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Ana Orantes Ana Orantes
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Nuria Andrés

Ana Orantes nació un 6 de febrero de 1937 en Granada. Hace solo unos días, habría celebrado sus 85 años. Pero de su existencia solo se recuerda una fecha: El 17 de diciembre de 1997, cuando su exmarido la quemó viva. Le pegó una paliza que la dejó inconsciente, la ató a una silla y la rocío de gasolina. Ahí acabó su vida y también su infierno de más de 40 años de maltrato físico y psíquico.

Días antes de su muerte, Ana ya temía por sí misma y le dijo a la pescadera: “Me comeré las gambas esta Navidad si es que sigo con vida”. No las pudo probar porque nunca llegó a la celebración. Días después de su asesinato, en el programa de Canal Sur al que ella misma acudió para pedir ayuda, hablaban de la “violencia”- así en general- como causa de su fallecimiento. “Que había mucha violencia en la sociedad”, decían, desdibujando al culpable.

El otro día, cuando veía de nuevo este testimonio, pensé en todas las mujeres que observaban a Ana en la televisión y, cuando la apagaban, también se reencontraban con el monstruo que dormía a su lado. Demasiados asesinatos y demasiadas Orantes han sido necesarias para que la sociedad reconozca nuestra amenaza, que ni eso nos dejaba. Ya cuando Ana era joven, ella recordaba que su marido no le dejaba teñirse de rubia porque decía que eso solo lo hacía una “puta”. Y ahí empezó su maltrato, porque la violencia no radica únicamente en una bofetada o en un empujón, aparece en los pequeños detalles que se clavan como cuchillos.

Ojalá algún día nos diéramos cuenta de que no solo el asesinato es violencia de género, que el chantaje que sufre tu amiga es maltrato y también los insultos, las amenazas y las palabras subidas de tono. Que no es tan raro que tu amiga esté siendo víctima de su novio y ella no se pueda dar cuenta.

Ana, ahora, las mujeres siguen muriendo a manos de los hombres y nuestras madres siguen teniendo miedo de que vayamos solas por la calle. Pero, por fin se verbaliza este sufrimiento y se trata a estas víctimas como víctimas de violencia machista. Bueno, todavía queda algún ignorante que niega esta lacra, pero cada vez se oye menos el ruido de su caverna. Ojalá tú tampoco hubieras tenido que escucharlo.

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