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Cosas de ricos Cosas de ricos

Cosas de ricos

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Víctor Guiu

En una de las primeras intervenciones del diputado Guitarte en la televisión nacional se dirigía a Aitor Esteban diciéndole, con bastante aplomo, que eso de los movimientos independentistas eran “cosas de ricos”.

Estos días, que vemos en Afganistán otra crónica anunciada o que las crisis migratorias se nos apoderan, me venía a cuento esa expresión. En el primer mundo, extensible a todas aquellas sociedades actuales o que, con un rápido crecimiento, se van actualizando, la globalimbecilización se extiende como la peste. Y aunque haya que esperar unos meses para ver qué nos dice el libro que tenemos entre manos sobre el tema, no está de más retomar ese proceso mundial (y rico) con algunos ejemplos.

No te tienes que ir al otro lado del mundo, ¡ojo! Te puedes encontrar noticias globalimbecilizadoras por cualquier rincón. En la Europa rica (de momento), nos apoyamos en construcciones sociales a golpe de tuit. Mientras la mayor parte del mundo no puede acceder a las vacunas, aquí donde el progreso selecciona y junta a los tontos de manera prodigiosa, colectivos antivacunas se independizan del sentido común en escenas tragicómicas que, lejos de ridiculizarlos, consiguen multiplicar sus fieles.

El otro día me madrugaba con una noticia en la que un colectivo animalista proponía un control ético de las palomas. Pronto pedirán una asignatura de filosofía del control ético de palomas y otras ratas voladoras.  Ojito también con los animalistas y sus payasadas estratosféricas.  No se salva tampoco la libertad de expresión, que no existe mas que para lo mío. Y así seguiríamos. Carros y carretas de estupidez elevada al cubo.

Y todo daría igual. Siempre hay un raro en el bar al que se le va la castaña. Daría igual si no convirtiésemos todo en dogma, en creencia. Porque la creencia conlleva razón suprema, imposibilidad de discusión y mucho odio. Solo que el odio, antes, se quedaba en grito de barra de bar. Y hoy el bar son las redes y los tontos se organizan, imponen banderas y biblias de cabecera, reproduciendo el odio, asumiendo el dogma, vanagloriando a los popes de lo imbécil, huyendo de cualquier dato que no sea el que interese. Nuevas religiones con sus fieles inquisidores. Siéntense en su silla, en el porche de casa, esperando la llegada del beatífico meteorito.

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