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Veintidós

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Javier Silvestre

Miedo me da que este año sea tan redondo y suene tan bien. Porque la última vez que nos vanagloriabamos de que una fecha fuese atractiva fue en 2020. Y una pandemia nos truncó la vida. 

Pese a todo hay que encarar lo que viene por delante con optimismo. Ya habrá tiempo de que la realidad nos arruine las expectativas. Por lo pronto, Ómicron tiene pinta de ser la omega de la pandemia. Al final, la infección masiva hará en el veintidós que todos desarrollemos anticuerpos contra la covid. Eso sí, para los no vacunados el riesgo es superlativo, pero a estas alturas cada cual sabrá ya lo que quiere hacer con su salud.

En lo económico la esperanza está puesta en la recuperación anunciada a bombo y platillo. Una fiesta que pagarán los europeos del norte pero, no nos engañemos, nos pasará factura en todos los sentidos. Con los precios desbocados saldremos perdiendo. Este veintidós seremos un poquito más pobres y tocará ajustar el presupuesto… aunque teniendo en cuenta de dónde venimos podemos darnos con un canto en los dientes si llegamos a final de mes sin demasiados malabarismos. 

En lo político me cuesta un poco más ser optimista. El veintidós tiene nombre de mujer. De dos mujeres en concreto. Yolanda e Isabel. Antagonistas en fondo y forma pero con un rasgo común: ilusionan a los suyos. Consiguen movilizar el voto propio y arañar el ajeno. Los gurús del marketing político han concluido que ellas serán el mañana en nuestro país y la carrera hacia Moncloa ha comenzado. No pierdan ojo porque será lo más apasionante que verán en las crónicas políticas durante estos meses venideros y que generará un Juego de tronos que dejará un reguero de sangre por el camino en esta Boda roja a la española. 

En lo político tengo otra esperanza personal. La aparición y consolidación de formaciones que representen a la España vaciada. Con sus fallos, errores e incumplimientos electorales si hace falta. Tengo ilusión en que nuestro futuro no dependa de grupos nacionalistas que sólo quieren dividirnos y que basan su argumentario en una pretendida superioridad que históricamente se han sacado de debajo de la manga. El hartazgo de sorianos, zamoranos, jiennenses, palentinos o conquenses debería servir como resorte para que ese otro nacionalismo bien entendido tome el control de la bisagra que decanta las votaciones en el Congreso.

Por último, en lo personal les confieso que pido poco: quedarme como estoy. Que el veintidós siga siendo un año de aprendizaje y retos. Que la vida no se convierta en un tránsito sino en una gimcana con aciertos y fracasos de los que sacar provecho. Saborear los 363 días que nos quedan por delante y exprimirlos todo lo que se pueda (y lo que nos dejen) porque ya saben que este año de cifra redonda puede ser maravilloso o, como ya pasó en el veinte, ser un jarro de agua helada contra todas nuestras ilusiones. 

Pero, sea como sea y venga como venga, intentemos aferrarnos a lo positivo de cada día, dejemos que la esperanza nos ensimisme en los momentos más oscuros y aprendamos a que la tristeza nos traspase sin hacer excesiva mella en nuestras almas. Al fin y al cabo, todos los números son bonitos. Y si el veintidós nos sale rana, recordemos que en un soplido nos plantamos en el veintitrés. Feliz año. 

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