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Quevedo Quevedo
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Javier Silvestre

Si le pregunta a sus hijos si saben quién es Quevedo se llevará una (¿grata?) sorpresa al comprobar que le dicen que "sí", de forma tajante y contundente. Seguro que sospechará que tiene que haber gato encerrado porque su prole estudia ciencias puras y el Siglo de Oro de la literatura española no ha sido motivo de especial interés académico en las cenas familiares. Sin embargo, el literato madrileño es en este momento el nombre más buscado a nivel mundial. 

No es por sonetos como el que se refería a una hermosa mujer bizca diciendo que "si a una parte miraran solamente vuestros ojos, ¿cuál parte no abrasaran? Y si a diversas partes no miraran, se helaran el ocaso o el Oriente". Ni por uno de los insultos más famosos de la Literatura, dedicado a su archienemigo Góngora, al que le afrentó con aquel "érase un hombre a una nariz pegado, érase una nariz superlativa…"

El Quevedo actual es un músico canario autor de la que lleva cinco semanas siendo la canción más escuchada en todo el planeta (se dice pronto). Más de 540 millones de reproducciones que han generado en torno a los 1,5 millones de euros de beneficios. Eso sí, con sutiles diferencias en cuanto a la letra de la canción del verano. 

"Quédate. Que las noches, sin ti, duelen. Tengo en la mente las pose' y todos los gemido'. Que ya no quiero nada que no sea contigo", dice el estribillo más cantado en todo el mundo a día de hoy. Con un castellano totalmente latinizado donde al Quevedo literato le sangrarían las córneas con fragmentos como éste: "Vente pa' Canaria' sin el equipaje y sin viaje de vuelta. Por la isla, te vo'a dar una vuelta (...) Y vi salir a las amigas del party y ella se quedó. Mirándonos a los ojo', no al reloj."

No pretende esta columna denostar a ninguno de los dos Quevedos. Cada uno comunica a su manera en dos mundos que nada tienen que ver y separados por cinco siglos de diferencia. Para muchos, los insultos a Góngora serían una genialidad, mientras que para otros representarían una grosería de bajeza indescriptible en los círculos académicos. Algo similar a lo que pasa con la canción del verano: Un temazo para millones de personas y un esperpento musical para otros tantos. ¿Quién decide lo que es bueno o no lo es? ¿Cómo etiquetamos algo como arte o mediocridad? ¿Qué separa el éxito y la gloria del fracaso y el olvido?

Lo cierto es que no lo sé. Si lo supiese estaría dando conferencias por todo el mundo a lo Barack Obama (a razón de 1 millón de dólares la charla). Pero está claro que hay unos factores que no pueden fallar jamás: preparación, esfuerzo y una brizna de suerte. Sin estos elementos puede tocarnos la lotería del éxito, pero las probabilidades son tan remotas como un AVE directo Teruel-Madrid. 

Por eso hay que leer a Quevedo y también escuchar la música de Quevedo. Porque todo suma y de todo se aprende. Luego podemos decidir quién nos gusta más, si el literato o el reggaetonero, pero lo haremos después de haber aprendido algo de ambos. 

Esta filosofía de vida es la que hay que intentar implantar en nuestra sociedad. No cerrarnos a nada, impregnarnos de lo nuevo y ser críticos con los esquemas del pasado. Leer, escuchar y relajarse en la comodidad de nuestras ideas lleva a una oxidación del juicio crítico. 

Ya lo dijo Quevedo: "La vida empieza en lágrimas y caca. Luego viene la mu, con mama y coco. Síguense las viruelas, baba y moco… Y luego llega el trompo y la matraca". ¿Adivinan de cuál de los dos son estas frases? Esto promete. 

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