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Las patas de Manel Las patas de Manel

Las patas de Manel

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Javier Silvestre

Manel Monteagudo. O mejor dicho, José Manuel Blasco Castro, nos engañó a todos. A los primeros, a los periodistas que, en ese afán en no ser los últimos, replicamos sin pestañear una historia que hacía aguas con tan sólo hacerse cuatro preguntas lógicas.

Sin embargo, la noticia venía de atrás, de otros periodistas que, a su vez, confiaron en dos columnistas gallegos que, a su vez, se habían tragado una fábula urdida por dos blogueras amigas del supuesto renacido tras 35 años en coma y que buscaban notoriedad para vender libros.

Durante tres días, Manel o José Manuel (como prefieran llamarlo) se paseó por televisiones y radios dando todo lujo de detalles sobre cómo despertó del coma y mirándose al espejo le gritaba a su mujer Conchi que “¡ese no soy yo, ese es un viejo!” Yo recuerdo ver la noticia de pasada y pensar que era un “historión” que ya tenían entre manos otros compañeros. Hasta que el jueves por la mañana, en uno de los millones de grupo de WhatsApp de mi programa, la corresponsal de Barcelona puso una captura de Facebook de un supuesto vecino de Manel diciendo que de coma, nada. Que todo era una gran mentira.

Al llegar a la redacción nos costó muy poco ir atando cabos y tener suficientes indicios (que no pruebas) para dudar de la historia más increíble que habíamos oído en mucho tiempo. Pero nos faltaba la confirmación, alguien que diese la cara y dijese que Manel mentía. Fueron los compañeros de Julia en la Onda los que hablaron con un amigo de José Manuel y que confirmó que “no era un coma en sí, sino un estado prolongado de semi inconsciencia”. Decidimos entonces mostrar en directo las contradicciones del relato y fuimos en su búsqueda a Vigo ya que Manel ya no respondía al móvil. El castillo de naipes se venía abajo y había que preguntarle al protagonista de esta historia por qué se había inventado semejante bulo.

La presión pudo con este pobre hombre que, al día siguiente, zarandeaba a un cámara de TVE y nos reconocía minutos después que le habían “empujado” a seguir con esta mentira bajo la promesa de que “en 15 días ya se habrán olvidado”. Lo que no sabía Manel es que era mucho mejor la historia de su falso coma que el coma en sí mismo.

Muchos se quejaban entonces de que los periodistas no habíamos hecho bien nuestro trabajo al darle credibilidad a la historia inicial sin hacer las mínimas comprobaciones. Y tienen toda la razón. Pero la sobreinformación a la que estamos sometidos y la precarización de las redacciones hacen que, en muchas ocasiones, demos por buenos relatos de terceros pensando que ellos sí que han hecho el cribado pertinente. Y nos equivocamos.

El periodismo adolece de los mismos males que el resto de la sociedad. Y es imposible profundizar en la ingente cantidad de información que manejamos a diario. En nuestro descargo diré que hay un punto de ingenuidad en esta historia porque, ¿qué oscuro interés se podía ocultar tras la historia de un marino que se despierta de un coma tras tres décadas postrado en una cama? A priori ninguno. Quizás por eso nadie dudó de que esa gran historia tenia, en realidad, las patas demasiado cortas.

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