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De Rucayo  a Utrero De Rucayo  a Utrero

De Rucayo a Utrero

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Javier Lizaga

Quinientos y pico kilómetros, una senda y uno encuentra lo que estaba en casa, en el recibidor, una imagen de nosotros mismos, espejo mediante, que vemos pero no miramos, porque “venga que no llegamos”.

Todo esto para hablarles de Virginia. La paz en el rostro, casi 70 otoños, la mirada cargada de verdades y una historia. A nosotros nos contó cómo, cuando pastoreaba las vacas de sus padres, nunca pensó que todo aquello lo engulliría el agua. Aquellos caminos que aseguraba que sería capaz de seguir a tientas bajo el embalse del Porma. Tampoco esperaba volver un día para arrojar las cenizas de su difunto Domingo.

Nos presentó a Raquel, hija de aquellos que se marcharon, y que nos decía que nunca ha sabido a donde pertenece. De dónde es. Teresa nos explicó cómo fueron ellos, su familia, de los últimos en marcharse, en un camión con enseres y animales, que las tres casas que se quedaron les ayudaron a cargar. Recuerda la última noche, todos juntos en la cocina, durmiendo en colchones. Y dice que la imagen se le aparece como una pesadilla.

Pertenecen estos personajes a Julio Llamazares. De sus libros los han sacado los alumnos y una profesora de literatura que han diseñado un camino real que recorrí con mis hijos, entre moras y endrinos, robles y hayas y 8 pueblos fantasmas. Allí estos personajes son siluetas de acero con código que hacen hablar todo lo que enterró y obligó a abandonar un pantano de antaño.

Nos cuesta entender, a los que queremos ser de todas partes, que no se puede elegir ni pasado ni origen. Pero que hay más patrias como la literatura. Al tiempo, como tormenta feroz y lejana llegan las injusticias de Afganistan y sirve para entonces como ahora, pensar que es una tragedia de todos lo que suele quedar entre las ruinas. Un fracaso de todos. Pienso también en quien contará la historia de mis abuelos. Sus madrugadas, sus animales, su huerto, su taller, sus pájaros, sus alegrías y pienso que están allí, en los montes, en los caminos que rodean las casas donde vivieron. Los que ellos recorrieron, y yo sigo pisando de vez en cuando.

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