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Paraísos perdidos Paraísos perdidos

Paraísos perdidos

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Javier Lizaga

Todas las ciudades son deprimentes, más en verano, en un indice que incluye la temperatura, el número de persinas bajadas y ennegrecidas y elevado a los turistas que huelen a fritanga con bermudas desbordadas de muslos de pollo. Como expone Ferreiro, a veces ponemos nuestras expectativas en un lugar, suele ser en uno de esos de edificios altos, y nos confundimos en la persecución. “Deja de llorar por los paraísos perdidos, nunca los perdimos, porque nunca los tuvimos, solo están en tu cabeza”.

Las ciudades son conseguidores necesarios y tramposos. Como el agente de Ivan Ferreiro, el que ante cada pequeño éxito, “recuerda cuando solo vendistéis una entrada para un concierto en Vitoria”. Uno puede deprimirse o confirmar que cada lector es un privilegio. Hasta el sábado sólo me gustaba su música, ahora admiro su capacidad de fracaso, deformado como el corazón de los deportistas. Entre canción y canción, Amaro e Ivan nos leyeron cuando sus fieles les pusieron a parir en “Portamérica”, porque pasaron de cantar sus éxitos para homenajear a Golpes Bajos. O la crítica de una revista de referencia que tildó su tono de “medio infantil o esquizofrénico”, en un disco que “quitabas por la desidia”. Los Ferreiro se reían de cuando tuvieron que recurrir a un recopilatorio, arruinados. Es el arte, amigos. Y la explicación más detallada que he oído sobre como el fracaso no lo miden unas ventas nulas, la falta de halagos, que te echen de tu trabajo, sino hacer lo que crees.

Al día siguiente partí para uno de esos pueblos tan reconditos como inmóviles. Sospecho que hasta recortan las malas hierbas para que esten igual que el verano pasado. “Prohibido pintar las fachadas” es seguro una ordenanza secreta. Mientras tarareo “Turnedo” (¿quien no tiene el valor para marcharse? ¿Quien prefiere quedarse y aguantar?) pienso en como nos han engañado a los rurales porque la dignidad no está en marcharse, ni el fracaso en quedarse. Pienso en Arturo Lozano y sus murales de Fuentes Claras (¡¡vayan a verlos!!) y como dos vecinos le preguntaron hirientes si esos colores chillones era porque abrían un puticlub. El triunfo es seguir partiendonos el culo de los que piensan que hemos fracasado

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