay gente interesada en la moda, en el retrato… En definitiva, de todo. Lo único que prácticamente los unifica a todos es la enorme dificultad que existe para abrirse camino en este sector. Dedicarse hoy a la fotografía exige muchísima vocación, pasión y una entrega total durante años. Esto lo decimos los veteranos, pero también lo repiten los ponentes jóvenes, porque todos lo han vivido. Nadie lo tiene fácil.

-¿Los jóvenes profesionales deberían negarse a pasar por donde pasaron los veteranos, con jornadas interminables y mal pagadas a precio de ‘freelance’?

-Si uno tiene la vida resuelta, puede permitirse elegir. En mi caso, después de más de treinta años de carrera y de impartir clases en la universidad -que para mí representa la estabilidad económica­-, puedo decidir qué encargos acepto. Pero quien vive exclusivamente de sus reportajes no puede plantarse así como así. Mónica Torres contó en Albarracín que durante la dana de Valencia hubo fotógrafos que perdieron todo su equipo, sus coches, y que no contaron con el apoyo de los medios para los que trabajan. Sin ese apoyo ¿cómo van a plantarse? Necesitan comer, seguir trabajando. Nosotros en el Congreso Nacional de Periodistas que celebraremos en Cataluña el 7 de noviembre vamos a analizar y denunciar la situación actual que vive el periodismo.

-Con las redes sociales y la universalización de los móviles y las cámaras digitales... ¿están dejando de ser imprescindibles los fotógrafos profesionales?

-No lo creo. Y no se puede generalizar. Ahora mismo el horror de Gaza lo están recogiendo los fotógrafos locales, y menos mal que tenemos esas nuevas tecnologías, porque la prensa extranjera no puede entrar. En Ucrania pasa algo parecido: mucha gente está documentando su día a día, y ese material será un documento histórico valiosísimo. Eso no resta importancia al fotoperiodismo. Otra cosa es el panorama profesional más cercano, el que conocemos. Ahí sí hay problemas serios: muchos medios españoles carecen de editores gráficos, lo que convierte las redacciones en un coladero de fotografías de baja calidad. Las tarifas, además, son muchas veces inaceptables. El panorama es preocupante. Y en cuanto a las redes sociales, es un generador permanente de historias que no tiene que ver con los medios de comunicación, pero que en ocasiones nos perjudica.

-¿Cómo?

-A través de la credibilidad, que es la base de nuestro oficio. Muchos jóvenes ya no consumen medios de información y se informan solo a través de las redes, y eso les crea una realidad distorsionada, que a veces tiene que ver muy poco con la de verdad.

-Y eso en el caso de las fotografías e imágenes es especialmente flagrante...

-El valor de la autoría de una foto y de su veracidad es nulo para los jóvenes. Los que ya tenemos cierta edad le damos una gran importancia, pero las generaciones jóvenes se informan por vías donde eso apenas se valora. Es un cambio cultural enorme.

-Después de casi un cuarto de siglo organizando el Seminario de Fotografía y Periodismo de Albarracín, ¿qué le motiva a seguir haciéndolo?

-La energía que se respira. El entusiasmo de los asistentes, la generosidad de los ponentes, la sensación de estar compartiendo algo esencial... Albarracín se convierte durante unos días en un punto de encuentro único, donde la fotografía se vive, se discute y se disfruta. Mientras siga ocurriendo eso, merecerá la pena seguir organizándolo.

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