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Javier Silvestre

Esto es lo que el jugador del FC Barcelona Gerard Piqué ha cobrado este 30 de diciembre  en su cuenta corriente de Caixabank. Asegura que se trata sólo de media nómina. Y para demostrarlo ha publicado una captura de pantalla del ingreso efectuado por el club blaugrana a final de año, para acallar a aquellos que le acusan de cobrar más de 28 millones de euros por temporada.

Más allá de la guerra de cifras y la realidad de las mismas, lo cierto es que si tomamos por bueno el sueldo que ha hecho público que el propio Piqué dice cobrar, estaríamos ante la nada desdeñable cifra de 4.657.768,78 euros en 2021. El Barça disputó el año pasado 32 partidos oficiales. El defensa ganó, así pues, 145.555 euros por partido. 1.617 euros por cada minuto sobre el terreno de juego. Se dice pronto…

Lejos de hacer demagogia les diré que es una gran notícia que Piqué cobre ese dineral. Porque los jugadores de fútbol (los que no hacen malabarismos con la ingeniería financiera) pagan el 45% de IRPF. Así que con cada nómina de Gerard, a Hacienda le cae El Gordo, literalmente, de la Lotería de Navidad. Con lo que debemos desterrar el demagógico ataque a aquellos que cobran millonadas como si fueran los culpables de generar lo que ingresan.

Sin embargo en el país de los graduados con suspensos, las becas a los mediocres y la meritocracia de taberna es mejor dilapidar al emprendedor que no sólo paga sus impuestos en casa sino que además los reinvierte en nuevos negocios que generan riqueza para el propio inversor y para centenares de familias.

Ahora resulta que es más lícito recibir una herencia millonaria, enriquecerse con la compraventa de chalets y lucrarse sin rebajarse el sueldo pese a dos años de casi nula actividad parlamentaria… a ser un profesional de éxito que genera el triple de lo que cobra (por muy mal que le vaya al FC Barcelona últimamente futbolísticamente hablando).

Llego a pensar, seguramente de forma equivocada, que al final todo se reduce a machacar la excelencia porque molesta al mediocre. Porque se nos obliga a vivir en una sociedad donde la navaja de Ockam se impone para no dejar a nadie atrás, haciendo que nos devaluemos social y económicamente. Ayudar a triunfar al que quiere hacerlo no puede ser la excusa para sustentar un sistema de patrocinios de segunda B. Porque jugamos en la Champions pero nos dirige (y entrena en la sombra) Agapito Iglesias.

Busquemos ser los mejores. Imitemos al que evoluciona desde el independentismo hasta hacer brillar la Davis en la capital del Reino. Más Nadales y menos Arantxas Sánchez Vicario. Más agradecer nóminas con seis ceros y menos envidias de opinólogos en paro que creen crear riqueza desde el odio de sus IPhones de 1.300 euros.

Más Piqués y menos Waka, Waka.

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