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Nuria Andrés

Comienza una nueva etapa en España, para disgusto de algunos y la ilusión de otros. Analistas, politólogos, tertulianos han calificado esta campaña como una de las más agresivas de los últimos años. Si por “agresivo” se refieren a que las mujeres, el colectivo LGTBI o muchas minorías han visto sus derechos en juego, desde luego que lo ha sido. Estos días atrás, las redes se han llenado de una imagen que expresaba el miedo de muchas personas al saber que sus derechos se ponen en duda cada cuatro años. Sí, era el miedo de tu vecina que sale a las 3 de la mañana de trabajar y lo peor no es trabajar, sino tener que enfrentarse a volver a casa sola, de ese chico del colegio que con solo 5 años tuvo que escuchar que le gritaran “maricón” por jugar con niñas o de ese otro compañero que sus padres venían de Marruecos y tenía que soportar bromas que no hacían gracia a nadie. En esta campaña se ha hablado del maquillaje de una vicepresidenta del Gobierno, se han burlado de una ministra por pedir que le llamaran por su apellido o incluso se ha llamado enferma crónica a una mujer transexual.

El resultado lo han dado las urnas. España no es eso. España no es un país que señala a migrantes que huyen de la guerra para buscar un futuro mejor; ni es un pueblo que mide el largo de la falda de las mujeres. España es un país que aún llora la muerte de Samuel Luiz y que quiere que, de una vez por todas, tener vivienda no sea un privilegio. Ese país que lucha por una educación pública y de calidad para todos y que frente a una pandemia, intenta sacar cimientos para los hospitales en lugar de empuñar la tijera.

España no quiere que se cancelen obras de teatro ni que se esconda una realidad tan triste como que cada año mueren miles de mujeres a manos de hombres. España es una sociedad que avanza, incluso cuando todo parece estar en contra.

Más allá de esto, el resultado electoral demuestra claramente la división de un país que no consigue que sus territorios se entiendan y con políticas que deja desamparada a la periferia. La izquierda en estas elecciones contaba con sacar un 3, ha llegado al 4, pero, pese a todo, sigue suspensa.

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