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187 días

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Javier Silvestre

Han pasado 187 días desde que ocurriera el milagro de la calle de San Francisco. Seis meses y cuatro días en los que un centenar de vecinos viven con lo que llevaban puesto aquel 13 de junio. No soy capaz de imaginarme estar en su lugar. Y entiendo perfectamente que centren sus esfuerzos en buscar respuestas. Respuestas que nadie les da.

Un acto delante del Ayuntamiento este miércoles servía para lanzar al vacío todas las cuestiones que preocupan a los afectados. Pero que también tienen en vilo al resto de vecinos de la calle. Sé que una investigación sobre un hecho tan complejo no es cuestión de días, pero hay que exigir a los responsables municipales que comiencen a despejar dudas y que dejen de tirar cascotes fuera.

La urgencia de saber por qué se hundió el edificio radica en la angustia que viven los vecinos de toda la calle. Y esta opacidad genera algo que desde el Ayuntamiento no van a poder apuntalar: la confianza. Cada día que pasa, todo el equipo municipal pierde un grado de credibilidad con este asunto. Y más con algunas de las acusaciones que están haciendo los desalojados.

¿Dónde está el informe de la empresa de abastecimiento de agua? ¿Por qué no se permite a un técnico independiente a hacer sus propias pruebas periciales? ¿Qué medidas concretas se están tomando para evitar que pueda repetirse una desgracia semejante? Es aquí donde no sólo está en juego la transparencia del Ayuntamiento, sino también su humanidad. Tratar de responder cada pregunta sin miedo a que les pase factura política, admitiendo incluso que no tienen ni idea o reconociendo que alguien metió enormemente la pata, es lo único que podrá frenar la erosión de su credibilidad en todo este asunto.

Sobre la recogida de enseres, mejor no hablamos. No dudo que se ha hecho de buena fe, pero la ejecución de la misma ha sido un despropósito. Un bodegón de la ruina que ha salido en todas las televisiones, por cierto.

Los afectados por el derrumbe de la calle San Francisco son víctimas. Que nadie lo olvide. Ni son un grupo de indignados (que también), ni una asociación movida por intereses políticos, ni tampoco una panda de pesados que ven más allá de lo realmente hay. Vivimos en una sociedad en la que se victimiza a absolutamente cualquier persona que es incapaz de enfrentarse a la vida con un mínimo de esfuerzo, pero desde el Ayuntamiento miran para otro lado cuando estamos ante gente que realmente lo ha perdido todo sin tener responsabilidad alguna.

Que no se derrumbe la confianza de la ciudadanía (aún más) en el Gobierno municipal. Porque hay desescombros reputacionales imposibles de limpiar.

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