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De tranquileo De tranquileo
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Fabiola Hernández

¿Esta mañana, nos quedamos de tranquileo, entonces? Pregunta Alejandro (12 años) un día de vacaciones cerca del mar.

Tengo la tentación de preguntarle qué significa esa expresión, aunque la entiendo perfectamente; es más, me agrada la eficacia con la que condensa el espíritu de unas horas a las que los adultos habríamos llamado “muertas” por no transgredir las normas de la RAE. No sabe de dónde ha salido. La tenía en la cabeza y la usó; en el momento preciso y en el lugar adecuado (esto último lo digo yo).

Llevados por la costumbre rancia y miope, podemos pensar que esas nuevas expresiones que no entendemos (frontear, ramdom, facherito, otaku) empobrecen un Castellano que nosotros nos hemos dedicado a mimar desde que tenemos uso de razón, me puto meo, es decir, permítanme que me ría.

¿O es que no recuerdan los me mola mazo o nasti de plasti? De aquellos barros llegaron los lodos del en plan o la putivuelta. "La juventud de hoy es mal educada, desprecia la autoridad, no respeta a sus mayores, y chismea mientras debería trabajar” ¿Quién creen que dijo esto, la directora del instituto de nuestros hijos? No. Fue Sócrates hace 2.500 años.

Una de dos, o nuestros valores no han avanzado nada en 25 siglos (no lo descarten) o generación tras generación, les colgamos a los jóvenes una etiqueta que nosotros mismos llevamos injustamente mientras nos tocó.

Parece evidente que la sociedad actual ha reemplazado el esfuerzo por la comodidad, ha acelerado su ritmo hasta traspasar el límite de la salud humana y ha aumentado los estímulos audiovisuales hasta dejar solo 280 caracteres para nuestro pensamiento.

Los jóvenes no han diseñado un mundo así, se lo han encontrado y se intentan adaptar a él. Su forma de nombrarlo es solo una pequeña muestra.

Nosotros tenemos que decidir entre reprocharles su manera de hablar o intentar entenderla, deberíamos pensar que nos renta más.

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